martes, 25 de junio de 2013

Miedo (s)

El pasado viernes día 21 de junio no fui a trabajar, me pedí uno de esos pocos días de asuntos propios que nos han dejado a quienes trabajamos en la administración pública, estaba cansada, queda una recta final larga hasta que lleguen las vacaciones el próximo 31 de julio, quería reponer fuerzas, descansar, dedicarme un día ¿porqué no?.
Todas las mañanas suelo llamar a primera hora a mi madre para saber como está y hablar con mis sobrinos antes de que se vayan al cole; ese día no lo hice y a las 9 de la mañana, cuando aún dormía, mi madre llamó.
¿Qué te pasa hija, estás mala? no mamá, es que me he cogido un día de descanso, hija por dios, con lo mala que está la cosa me da miedo a ver si te van a echar, no mamá, no me van a echar, creo y lo que me da miedo es no poder ejercer los derechos que tengo, que bastantes ya nos están robando.
Y ¿a que viene contar esto? Fácil, el miedo, ese habitante que se ha instalado en nuestras vidas sin pedir  permiso ni pedir perdón. El miedo en nuestras madres, en nuestros hermanos, en nuestros amigos, en nosotros, en nuestras vidas, como si no pasara nada, y poco pasa, porque el miedo ocupa un espacio tan grande que apenas deja hueco para nada más.
Miedo a perder el trabajo, miedo a no encontrarlo, miedo a que te miren, miedo a que no te miren, miedo al hambre, miedo a la falta de dinero, miedo a no tener que comer ni conque alimentar, miedo a no tener que vestir ni con que vestir, miedo a que te dejen de hablar si dices lo que piensas, miedo a reclamar lo que nos corresponde, miedo a decir NO a lo que queremos decir No, miedo a decir SÍ a lo que queremos decir SÍ,  miedo a pensar para que no te oigan y así, una larga de listas de miedos como mecanismos perversos de control. Como si fuera miedo a la vida.
Parece que en eso consiste vivir en esta época, en no hacer, en no decir, en no pensar, en no luchar, en dejarse llevar por el miedo en forma de apatía, resignación, silencio, angustia, autorepresión. Porque así es como quieren que vivamos, agazapados, escondidos, encogidos, ausentes, porque ese el triunfo del poder y van ganando, de momento van ganado.
Curiosamente, a mi lo que me da miedo es esto, el silencio de quienes pueden hablar y no lo hacen y de quienes quieren hablar y tampoco lo hacen, la apatía de quienes no les importa lo que suceda a su alrededor como si no fuera con ellos, miedo de la resignación de los que piensan que nada tienen que perder y por lo tanto, nada por lo que luchar y la represión, la que ejercemos sobre nosotros mismos y la que ejercen sobre nosotros.
El miedo es lo contrario a la libertad y la libertad es el derecho más sagrado de que disponemos las personas, libertad que si se ejerce con derechos, se engrandece aún más.
A mi hay dos cosas que me dan miedo, el dolor y las tormentas. De todo lo demás, que tengan miedo quienes lo ejercen.
Ni que decir tiene que la persona que me ha enseñado a no tener miedo es mi madre.

domingo, 9 de junio de 2013

Dios no existe



Cuando yo era pequeña (hace mucho) e iba al colegio, en clase de religión siempre aparecía en los libros la imagen de Dios como un señor con barba, en medio de un triángulo del cual salían rayos que se suponían iban a iluminar el mundo.
Ahora ya se que Dios no existe, al menos el Dios en el que me gustaría creer, a poco nos queda el consuelo de saber que Jesús si existió, pero tampoco como nos cuentan, éste era un tipo aguerrido, comprometido, revolucionario, sin pelos en la lengua, sexy como el diablo, contradictorio como todos los seres humanos y cuyos rayos era ejemplos de palabra y vida que no tiene nada que ver con lo que la iglesia oficial nos enseña.
Pero no quiero volver a hablar de esta iglesia injusta, ella misma con sus actitudes se retrata. No se porque se me vino a la cabeza ayer esta imagen de Dios de mi infancia cuando miraba el cielo de Huelva. Quizás porque si Dios existiera, el verano sería verano y no esta mierda de tiempo que tenemos, no estaríamos todos tan decaídos, no habría tantas injusticias, si bien es cierto que muchas de las injusticias que nos suceden, las cometen los hombres en nombre de ese mismo Dios, y frente a las que no somos capaces de rebelarnos por esa maldita costumbre de la resignación cristiana que nos han metido en vena desde pequeños.
Quizás es que nos miramos mucho el ombligo, y claro, de tanto mirar para abajo, se nos ha olvidado mirar para arriba y al frente, que hacia donde hay que mirar para poder luchar. Y la naturaleza, que es sabia, nos desafía a diario no haciendo lo que estaba previsto, lo que la convierte en una valiente, quizás la única, aunque a veces deje un reguero de muerte, es probable que nos esté diciendo que ya está bien, que o despertamos o ella nos arrollará. Deberíamos aprender su idioma, que parece ser universal.
Supongo que esto es un desahogo, sí, un maldito y breve desahogo sin sentido. Para no decir lo que pienso.