martes, 10 de noviembre de 2015

Palabras


Desde hace tiempo tengo una, creo insana, preocupación por el uso de las palabras, por el mal uso de las palabras; por el abuso de las palabras bonitas para definir situaciones  y acontecimientos mediocres.

Hoy, diez de noviembre es uno de esos días. Porque ayer, nueve de noviembre se llevó a cabo lo que se ha dado en llamar “el inicio de la ruptura Cataluña y España”. Y es uno de esos días porque entre las muchas cosas que se han dicho y escrito para describirlo, la más grotesca de todas es  “este momento es peor que el 23F”; para quienes no lo sepan o no lo recuerden, el 23F se refiere al intento de golpe de estado que sufrió en 1981 la incipiente democracia española.

Así  que voy a hacer un pequeño ejercicio de memoria porque lo recuerdo todo perfectamente; cinco días antes la separación de mis padres se había hecho oficial y en ese momento los seis hermanos que somos vivíamos con mi madre, mi padre ya era una ausencia. No eran fáciles esos primeros días.

Aquél 23F yo estaba estudiando en Huelva  y por la tarde volví a Gibraleón, al llegar a mi casa, mi madre no estaba, había ido a su habitual reunión de catequistas en la parroquia; al rato llegó muy asustada y preocupada, queriendo que todos sus hijos estuvieran en casa, recogidos, viendo por la tele lo que sucedía y diciéndonos que estuviéramos tranquilos, los estábamos, quizás porque aún no éramos muy conscientes de casi nada, al menos los más pequeños de la familia.

Sobre las  nueve de la noche nos fuimos a la cama, que no ha dormir, al fin y al cabo era un hecho histórico lo que sucedía, pero mi madre era bastante intransigente con las horas de descansos en época de estudios. Yo por aquél entonces tenía dieciséis años recién cumplidos y ya me interesaba la política, ya había acudido a algunas manifestaciones (de la mano de mis padres), ya tenía opinión  y estar en la cama me resultaba incomodo, así que me levanté y fui hasta el salón esperando encontrar a mi madre allí pendiente del televisor. No estaba allí.

Estaba en la cocina, sentada en una silla, con unas tijeras en una mano y un libro en otra. Mi madre estaba haciendo pedacitos libros que ella amaba porque no sabía qué iba a pasar, y sí sabía lo que había pasado cuando se dio un golpe de estado en el año 1936. Es una imagen que no se me va a olvidar nunca, en realidad son dos; el miedo en la cara de mi madre y el dolor de deshacerte de un libro que forma parte de tu vida.

Por todo esto y más, cada quien podrá contar su historia de ese día, digo que me produce bochorno esta comparación y me preocupa que sea caldo de cultivo para que haya quien se le ocurra pedir el uso militar de la fuerza para resolver una situación que tiene responsables con nombre y apellidos y están en el gobierno español y en el gobierno catalán y ambos, más que miedo, dan vergüenza.

Y, por aclarar, esta historia de España y Cataluña ocupa el último lugar de mis preocupaciones siendo muy generosa, en realidad me resulta bastante hilarante. Lo que de verdad me preocupa es que el espacio que esto ocupa es tan grande que no queda para hablar, seguir hablando de los recortes en educación. Porque una buena educación nos llevaría a usar bien las palabras. Y la democracia.

1 comentario:

  1. Impresionante. Últimamente estoy leyendo libro tras libro ambientado bien en la última República española, bien durante la guerra civil. Y unido a lo que contaban mis abuelos... Yo también tendría miedo.

    No era consciente de pequeña del gran favor que hizo mi familia, tanto paterna como materna, de criarme sin miedo, sin crearme odios ni hacerme heredar rencores.

    Un beso

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