A veces la felicidad está en las pequeñas cosas, quizás porque a medida que se van cumpliendo años aprendes a elegir que vas queriendo y que no y que te va a proporcionar más o menos satisfacción y aprender a valorar los buenos momentos de los que no esperas nada y sien embargo te producen felicidad y sobre todo una sonrisa infinita que se prolonga más allá de la falta de sueño, de los sinsabores del trabajo y las turbulencias que asolan el alma.
Ayer me tocó vivir uno de esos momentos que hoy y durante días atesoraré y economizaré en un lugar de honor de mis paraísos privados a donde siempre puedo volver.
Ya dije en mi primera entrada en este blog, que carezco que inteligencia y lucidez y que todas mis emociones anidan en el estómago y hoy las mariposas están revueltas en su volar, pensando que la felicidad son momentos en los que sucede lo que no esperas.
Esta es la historia de un encuentro largamente imaginado, deseado y ¿quién lo iba a decir? cumplido, mucho más allá de lo soñado.
Hace algunos años, creo que en la semana santa del año 2007, un buen amigo me prestó la novela de Santiago Roncangliolo, Abril Rojo, ganadora del premio alfaguara 2006 y me dijo “te va a encantar, te vas a reír mucho”. He de reconocer que yo tenía mis suspicacias porque las novelas premiadas no siempre tienen calidad y a veces solo nos venden un producto, aun así confiando en el criterio de Luis (que así se llama el amigo prestante) empecé a leerla y ya no puede parar hasta llegar al final, literalmente, me la bebí como si fuera un buen gin-tonic.
Suele pasarme que cuando un escritor me gusta, me lanzo compulsivamente a leer todo lo que ha escrito, pensando que sus novelas van a seguir la misma línea que la debutante y que voy a seguir gozando. No es el caso de Roncangliolo, sus novelas y ensayos son, hasta ahora totalmente diferentes, pero igual de sabrosos, da igual que nos cuente una historia de pudor, un cuento de caimanes, una personalidad como la de Abimael guzmán, las memorias de una dama ó nos regale un viaje a Japón que nos deje tan cerca de la vida.
A partir de ese momento, empecé a seguirlo con su blog, sus columnas en El País, sus intervenciones en la ventana y decidí fantasear con la idea de que viniera a Huelva en alguno de los eventos literarios que tenemos porque yo sentía la necesidad y las ganas de decirle que es un magnífico escritor, que es un placer leerlo, escucharlo y que me encantaría que me firmara uno de sus libros.
El 29 de marzo, con una primavera pujante en Huelva, el sueño se hizo realidad, Santiago Roncangliolo llegó, sacó sus armas y nos regaló un maravilloso relato negro sobre el “Chino Pajares”, que en realidad es una novela que habla de amistad, de complicidad, de geografías, en definitiva de la vida, con la que pudimos comprobar la magia de este escritor al juntar palabras y que nos hizo reír y disfrutar de una velada literaria diferente.
Una vez terminada la conferencia y en muy buena compañía, la noche transcurrió entre cervezas, vinos, tapas, sonrisas y chismes sobre Alfredo Bryce Echenique y Fidel Castro, Mario Vargas Llosa y Aznar, Boris Izaguirre y Jaime Bayly y confidencias sobre la utilidad del Facebook, la falta de sueño por tener bebes, cocinas y comidas, el primer beso, la perdida de la virginidad y la posibilidad de volver a encontrarnos en la casa común del festival. A veces la realidad supera a la ficción y un gran escritor es una persona normal.
Cuando iba camino de casa para dormir yo había trazado un mapa de su sonrisa para no perderme cuando esté lejos……gracias Santiago.
Esto es la Felicidad, supongo.
ResponderEliminarpara mi sí amiga, al menos un rato
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