martes, 5 de mayo de 2015

La madre. Coraje

La verdad es que muchos días no tengo tiempo para digerir tanta información como se produce y como además casi no existe posibilidad de distinguir la verdadera de la falsa, casi nadie contrasta y todo el mundo quiere ser el primero en contarlo, pues me estoy perdiendo un montón de cosas, casi todas de hecho, y más que casi todas, todo lo que suele ser destacado en las redes sociales,  pero de esto igual escribo otro día.

Pero no se me han escapado las noticias sobre Toya Graham, la que han dado en llamar madre coraje de Baltimore (que es una ciudad que últimamente es noticia por los graves disturbios raciales producidos tras la muerte de un chico negro a manos de la policía, otro más).

Partiendo de la base de que no soy madre y nunca lo voy a ser,  he de confesar que cuando vi esas imágenes me espantaron, me dolieron, me dejaron fuera de juego, no me resultaron una visión agradable. Y no considero ese comportamiento de la madre a su hijo, nada, nada ejemplarizante y mucho menos digno de destacar como actitud positiva.

A mí la violencia me repugna, sea cual sea y venga de donde venga, y aunque en muchos momentos de mi vida he manifestado que estaría más que justificada, lo cierto es que no es eso lo que pienso; por una razón muy sencilla, no soporto el dolor físico y es esto lo que trae la violencia. Tampoco soporto la violencia verbal y me resulta igual de insoportable el dolor que esta causa también. Y por encima de cualquier cosa no tolero las humillaciones en público,  porque dejan indefenso al humillado y retratado (casi miserablemente diría yo) al humillador.

No me gusta que mis hermanos riñan a sus hijos delante de mí, no me gustan que mis amigos tengan discusiones de parejas delante de mí. Me parece bien y normal que los padres riñan a sus hijos y que las parejas discutan (siempre que no se sobrepasen límites) pero eso pertenece al ámbito de la intimidad; si le riñes a tu hijo delante de personas que desconocen probablemente la próxima vez lo haga peor, o se encierre en sí mismo como un caracol.

No, no me parece que liarte a mamporros con tu hijo y que sea mundialmente televisado vaya a evitar que Michael (que así se llama el chico) se meta en problemas si quiere hacerlo, en cuanto pasen los minutos de fama, el chico probablemente sea objeto de burla de sus compañeros y eso no traerá nada bueno. Y entiendo a la madre, vio a su hijo en la tele en mitad de las revueltas y pensando que podría ser el siguiente, salió dolorida a buscarlo y rescatarlo.

Mucho me temo que, una vez más, la clave está en la educación; una joven madre soltera con seis hijos no ha de tener tiempo nada más que para trabajar y poder sacarlos adelante, en duras condiciones, viviendo en un barrio marginal y en una ciudad en la que las diferencias raciales parecen aumentar cada día.

No recuerdo que mi madre nos haya puesto nunca una mano encima a ninguno de sus hijos (y somos seis). Cuando éramos pequeños e íbamos a algún sitio de visita nos decía “ya sabéis, los niños hablan cuando las gallinas mean, ¿y cuando mean las gallinas mamá? nunca, las gallinas no mean nunca”; nos ha reñido muchas veces, miles a lo largo de nuestra vida, aún lo hace,  creo que nunca en público, y había veces que habiendo hecho algo mal, no tenía ni que llamarnos la atención, solo con la mirada ya sabíamos lo que había. En mi caso en concreto, cada vez que llegaba tarde a casa, la mirada que encontraba decía “ya sabes que mañana estás castigada sin salir” y no se me ocurría chistar, ni salir al día siguiente claro. 

Lo cierto es que ella siempre nos ha hablado mucho, nos ha preguntado, nos ha explicado, siempre la he sentido muy partidaria del diálogo (incluso cuando a veces por la edad rebelde, creía que nunca estaría de acuerdo con ella)muy paciente y muchas veces muy enfadada, no la recuerdo violenta jamás y como a ella, muchas madres  de mis amigas y amigos, e incluso a muchas amigas que ya son madres, las veo hablando mucho con sus hijos. Una palabra es mejor que un mamporro y dos palabras son mejor que un mamporro humillante. 

Mi madre no es perfecta, ninguna lo es, y tampoco Toya, la violencia contra los hijos (que nunca está justificada, nunca) no da buenos resultados y ¿sabéis que os digo? preferiría que esas imágenes no se hubieran visto, porque me dejaron la sensación que no era la primera vez que sucedía esa situación entre ellos dos, ojalá sea la última.

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