sábado, 28 de marzo de 2020

Fragilidad (semana dos)


"Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas", Mario Benedetti


Ya no volveremos a vivir como hacíamos antes, no sé cómo lo haremos, pero no será igual, a veces pienso que ojalá fuera, al menos todo lo bueno que teníamos antes, pero me temo que no.

Esta semana el silencio ha sido más denso, más fuerte, por eso trinan más los pájaros, también cagan más, mi madre me contó que ella les echa pan todos los días en su patio y van a comer, así que ahora yo también hago lo mismo y les dejo pan, limpio el patio casi todos los días.

Seguimos trabajando desde casa, los alumnos siguen en la universidad y yo echo de menos verlos caminar por el patio, ir a preguntar veinte veces lo mismo o que acudan sólo cuando necesitan algo, pienso mucho en ellos, lejos de sus casas, sus familias, la incertidumbre, no lo deben estar pasando bien, ni aquí ni allá.

A veces charlo con mi vecina Raquel cuando ella saca sus perros a pasear, yo desde la ventana ella en la calle, algún día me la cruzo cuando voy a comprar pan y nos hacemos encargos; uno de estos días  le conté que no estaba durmiendo y que no había encontrado tila en el supermercado, ella dijo que tenía algunas infusiones en casa que no usaba y que me las iba a dejar más tarde, así ha sido.

Mi vecina Carmen de casi 90 años y que se maneja en andador salió esta semana con su hija a dar una pequeña vuelta por la acera, de lo contrario Carmen se morirá en la cama de no salir de ella; qué difícil todo esto para las personas mayores, muchas, más de la que pensamos, se han quedado estos días más solas. 

Yo sigo pensando mucho, muchísimo en mi madre, me ha vuelto a decir que no piensa venir a mi casa, esto es cada día más difícil porque el tráfico está más restringido; ella vive frente a una residencia de ancianos que ayer visitó el ejército para desinfectarla, afortunadamente allí todas las personas están bien.

Lo peor con ella ha sido que me contó que había hecho unos roscos para mi sobrino Pablo, ahora me cae mal, mi madre, claro.

Esta semana he llorado más, pero no lo he hecho sola, después de un par de días que había escrito a María Elena, una amiga mexicana, me respondió con unos audios (que yo antes los detestaba y volveré a hacerlo cuando esto pase), muy, muy tristes, llegaron en un día malo para mí, así que yo le respondí a ella llorando también. Le angustia mucho pensar que en su país el sistema sanitario no es tan fuerte como en otros. Ella es profesora de la universidad de Guanajuato, ha estado dando clases hasta esta misma semana, ya no; me contó que le ha dicho a la señora que la ayuda en casa que no vaya, para que no use el transporte público y que le va a mantener su salario durante toda la cuarentena en México para que tenga un ingreso, me parece un gesto muy generoso. Vamos a hacer videollamada este fin de semana.

También hablé con la querida Ximena, me contó que están en una casa con una amiga y su hijo, me envío fotos de Bruno y me hizo feliz verlo tan grande y guapo.

Mi casa en México, Adriana, siempre está ahí, habíamos pensado encontrarnos este año, pero todos los planes para este dos mil veinte han sido desbaratados. 

En uno de mis paseos por la azotea, una señora de un balcón me saludo, le pregunté como estaba, respondió que bien, me preguntó a mí y respondí que, también bien, me tiró besos desde el balcón y se los devolví, terminé llorando. Las emociones están a flor de piel, en todas, en todos.

José Luis Cuesta, a quien conocí en la red social twitter hace años y empezamos a seguirnos, se conmovió mucho al leer la anterior entrada y se ofreció a ayudarme en todo lo que necesite; la realidad es que él es de esas personas que ha tenido que cerrar su negocio estos días, que es autónomo, que tiene una familia, que tiene hipotecas y qeé, a veces, se desespera, con razón. Agradezco mucho sus palabras, mucho, me hicieron llorar y las llevo en el corazón.

De nuevo, qué importante los afectos, los cercanos y los lejanos.

