lunes, 6 de noviembre de 2017

Qué desasosiego. Qué tristeza


A quien corresponda.

Qué desasosiego. Qué tristeza. Qué angustia. Qué dolor. Qué desazón. Qué rabia. Qué pena. Qué miedo. Qué mal todo, todo. Y así es más o menos como me siento últimamente (que ya va para el tercer mes). Creo que no soy la única en sentirse así, me consta que hay más personas sintiéndose igual y no sé si decirlo en voz alta va a cambiar algo.

Cataluña, sí. Cataluña y España.

Cuándo parece que llega la (relativa) calma, siempre hay quien da un nuevo paso hacia el abismo y no parece que vaya a imperar la cordura. Y doy mi palabra de honor que lo he intentado todo, reírme del problema, haciendo caso de lo de "defender la alegría como una trinchera" que nos legó Benedetti; hacer como si nada sucediera (el oasis de las lejanas vacaciones lejanas), no ver informativos, no escuchar radio, no mirar redes sociales, leer mucho, ver series (y yo nunca he sido seriéfila), caminar oyendo música, eludir el tema, hacer como que no importa.

Es imposible. No hay manera de mantenerse al margen y no es que no tenga un opinión formada, que la tengo, y sé que no gusta ni a unos ni a otros, es lo que ahora llaman equidistancia y yo llamo lucidez, aunque eso sea lo de menos. Lo que de verdad me parte el alma y me tiene en este estado es el daño que todo esto está causando; hay catalanes enfrentados con catalanes y hay catalanes enfrentados con españoles y la brecha que este enfrentamiento está abriendo es cada vez mayor y cada vez más difícil de cerrar y así va a ser casi imposible volver a vivir con normalidad.

Estoy cansada, profundamente cansada, casi derrotada. No tenéis ningún derecho a hacernos esto, ninguno, ni unos ni otros. Se supone que hacer política consiste en mejorar las vida de las personas mediante el ejercicio honesto de la función pública y a estas alturas eso no está sucediendo. Os falta empatía y responsabilidad; os sobran intereses bastardos y mala leche. Y honestidad, sobre todo os falta honestidad. Pagaremos un precio muy alto como país por todo esto y las secuelas serán terribles, hay heridas que se curan, y hay heridas que profundizan, tanto que te amputan un órgano o te mueres, y esa responsabilidad tiene nombres y apellidos. 

Soy una persona conocida por no tener miedo de nada, aunque si los tengo, lo que no he tenido en mi vida ha sido rencor, pero no sé si voy a ser capaz de perdonar a quienes han hecho que mi madre me llame asustada y me diga que tiene mucho miedo con lo que está sucediendo. Mi madre no ha tenido una vida fácil, es por eso que se me hace más difícil perdonar este miedo que le estáis causando. Y que yo también siento a ratos, porque nada indica que esto vaya a mejorar; de hecho estoy convencida que nos va a convertir en un peor país. Y a veces cuesta respirar.

Todo está emponzoñado, tanto que hasta las palabras las estáis ensuciando, unos y otros, sabiendo que las palabras hieren, las mentiras también. Y la mediocridad apesta, hasta personas a las que yo suponía un poco sentido común, a las que restaba, han renunciado a hacer pedagogía y van a lo fácil, qué desilusión. Ni unos, no otros aceptáis opiniones diferentes y que sumen, sólo queréis restar e imponer vuestro criterio. os ofendéis por estupideces, por un "quítame allá esta patria" convirtiendo el espacio en un estercolero.

Fui una de esas miles de personas que el sábado siete de octubre salió a la calle a deciros "parlem, hablemos" cosa que ignorasteis, los unos y los otros; así que dejad de darnos lecciones desde vuestras atalayas políticas, morales, judiciales e intelectuales, somos muchos y muchas y somos capaces de pensar sin doctirnas, de encontrarnos y reconocernos en la preocupación y en el intentar ves más allá. De deciros que el destrozo es enorme y nos afecta todas y a todos. Bajad a la calle y hablad con quienes no os bailan el agua, calculo que seremos unos cuarenta millones quienes os observamos con mucha preocupación. Dejad de pervertir las palabras y de adueñaros de su significado.

Mientras siguen sucediendo cosas, cosas que nos vuelven a quitar derechos y respeto. En España, en el mundo, todo eso que hay más allá de vuestro ombligo patriótico, sea cual sea la patria física que defendáis en este momento. Todos los días me digo "qué bueno que no tengo hijos a quienes dejarle tanta mierda", al momento me digo "qué pena tener sobrinos y tener que dejarle esta mierda".

En ese casi derrotada albergo la esperanza de que este conflicto se vaya solucionando; este país, con mucho dolor y mucha generosidad ha superado un terrible conflicto con una banda armada, quizás porque había personas capacitadas para llevar a buen puerto el final. Ahora también las hay, pero apenas las veremos y mucho menos las escucharemos, hay demasiado interés en que siga habiendo ruido.

En ese casi derrotada sé que somos muchas y muchos y esa es mi esperanza. Para que no queden dudas, quiero que Cataluña sea parte de España, para que seamos un país mejor después de todo esto. 

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