lunes, 5 de junio de 2017

Leonor


En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Antonio Machado


Aunque durante el pasado fin de semana he estado fuera de mi ciudad y bastante desconectada no he podido resistirme a conocer a fondo la polémica suscitada por el hecho de que la Infanta Leonor nos haya hecho saber, a través de intermediarios, que le gusta leer y que a sus once años lee a Robert Louis Stevenson y Lewill Carroll, además de que sabe inglés y tiene un perro y admira a Kurosawa. Produce vergüenza ajena el linchamiento de una niña por leer; sí, por leer.

Y a mí que todo esto me parece normal,  ya me molesta bastante tener que salir en defensa de un miembro de la familia real española, pero cuando tocan a una lectora, nos tocan a todas (las pocas que somos).

Porque mirad, sí, a los once años hay que leer La isla del tesoro y Alicia en el país de las Maravillas, hay que tener buen conocimiento de inglés y tener un perro, o al menos llorar y/o suplicar a tus padres que quieres tenerlo, otra cosa es que sea posible. 

Recuerdo el primer libro,  que por recomendación de mi madre, a la que siempre he visto leer, tengo conciencia haber leído y que hizo que quisiera seguir leyendo, tenía yo doce años, el libro se llama El otro árbol de Guernica, no es un libro de cuentos, tampoco es ficción, es una novela durísima que relata el exilio de los niños del País Vasco en la extinta Unión Soviética, un libro que me dolió y me concienció, el primero de muchos que me generan esas emociones; pero yo no sólo leo para sufrir, leo para vivir, con todas las emociones que ello conlleva. También a esa edad leía a Los cinco, La vuelta al mundo en ochenta días de Julio Verne y tebeos, muchos tebeos, y ya en la adolescencia alguna novela de Corín Tellado, la gran ignorada de la literatura española.

No recuerdo que película es la primera que vi en mi vida, si recuerdo que empecé muy joven a ver películas, todas las posibles, mi padre siempre fue un gran aficionado al cine, algo extraño en los hombres de su generación, más aficionados al fútbol; tuve la suerte, además, que durante unos años mi padre fuera el señor que proyectaba las películas en uno de los dos cines de verano que había en mi pueblo, lo que hizo que desde muy pequeños pasáramos las noches viendo las dos funciones que por entonces se proyectaban, lo pasábamos muy bien. No recuerdo haber visto en esa época a Kurosawa, si recuerdo haber visionado a Hitchcock.  Mi padre vio cine en su casa hasta casi los últimos días de su vida.

No aprendí inglés, es mi época, en la educación general básica se daba francés y latín; y tuvimos una perra, Roca se llamaba, mis padres la tuvieron que sacrificar porque se enfermó y había niños pequeños en mi casa y no era sano; la quisimos mucho.

De los nueve sobrinos que tengo, los dos mayores hablan inglés bastante bien, leen en inglés, ven películas y series en inglés y juegan videojuegos en inglés, los más pequeños están aprendiendo inglés y parecen felices por eso. Y piden libros y vamos a la biblioteca y a las librerías. Leen. Y me llaman para decirme que quieren ir al cine a ver tal película, de su elección. Y vamos.

Y ¿porqué salgo en defensa de la infanta Leonor? porque me ha parecido terrible que se insulte a una niña de once años porque lee, porque leer con once años es algo que deberían hacer todos los niños y todas las niñas, así como deberían tener unos padres a los que les guste leer para que sean ejemplo.

Porque yo como lectora me siento en la clandestinidad, no está bien visto leer y sobre todo no está bien visto leer buena literatura y no basura; porque vivimos en un país donde el presidente del gobierno reconoce no haber visto ninguna de las películas candidatas a los premios Goya y un país con uno de los índices de lectura más bajos de la Unión Europea; porque se persigue a escritores que cobran su jubilación para que no puedan seguir proclamando la palabra; porque vivimos en un país con gobernantes profundamente incultos; porque es preferible colgar en las redes sociales (un mundo que habitamos lo reconozcamos o no) un cuadro de colores con una frase de auto ayuda a una cita de un libro que hayamos leído, algo imposible si no leemos.

A mi me gusta la clandestinidad de la lectura, no me molesta, siempre hay personas que te reconocen como a una igual, la editora de La Bella Varsovia, Elena Medel tuvo a bien saludarme en la feria del libro de Madrid como a una de las lectoras del Sur y eso produce satisfacción. Aunque lo que de verdad produce satisfacción es comprar libros, sacarlos de las bibliotecas y leerlos.

La vida no me va a alcanzar para agradecer a mi madre y a mi padre haberlos visto leyendo y viendo películas, no sería quien soy sin ese equipaje.


4 comentarios:

  1. Pues sí amiga. Lo triste es que de un lado y de otro se piense que leer es algo excepcional, digno de elogio o de crítica. Ahí estaba el fallo y si tantas ganas tenían de arremeter contra la monarquía, que no contra la niña, por ahí podrían haberlo hecho.

    La hija del Preparado no está ni más ni menos preparada de lo que se esperaría de una niña de su edad y punto. Al final, a pesar de lo zafios que han sido, les han hecho el juego a los cortesanos aduladores.

    Por lo menos he aprendido una palabra nueva: hagiografía, que es de lo que se trataba.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por leerme siempre, Fernando. Tienes toda la razón. Un abrazo

      Eliminar
    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
  2. Bonita entrada, amiga. Recuerdo a mi abuela y a mi padre recibiendo libros del Círculo de Lectores durante décadas de mi infancia. También somos lo que hemos leído y lo que nos han enseñado a amar

    ResponderEliminar