Ahora ya no camino tres kilómetros en la mañana y la tarde, ahora son tres y medio; desde hace una semana mis vecinos del otro bloque no salen, espero que estén bien, no tengo forma de saber. Hay otro vecino que camina, pero eso lo he sabido cuando he subido a recoger ropa. Y en cuanto salió el sol, en otro edificio, una familia subió a su azotea y yo me sentí feliz de verlos jugar con sus padres y escuchar sus risas. En un balcón han puesto feliz cumple a alguien, luego he escuchado que cantaban cumpleaños feliz. La solidaridad es la ternura de los pueblos, dice Gioconda Belli.

He descubierto que tenía unas cremas, carísimas, que me habían regalado y he empezado a usarlas, dicen que ponen la piel tersa, así que ahí estamos, además de pintarme los labios, me pongo cremas a diario, también hidratante en el cuerpo, quizás como una forma de sentir, ahora que no se puede tocar, ni besar, ni abrazar, como si el coronavirus fuera un muro de metacrilato que no nos deja vernos ni manosearnos, que dice el gran Kiko Veneno.

Esta semana ya me puse a limpiar, vivo en una casa pequeña, así que he dedicado un día (no entero) a cada estancia. He avanzado en lo de la lectura, he empezado a leer, sigo viendo películas, casi todas ligeras, aunque también estoy volviendo a ver algunas ya vistas. Por cierto, la querida Lucía Vallellano me invitó a hacer algunas recomendaciones de libros escritos por mujeres en su programa Plaza Niña, os dejo aquí el enlace Literatura para entender mejor el feminismo durante el confinamiento

Mi hermana trabaja en el mercado, así que he ido y he podido verla, es tan reconfortante ver a alguien de la familia en estos días para quienes vivimos solas. He comprado un vermut para compartirlo con mis amigos, sobre todo los de Córdoba, Fidel Toro y Jose, porque es algo que hacemos cuando los visito.

Dos buenas noticias en medio de la oscuridad, dos amigas mías, Estela, enfermera y Raquel, auxiliar de enfermería, que estaban en paro, ha sido llamadas a trabajar, porque son imprescindibles, ellas ya están incorporadas a sus tareas, sin miedo, con precaución y compromiso con la sociedad en este momento. Estoy muy orgullosa de ellas, de su impagable labor y afortunada por tenerlas cerca de mí. 

Cada día llevo peor el lenguaje belicoso que se está usando en la cuarentena, es insoportable, en las guerras se mata y se muere, y en esta situación solo se muere; hay un verdugo y hay víctimas, no hay héroes ni heroínas, hay personas que se están dejando la piel, la vida en algunos casos, el lenguaje debería ser otro, hay muchas personas a las que este lenguaje les hace daño, veamos y pensemos un poco más allá de nosotros mismos.

Esta semana ha habido más personas muertas, más dolor, más personas ingresadas en hospitales, más dolor, también más personas dadas de alta y esto siempre resulta reconfortante, aunque no sea noticia. Es por todas ellas que debemos seguir recogidos en casa, cuidando, cuidándonos, aunque cada vez sea más difícil. Esta pandemia ya es mundial y no tenemos otro planeta, solo este. Sigue la preocupación, la angustia, la inquietud, sobrecoge cada nueva cifra, rompen el alma. Pienso mucho en todas esas personas que no pueden despedirse de sus familiares, es un horror no poder hacerlo, cuanta soledad y cuanto dolor, también se va acumulando, sobre todo en quienes más están sufriendo. Sigue siendo tiempo de paciencia, empatía y amor.

Para la esperanza; mi niña Alejandra me ha dicho que ha comprado un yogur que caduca el 12 de abril, con la ilusión de que el día 13 podamos volver a las calles.

La canción de Kiko Veneno, Echo de menos, para que nos pongamos a bailar, dice mi amiga Desiree, que es alegría, que no nos está permitido el desánimo.








sábado, 21 de marzo de 2020

Fragilidad

"Raro, no digo diferente digo raro
ya no sé si el mundo está al revés
o soy yo yo el que está cabeza abajo". (Fito & Fitipaldis)


Hace una semana todo era normal, ahora todo es raro, veremos en el futuro si diferente.

Ahora todo es silencio, salvo los pájaros que cantan en el patio interior del bloque donde vivo y el sonido del teléfono.

El pasado viernes por la tarde, vísperas del estado de alarma, me escapé furtivamente a comprar colonia, la que uso no es fácil de encontrar y apenas me quedaba un dedo, compré, porque ni en los momentos difíciles hay que perder el glamour.

