jueves, 18 de junio de 2015

Cinco años

Pilar y José

Voy a compartir algo que solo mis  amigos más íntimos conocen. Hace más de quince años conocí a Pilar y a José, de hecho conocí antes a Pilar a través de amigos comunes, cultivamos una amistad por teléfono y cada vez que llamaba a su casa y era él en su sencillez quien contestaba se me encogía el corazón, aún no había ganado el Nobel; hasta que un día me dijo Pilar que él se daba cuenta y que yo no era menos que él, sino igual.

En 1998 le dieron el Nobel, recuerdo que hablé con Pilar y ella me contó que se habían acordado de todos sus amigos en ese momento. No necesitaba el premio Nobel, pero el premio Nobel si lo necesitaba a él. Cuando Saramago Andaba cerca de Huelva presentando algunos de sus libros yo me acercaba a saludarlos y charlaba con Pîlar mientras él firmaba libros y escuchaba lo que todo el mundo quería contarle. Nos encontramos en Huelva en un palacio de congresos a rebosar para escucharlo. Pilar lo escuchaba como si fuera siempre la primera vez, jamás he visto ese lugar tan lleno. En uno de sus viajes a Cuba, una amiga les entregó un envío para mí, así de cercano era, y les faltó tiempo al llegar para enviármelo. cuando estuvieron en México acompañando a la caravana zapatista al DF, supe por ellos antes de  ser publicado lo que habían vivido.

Siempre ha sabido de donde venía y siempre estuvo al lado de quienes más le necesitaban, nunca renunció a sus orígenes, a sus vivencias, a sus principios, a su ideología. Compartió a manos llenas, no guardo rencor y nunca se escondió, igual presentaba un libro en un acto multitudinario que ante un auditorio de 30 personas y dio su voz a quienes no la tenían. La coherencia hecha persona.

En el verano de 2003 Pilar me invito a pasar quince días en su casa de Tías, ellos estaban en Islandia y su casa estaba sola, me invitaron a cuidarla en su ausencia. Pasé una semana, acompañada por la entonces secretaria de José, Pepa, asombrada por la sencillez de ese hogar. Se iniciaban las obras de lo que en este momento es la biblioteca, residencia y fundación, de la que hoy disfrutan hombres y mujeres de todo el mundo. Un acto más de generosidad y solidaridad poco usual.

El domingo a mediodía llegaron ellos, teníamos una semana por delante para convivir y yo andaba un poco nerviosa. A pesar del cansancio del viaje, Pilar se puso a deshacer maletas, José se dio un paseo por el hermoso jardín que tienen y jugo con sus perros que los recibieron felices; al rato subió a su despacho a trabajar, una vitalidad desbordante. en aquellos momentos estaba escribiendo la magnífica y tan necesaria novela en estos momentos Ensayo sobre la lucidez.

Fue una semana hermosa con dos seres humanos normales, José era lo que transmitía, ni más ni menos; ni prepotencia, ni lujos, ni desinterés, pura humanidad. Se levantaba, desayunaba tranquilamente, leía los periódicos, escribía, almorzaba, sesteaba, volvía a escribir, veía fútbol y reía a carcajadas con los guiñoles de canal plus que daban entonces. Pilar y José se tocaban, se besaban y miraban como si acabaran de encontrarse por primera vez.

Recuerdo que hice un bizcocho, pero me faltó poner un ingrediente y el bizcocho no fue tal; salió una torta dura. Al día siguiente en el desayuno José lo mojó en la leche y se lo comió como si fuera un manjar. Le encantó el aceite de mi pueblo y los hornazos y se reía cuando me escuchaba decir una refrán de los de mi abuela. Hablamos de política, cine, de libros. Le dije que algunas de sus novelas no había podido terminarlas, pero que lo intentaría; me dijo que no era necesario, que a veces a él también le sucedía, me hicieron sentir como en mi casa. Me regaló libros, en uno de ellos la dedicatoria decía "para Mariví, con un abrazo, que vuelvas pronto".

Luego hemos vuelto a vernos en Huelva, Sevilla, en Faro. Fui a su 83 cumpleaños, celebrado en su nueva casa de Lisboa, una pequeña casa, familiar y acogedora, casi no cabíamos, hubiera podido comprarse un palacio, pero no lo necesitaba, finalizamos aquella noche canciones de protesta en el pequeño patio delantero.

He seguido hablando con Pilar por teléfono, sin querer molestar mucho, con Pilar hablamos de política andaluza, de ellos, de mi, de sus viajes, en fin, de la vida.

Ahora estoy triste, pero he visto a Pilar entera, porque eso es lo que José quería, cuando el terrible terremoto de Haití dijo que "no solo hay que enterrar a los muertos, sino cuidar a los vivos". Tenía amor y lo repartía a manos llenas. Esta es la suerte que he tenido. Un pequeño tesoro. Su casa es la casa de todos los que por allí pasamos y siguen pasando. Sus libros son toda una escuela de aprendizaje. Era una persona excepcional y escritor magnífico. Es uno de los nuestros. Hasta siempre José, hasta pronto Pilar. Gracias.

Marcos Ana ha dicho "no podemos hacer otra cosa que apretar el corazón y seguir viviendo".

(Publicado en Odiel Informaicón el domingo 20 de junio)

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