Desde hace tiempo tengo una, creo
insana, preocupación por el uso de las palabras, por el mal uso de las palabras;
por el abuso de las palabras bonitas para definir situaciones y acontecimientos mediocres.
Hoy, diez de noviembre es uno de esos
días. Porque ayer, nueve de noviembre se llevó a cabo lo que se ha dado en
llamar “el inicio de la ruptura Cataluña y España”. Y es uno de esos días
porque entre las muchas cosas que se han dicho y escrito para describirlo, la
más grotesca de todas es “este momento
es peor que el 23F”; para quienes no lo sepan o no lo recuerden, el 23F se
refiere al intento de golpe de estado que sufrió en 1981 la incipiente
democracia española.
Así que voy a hacer un pequeño ejercicio de
memoria porque lo recuerdo todo perfectamente; cinco días antes la separación
de mis padres se había hecho oficial y en ese momento los seis hermanos que
somos vivíamos con mi madre, mi padre ya era una ausencia. No eran fáciles esos
primeros días.
Aquél 23F yo estaba estudiando en
Huelva y por la tarde volví a Gibraleón,
al llegar a mi casa, mi madre no estaba, había ido a su habitual reunión de
catequistas en la parroquia; al rato llegó muy asustada y preocupada, queriendo
que todos sus hijos estuvieran en casa, recogidos, viendo por la tele lo que
sucedía y diciéndonos que estuviéramos tranquilos, los estábamos, quizás porque
aún no éramos muy conscientes de casi nada, al menos los más pequeños de la
familia.
Sobre las nueve de la noche nos fuimos a la cama, que
no ha dormir, al fin y al cabo era un hecho histórico lo que sucedía, pero mi
madre era bastante intransigente con las horas de descansos en época de
estudios. Yo por aquél entonces tenía dieciséis años recién cumplidos y ya me
interesaba la política, ya había acudido a algunas manifestaciones (de la mano
de mis padres), ya tenía opinión y estar
en la cama me resultaba incomodo, así que me levanté y fui hasta el salón
esperando encontrar a mi madre allí pendiente del televisor. No estaba allí.
Estaba en la cocina, sentada en
una silla, con unas tijeras en una mano y un libro en otra. Mi madre estaba
haciendo pedacitos libros que ella amaba porque no sabía qué iba a pasar, y sí
sabía lo que había pasado cuando se dio un golpe de estado en el año 1936. Es
una imagen que no se me va a olvidar nunca, en realidad son dos; el miedo en la
cara de mi madre y el dolor de deshacerte de un libro que forma parte de tu
vida.
Por todo esto y más, cada quien
podrá contar su historia de ese día, digo que me produce bochorno esta
comparación y me preocupa que sea caldo de cultivo para que haya quien se le
ocurra pedir el uso militar de la fuerza para resolver una situación que tiene
responsables con nombre y apellidos y están en el gobierno español y en el
gobierno catalán y ambos, más que miedo, dan vergüenza.
Y, por aclarar, esta historia de
España y Cataluña ocupa el último lugar de mis preocupaciones siendo muy
generosa, en realidad me resulta bastante hilarante. Lo que de verdad me
preocupa es que el espacio que esto ocupa es tan grande que no queda para hablar,
seguir hablando de los recortes en educación. Porque una buena educación nos
llevaría a usar bien las palabras. Y la democracia.
Impresionante. Últimamente estoy leyendo libro tras libro ambientado bien en la última República española, bien durante la guerra civil. Y unido a lo que contaban mis abuelos... Yo también tendría miedo.
ResponderEliminarNo era consciente de pequeña del gran favor que hizo mi familia, tanto paterna como materna, de criarme sin miedo, sin crearme odios ni hacerme heredar rencores.
Un beso