El sábado me di cuenta que no estaba preparada para una pandemia, pues no tenía chocolate en casa, hasta que recordé que sí.

Muchas personas estamos trabajando desde casa, otras no tienen más opción que ir a trabajar, para cuidarnos, muchas, muchas gracias por hacerlo;  otras por chantaje. Y de ambas cosas tendremos que hablar cuando esto pase.

Se murió la madre de una amiga, ni siquiera ella ha podido velarla, apenas ha pisado el tanatorio para firmar papeles. No hemos podido acompañarla ni abrazarla.

He dejado de pelear con mi madre para que se viniera a mi casa, la idea de que está sola en la suya, me rompe por dentro, ella quiere estar en su casa.

He salido un par de veces a comprar y no deja de sorprenderme lo rápido que nos hemos acostumbrado a distanciarnos físicamente las personas, pareciera que huimos unas de otras.

Los teléfonos tan modernos que tenemos ahora nos están salvando, a través de ellos nos llegan las risas, la información y, lo más importante, porque se ha convertido en vital, el afecto, el cercano y el lejano.

El cercano, la familia, un grupo llamado Mamá y sus increíbles hijos, los amigos en grupos que se llaman Progresía vírica, Comer los lunes, Consejo de gobierno, Doñana y lo que queda, Esa quedada, La primavera; y Mari Carmen, Alejandra, Manuel, Estela, por citar solo algunas personas.

El lejano, Desiree, a menudo me manda memes para hacerme reír. Carlos me envío una foto de un amanecer y Rubén me envía vídeos que le llegan de lo que hacemos los españoles en los balcones. Hablé con mi amiga mexicana Linda y eso me dio mucha emoción porque nos sentimos cerca.

Palabra del año: vídeollamada.

He decidido no estar todo el día pendiente de la información, no es sano, solo información oficial.

Me molesta mucho el lenguaje que se está usando, tenemos que hablar de eso cuando esto acabe.

Me he organizado una rutina de ejercicios físicos, vivo en un bajo, subo las escaleras hasta el tercero y luego camino por la azotea, tres kilómetros en la mañana y tres kilómetros por la tarde; el primer  era yo sola, en días siguientes, dos azoteas más allá, una pareja más mayor que yo, también caminan, no saludamos cuando llegamos y nos despedimos hasta mañana, el primer día que sucedió me dieron ganas de llorar. El ejercicio es por necesidad física y mental, aunque con mis amigas les digo que no voy a salir de esta cuarentena sin tipazo.

En esta rutina, por la mañana, cuando subo hacia la terraza, sale el olor a café por debajo de las puertas, me dan ganas de pedir que me inviten.

Vivo al lado de los bomberos así que oigo perfectamente cuando salen, la sirena en estos días me suena a música celestial, enseguida pienso no, mejor no, no sea que hayan salido por algo grave.

Un amigo que fue operado de un tumor hace unos meses, nos ha comunicado que ha vuelto a aparecer, no sé ni que decir. Le mando abrazos y amor.

Y esta noticia llegó el viernes, que ha sido el peor día de la semana para mí. Lloré mucho, empecé a llorar de risa por algo que vi y terminé llorando como desahogo.

No estoy durmiendo bien por las noches, tengo pesadillas y desvelo. Inquietud, desasosiego, preocupación. Voy tirando de siesta, aunque anoche conseguí hacerlo, supongo que por puro cansancio.

He ido a comprar pan y me he encontrado a mi amigo Alberto en el supermercado, nos hemos sonreído mucho de la alegría y nos hemos tirado besos con las manos enguantadas, hemos quedado para desayunar de manera virtual.

No he leído ninguno de los libros que tengo apilados, tampoco me he puesto como loca a limpiar, no sigo ninguna de las consignas en ese sentido, la única novedad es que desde hace una semana veo una película cada noche, he visto una serie y he empezado a ver otra. Llevo mal hacer todo lo que dictan, así que esta es la única rebeldía que me permite la situación.

Cocino a diario, eso me gusta, aunque he de decir que no tengo más hambre de la habitual, diría que menos.

