sábado, 13 de junio de 2020

Fragilidad (semana trece, o doce más uno, por lo de la superstición)

"En política se pueden hacer dos cosas: seguir el miedo e incentivarlo, o no temer perder apoyos haciendo lo que crees correcto. Afrontar el tema de los últimos de la tierra, de los que no votan, no aporta apoyo electoral. Pero el deber de la política no es seguir consignas de la calle, sino construir caminos que lleven a la gente a reflexionar sobre los asuntos de la acción de gobierno útil para un país que no se enfrente todo el tiempo creando heridas", Teresa Bellanova, ministra de agricultura de Italia.

Mi sobrino Lucas me acompañó el sábado pasado el mercado y me ayudó a traer la compra a casa, ya es mayor. Lo invito a desayunar y hablamos de lo que vivimos desde que empezó la cuarentena, es un niño muy lúcido, tanto que a veces parece no tener esperanza y yo no sé muy bien qué decirle.

Vamos de fase en fase sin saber muy bien al encuentro de qué. Los pájaros insisten en seguir con sus trinos a nuestro alrededor como si no quisieran abandonarnos a nuestra suerte o como si supieran algo que los humanos no sabemos. Es una extraña sensación, a veces parece como si los dos primeros meses de cuarentena no hubieran existido y otras una siente que sigue confinada interiormente y se asoma a la calle con miedo; lo reconfortante de esto es que no soy la única en sentirme así.

Somos tan egoístas a menudo que para poder seguir haciendo nuestras vidas hacemos como si nada hubiera sucedido y nos damos excusas banales: al final el virus no existe, no sabemos si es verdad, nos quieren encerrados y controlados, nos están engañando, son algunas de las lindezas que escucho de vez en cuando (cuando presto atención y abandono mi abstemia informativa). Con lo duro que ha sido esto, es y será para miles, millones de personas, en España y en el mundo, más allá de nosotros mismos. 

Hay personas que ya han podido enterrar a sus familiares después de días y hasta meses esperando, hay personas que reciben el alta médica después de pasar cincuenta o sesenta días en el hospital, algunas con terribles secuelas, el coronavirus actúa de manera diferente en cada cuerpo, por lo tanto cada recuperación también es distinta; hay personas que han podido incorporarse a sus trabajos saliendo del desempleo. Esto, después de tanta oscuridad es una pequeña luz en el día a día, un rayo de esperanza que no nos debe hacer perder el horizonte.

Yo no lo puedo evitar, pero a diario se me vienen a la mente muchas personas que lo están pasando mal y van a seguir pasándolo mal. Presinto una normalidad en la nueva realidad muy difícil.

¿Qué va a pasar ahora con toda esa gente que vivía en la calle y fueron recogidas en albergues y residencias existentes o improvisadas? ¿Volverán a las calles? ¿No hay más oportunidades? ¿No tienen derechos? ¿No viven entre nosotros? Y no sólo aquí, en todos los lugares y en todos los idiomas.

¿Qué va a pasar con todas esas mujeres que trabajaban de asistentas en casas, de manera ilegal y ahora vuelven a la misma situación, sin cobertura ni derechos? ¿Qué va a pasar con todas esas personas migrantes que han estado recogiendo la fruta de nuestros campos mientras nos cuídábamos en casa? ¿Qué va a pasar con todos los hijos de familias con pocos recursos que no han podido seguir las clases de forma virtual? ¿Qué va a pasar con todos esos estudiantes universitarios que no han tenido acceso a la docencia virtual y ahora se arriesgan a perder la beca que les permite estudiar para pensar en un futuro mejor? ¿Qué va a pasar con todas esas personas sobre cuyas casas pesa una orden de desahucio? Y no sólo aquí, en todos los lugares y en todos los idiomas.

¿Qué va a pasar con el reforzamiento de los servicios sanitarios?¿Qué va a pasar con la reindustrialización de este país? ¿Qué va a pasar con la educación, con la cultura, con el medio ambiente? ¿Qué va a pasar con las mejoras laborales y salariales de quienes durante este tiempo han estado en primera línea sin desfallecer? Aun perdiendo la vida, como en el caso del personal sanitario. ¿Qué va a pasar con un futuro que ya es presente inmediato? Y no sólo aquí, en todos los lugares y en todos los idiomas.

No lo sé y a veces siento que no va a pasar nada, que moriremos lentamente, primero por dentro y luego por fuera. No es posible que vayamos a volver a la casilla de salida en derechos tan fundamentales, no es posible que hayamos llegado al siglo 21 y parezca que queremos volver atrás. No es posible que no hayamos aprendido nada, pero así es. Todas las buenas personas que durante este tiempo han sido y son ejemplo de lo quedemos ser sociedad han quedado en la anécdota. No tenemos ningún ejemplo a seguir, no tenemos a nadie que lidere un cambio, no tenemos calma y sosiego para pensar y organizar, no tenemos tiempo para nada más que hacer oídos sordos a quienes están todo el día gritando y haciendo un ruido insoportable que además no aporta nada.

No podemos seguir instalados en la mediocridad y en la vulgaridad, y esto no tiene que ver con el dinero, tiene que ver con parar, templar, leer, entender, ir más allá del titular, de escuchar y escucharnos, de empatizar, de entender. Es insoportable que los malos vayan ganando.

El lunes volví al lugar donde trabajo, la universidad, sentí una mezcla de emoción y tristeza; emocionante fue entrar en el patio, volver a sentarme en la silla frente a la mesa que normalmente ocupo, ver a los compañeros que han seguido trabajando día a día, a algunos alumnos, desayunar en el bar de siempre, trabajar desde allí. Y tristeza por la ausencia de actividad física al ser toda virtual. Ojalá volver pronto.

Han vuelto las pesadillas, no sólo en la noche, también en las pequeñas siestas que hago para reponer fuerzas, también el cansancio.  

He visto a personas escuchando misas fuera de las iglesias guardando las filas correctamente.

Bonito ha sido ver a casi todos mis amigos, al menos los más cercanos y desayunar, pasear o cenar con ellos y compartir risas, también un poco de resaca. La vida que sigue. 

Aquí os dejo una entrevista muy interesante con la ministra cuyas palabras cito arriba La exjornalera que da voz a los invisibles en Italia. Y aquí un reportaje sobre la otra función de la sede del Parlamento Europeo   Un ‘albergue’ llamado Parlamento Europeo y que lo acerca más a la ciudadanía más vulnerable, a la que también representan.

Y una canción para los deseos de buena semana, la Sencilla alegría de Luz Casal. Sigamos cuidando y cuidándonos, esto no ha terminado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario