Es el primer día de otoño que me pongo las botas altas y las medias transparentes han dado paso a las medias
opacas. Ya está más fresco y no hay marcha atrás, el verano parece haber
concluido definitivamente, lo sé porque esa noche que va del domingo al lunes
he sentido frío en la cama, aún no tengo manta, como si fuera un gesto de
rebeldía.
He mirado mi armario y he observado que casi toda la ropa que tengo para el otoño- invierno parece de
adolescente, faldas de vuelo cortas, maxifaldas con estampado de flores, un
vestido vaquero muy barato que me sienta espectacular y rebecas de colores nada
discretos. Como un desafío al clima; serás invierno, pero no me enterrarás en
ropa.
Salgo a la calle y aunque
temprano amanece pronto, y sé que eso no va a durar nada, en pocos días
amanecerá casi a las 9 y caerá la noche poco después de las 6. Invierno lo
llaman. Paso por una tienda que exhibe ropa para mujeres de mi edad y cuando he llegado a la estación de autobuses lo he olvidado.
Noviembre fresco, y lleno de días
que por sí solo justifican su existencia. En noviembre Lucas cumple años; Lucas
es uno de mis sobrinos, pero no cualquiera,
Lucas además es mi ahijado, cuando sus padres me pidieron que fuera su madrina
les dije que no sabía si podría serlo porque hace años tengo presentada una
declaración de apostasía en el obispado, ellos no pusieron objeción y el
sacerdote que lo bautizó, amigo de la familia, tampoco. Lucas es el niño que yo
quería que se llamara Marcos, dice unas frases geniales, es muy, muy cariñoso y
desde pequeño yo le pregunto “¿quién es el niño más guapo del mundo?” y dice
“yo” “¿y la más guapa?2 y dice “tú” y a mí eso siempre me arregla un mal día.
En noviembre también cumplen años
mi hermana Marta, que es la madre de Martín (el último sobrino en llegar a la
titidad) que es una auténtica
revolución. Y cumple años mi hermano Mané, que es el padre de Manuel, Pepe y
Victoria, no necesito decir que esta es la niña de mis ojos, una miniyo que me
tiene loca. También cumple años mi amiga Ché, que siempre, siempre está. Y mi
amigo César, que no cumple años, cumple kilómetros.
Podríamos decir que noviembre se
escribe con f de festival del cine iberoamericano. Este año cumple 40 años, es
diez años más joven que yo, y a mí me gusta pensar que su salud es mejor que la
mía, pero no estoy segura, en unos días veremos. El festival es lo que yo llamo
la semana feliz (la mía) espero que este año la felicidad se vea correspondida,
es lo que pasa en las historias de amor.
Noviembre es ese mes en el que se
cumplen días de otro noviembre en el que un hombre que quieramo me dijo que había pensado
en mi y en cuanto le gustaría hacerme el amor y el solo hecho de decirlo ya fue
una caricia.
Y esto es lo que ha dado de sí
intelectualmente mi día, unas pocas palabras ñoñas en mitad de la mierda que
últimamente nos rodea.
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