Mis amigas y amigos se ríen cuando, por vídeo llamada, me ven con los labios pintados, no he dejado de hacerlo, me visto por la mañana como si fuera a ir a trabajar, me pongo cremas, me pinto los labios y me pongo colonia. Lo dicho, no hay que perder el glamour nunca.

Todo esto carece de importancia, es una frivolidad que yo me permito como forma de resistencia. Hay muchas personas que están muriendo, que están muy enfermas, también muchas que están consiguiendo salir adelante. Cuidad mucho, cuidaos mucho, quered mucho, quereos mucho, sed personas pacientes y empáticas y reíd, reíd mucho también. Y saldremos de esta.

Espero no estar perdiendo la locura.

Pd.: Esta canción siempre me pone de buen humor,  Ain´t no Mountain High Enough









domingo, 8 de marzo de 2020

Algún cine y feminismo


Parece que el 8 de marzo, día internacional de la mujer (trabajadora hasta hace poco), de este 2020 está planteado en términos de debate (a veces parece combate) generacional y lingüístico, diría yo; feministas viejas (o mayores) frente a feministas nuevas (jóvenes), y el mundo de la cultura no es ajeno.

Esta es una discusión que viene de largo, antes se daba en las casas, en los bares, en las plazas, en los lugares de trabajo y ahora, además, se amplifica en las redes sociales, que parecen ser el único lugar en el que existimos, pero no es así.

Y el mundo del cine no podía ser ajeno a este momento, el debate está sobre la mesa dentro y fuera de la pantalla, habiendo alcanzado su cenit en la entrega de los premios Cesar del cine francés el pasado fin de semana, de momento.

Si me pongo, más que un texto para Cocalecas, escribiría una tesis o ensayo, así que voy a tratar de sintetizar en tres o cuatro películas recientes que me parece resumen parte de lo que pienso sobre este debate.

Desde el mes de octubre del pasado año que tuvo lugar el estreno de Días de lluvia en Nueva York (Woody Allen), hasta el pasado mes de febrero que se estrenó El escándalo (Jay Roach), pasando por el estreno de El oficial y el espía (Roman Polanski) las pasadas fiestas navideñas, ha habido cuestionamientos globales y personales a quienes las hemos visto, a quienes no, a quienes han pensado hacerlo, en fin, un desmadre irrespetuoso con las decisiones personales. Vamos por partes o por películas.

Días de lluvia en Nueva York, nos cuenta lo que sucede en la vida de algunas personas durante un fin de semana lluvioso en Nueva York, con un reparto estupendo en el que Elle Fanning y Selena Gómez brillan con luz propia; la película es un bálsamo para días agitados, no puedes dejar de sonreír en todo el tiempo que dura y en la vida, a veces, eso es suficiente. Al salir del cine, comenté en twitter que la película me había encantado y apenas tuvo unos pocos corazones, mi sorpresa fue cuando al rato, vuelvo a entrar en esa red y encuentro a muchas personas reprochándole a unas el hecho de ir a verla, que haya gustado, que la recomiende y, a otras, que no hay que verla, qué, a Woody Allen, ni agua. Las acusaciones (graves) de abuso sexual sobre su hija, Dylan Farrow, de las que el director ha sido absuelto por dos veces, lo persiguen rodaje tras rodaje, película tras película, estreno tras estreno y de paso, a quienes gustamos de su obra. Hay que elegir, y hacerlo, no me hace menos feminista, por eso yo siempre elijo ver sus películas, espero no arrepentirme nunca.

El escándalo, nos cuenta como en un imperio tan poderoso como la Fox, unas periodistas que allí trabajaban, hicieron caer a Roger Ailes, responsable en jefe de esa empresa por haber abusado sexualmente de ellas durante años. La película está protagonizada por Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie en sus principales papeles, acompañadas por unos excepcionales secundarios bajo la dirección de Jay Roach. Y ha sido precisamente el hecho de que ella (Charlize Theron) como productora eligiera a un hombre para dirigir la película, la causa de la polémica en esta ocasión. Su respuesta fue que eligió a alguien que conocía, al que respeta por su trabajo, que está comprometido con la igualdad y porque le da la gana, habría añadido yo.

Recomiendo mucho esta película por lo que narra y por cómo lo narra. Charlize Theron debió ganar el Oscar por su papel en esta historia que nos cuenta que el feminismo, la igualdad y la valentía para denunciar, a veces, no depende de la ideología, se puede ser conservadora y feminista, se debe y se puede denunciar el acoso y abuso sexual en los lugares de trabajo, por muy poderosos que sean los acosadores y abusadores. Bravo por ella.

