miércoles, 29 de enero de 2014

Mantra (s)

No muerdas la mano que te da de comer. Ese es un mantra que cae sobre los trabajadores desde que el mundo es mundo y que ahora es más religión que nunca.

Y olvidamos que lo que nos da de comer es nuestro trabajo, los madrugones, las tardes de guardia, las noches de centinela, las jornadas partidas, los fines de semana sin descanso.

Ningún presidente, ningún ministro, ningún director general, ningún consejero, ningún rector, ningún jefe de servicio nos da de comer, ninguno. Ni en la empresa privada, ni en las instituciones públicas, en estas menos que en ninguna, porque todos los citados anteriormente van y vienen y somos los ciudadanos quienes les pagamos a ellos.

Y quienes trabajamos en instituciones públicas nos debemos a los ciudadanos que con sus impuestos pagan nuestros salarios y nos debemos a las instituciones para las que trabajamos, nunca a las personas que las gobiernan, a estas les debemos respeto, apoyo y crítica para ser mejores, nunca sumisión.

Y llevamos demasiados años no solo no mordiendo la mano que se supone nos da de comer, sino que habitualmente lamemos la mano que se supone nos da de comer, y mientras la lamemos nos callamos, porque también nos dicen que es mejor callar no vaya a ser que por hablar te quedes sin trabajo, y mientras la lamemos, nos agachamos, porque nos han dicho que es mejor nos destacar para que no te quedes sin trabajo.

Y entonces es cuando ya hemos perdido, porque cuando la sumisión, la inclinación y el silencio es lo que rige tu vida laboral, te has convertido es un esclavo, no ya del sistema, sino de los miedos que con suerte han conseguido que sientas. Y un día de la esclavitud habremos pasado a la nada  y a los nadie, un mundo moderno lleno de nadies. Y de desempleados que nunca mordieron la mano que jamás les dió de comer.

Mientras, la mano que se supone que nos da de comer y que no debemos morder, sonreirá a carcajadas, carcajadas que serán la banda sonora de nuestras vidas. De nuestras tristes vidas de trabajar para comer sin disfrutar.

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