El oficial y el espía, esta película de Roman Polanski es una nueva revisión del famoso caso Dreyfus. Hay quien ha visto en esta película un intento del director de volver a justificarse y es posible que tengan razón.

Yo fui a verla y me gustó. He visto casi todo el cine de Polanski, antes, durante y después de que fuera acusado de violación y su cobarde huida de los Estados Unidos, no me siento bien cuando lo hago, pero no puedo evitarlo, pertenezco a una generación que aún separa a la persona de su obra, y confieso que no es fácil. No tengo ninguna duda de que este tipo es un violador, nadie la tiene, los hechos son los que son y él, con su actitud no ha hecho más que confirmarlo y por eso tiene todo mi desprecio; llevo tiempo intentando lidiar con esta contradicción y no sé cómo resolverla.

He citado estas tres películas porque han sido las últimas en generar polémica, mucha de ésta es paja, superficial, agresiva y sin argumentos. Porque si algo no tolero, a mi edad, es que me digan que tengo que ver y que no, mucho menos bajo acusaciones de que “tan feminista no serás”, si algo tengo es capacidad para tomar decisiones y asumirlas. Tengo contradicciones, dudas, mucho que aprender en la vida, en el feminismo y en el cine, algunas certezas y quizás, algo que enseñar. Pero, bajo ningún concepto, voy a tolerar que nadie me dé lecciones feministas si no me conocen, ni sobre cine, sobre todo si nunca pisan una sala y no saben. A quienes saben, les escucho, les leo, les respeto mucho, les admiro y aprendo, siempre.

No quiero un feminismo y un cine que no me cuestione como persona, además de divertirme, claro.

Si queremos hablar de machismo en el cine, lo hacemos. Hablemos de como Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma, una de las mejores películas del pasado año, posiblemente la mejor película francesa y una de los mejores europeas, que nos cuenta una bella y maravillosa historia de amor entre mujeres, de amistad, de sororidad, con unas actrices inmensas, magníficamente escrita, realizada, fotografiada, ha sido ninguneada en todas las entrega de premios a las que fue nominada. Ninguneo machista, lo llamo yo, pero esto lo vamos a dejar para otra ocasión.

Pd.: este texto ha sido publicado originalmente en Cocalecas.net

domingo, 1 de marzo de 2020

Alabardas como esperanzas.



Para Desiree Reyes, amiga.

Estamos celebrando los 40 años de la publicación de la novela Levantado del suelo, y si bien yo no voy a hablar de esta, es cierto que toda la rabia, la impotencia, la rebeldía que hay en ella, se vuelve una constante en la obra de José Saramago. Si me preguntaran qué identifica, desde mi punto de vista, la obra del escritor, diría sin dudarlo con la rebeldía, el compromiso y la esperanza. Y el buen uso de las palabras, porque las palabras mal usadas, no sirven para nada, no son útiles, ni al escritor, ni al lector, ni a la humanidad.

Y es por esto que pienso que gran parte de la obra de Saramago posterior a Levantado del suelo está impregnada de rebeldía, compromiso y esperanza y Alabardas no es la excepción.

Para empezar esta es una novela inacabada, al menos eso nos dice la faja que acompaña esta edición, una vez leída no estoy tan segura. Quizás es una novela no corregida o no editada, por el uso de las minúsculas en nombres y lugares, pero hasta eso ha de tener su razón de ser y da sentido a esta historia

No quiero con esto desmentir a la editorial, ni a Pilar, ni a la fundación; lo que quiero decir es que, dado que esta novela no tiene el final esperado, quizás podamos los lectores escribirlo, y no en papel, en nuestras vidas. Todas, todos, en algún momento de nuestra existencia, o en muchos, yo tengo épocas de a diario, hemos querido desenmascarar en nuestro lugar de trabajo algo que no nos gusta, que nos crea contradicciones, que nos molesta, algo que a veces ni nos atrevemos a comentar en voz alta, si acaso con nuestras personas más cercanas.

Lo que esta historia inacabada nos viene a contar es como un trabajador de una fábrica de armas, tras ver una película sobre un sabotaje a una bomba en la guerra civil española, se pregunta ¿qué y cuánto tuvo que ver esa empresa en esa guerra? que ha marcado y de qué forma, el devenir actual de nuestro país. Quizás el final de esta novela ya lo sabemos, hoy en día conocemos perfectamente qué papel juegan todas las empresas que fabrican armas y todos los gobiernos que las compran y las venden; las armas matan, lisian, hieren y para eso son creadas, no es cierto el mito de que las armas son para defenderse, las armas siempre son para atacar. “Siempre ha habido guerras y siempre las habrá”, dice Artur Paz Semedo en un tono innecesariamente doctoral, el hombre es un animal guerrero por naturaleza, lo lleva en la masa de la sangre. Y sólo tenemos que echar un vistazo a nuestro alrededor para ver los conflictos armados que existen, quizás ya los conflictos no son tan cruentos (si es que hay alguno que no lo sea), son más sofisticados, las armas también. Un arma no es sólo una pistola, lo es también una depuradora que no llega a un pueblo y sus habitantes mueren envenenados, pero esta es otra historia.

Me gusta, especialmente, de este libro la puerta que nos abre hacia la novela de Andrés Malraux L´Espoir, también a la película del mismo título, es la que desata las dudas de Artur Paz Semedo, que no estando seguro de hacer lo que quiere hacer, recurre a su exmujer (pacifista convicta y confesa), para conseguir los ánimos que le faltan y que logra que el jefe supremo de la fábrica, autorice la investigación en los archivos de la misma durante los años treinta, previos y durante la guerra civil; para ser una novela inacabada, suceden demasiadas cosas.

Y también me gusta que el libro refleja el amor por el cine de José Saramago, las referencias son La gran Ilusión, Ran, El acorazado Potemkin, Apocalyse now, La delgada línea roja, El día más largo, Los cañones de Navarone, Cartas desde Iwo Jima, La batalla de Midway, Destino Tokio, Patton, Pearl Harbor, Las batallas de las Ardenas, Salvar al soldado Ryan, La chaqueta metálica, menuda elección ¿eh?.

Todas estas referencias me llevan a concluir que el autor vio estas películas de manera diferente a como las hemos visto el resto de las personas, las vio de forma que en un momento dado las preguntas que se hizo tras verla necesitaban respuesta y son estas Alabardas. Sirva esta referencia para que volvamos a ver en algún momento estos clásicos del séptimo arte y, bueno, yo no sería yo si no hiciera referencia a él.

En apenas 90 páginas, no sólo conocemos una historia que nos invita a intuir un final, también se deja sentir la soledad, la amabilidad, la educación, el desamor, la dependencia emocional. Encontramos asimismo un breve dietario de los días en los que José quería tener tiempo para escribir.

Escribí este texto antes de leer las aportaciones que han hecho a él Fernando Gómez Aguilera, y Roberto Saviano. Aclaro esto porque cuando leí lo que ellos habían escrito pensé que eso era lo que yo hubiera querido decir, aunque lo digo peor.

Fernando Gómez Aguilera, poeta, ensayista y amigo, nos cuenta, con mucha ternura, como tras publicar Caín, Saramago rescata las notas que tenía para esta historia y como tras Las intermitencias de la muerte y aparecida ya la enfermedad, José buscó refugiarse en la escritura y se preguntaba constantemente si le daría tiempo a escribir todo lo que quería, os invito a leer su aportación porque es muy emocionante y la emoción a veces es una cosa íntima y personal.

Roberto Saviano, escritor italiano que vive escondido desde que destapó a la mafia italiana en Gomorra. No tuvo mucho tiempo para relacionarse con él, pero a veces esto no es necesario si eres lector o lectora de su obra; estoy convencida que el los Artur Paz Semedo que Saviano relata que conoció, son los mismo que conocía Saramago.

En ambas aportaciones hay respeto, admiración, cariño y mucho echar de menos, no son las únicas personas en el mundo a quienes les ocurre, raro es el día en el que, en nuestras conversaciones, nuestras redes sociales o en algún medio de comunicación, alguien pregunta ¿Qué hubiera dicho José Saramago? Y estoy segura que él nos volvería a interpelar, porque eso es lo que hacen sus libros, interpelarse e interpelarnos.