miércoles, 16 de marzo de 2016

Apuntes de marzo (2)

Hoy tenía una cita en un hospital de Huelva para una pequeña cirugía.

Hace unos meses, mientras estaba en Chile empecé a sentir un dolor donde la espalda pierde su casto nombre y empieza el culo, era un dolor que sentía sobre todo al estar sentada, no presté mucha atención; podía ser cansancio, nervios, una cama diferente, cualquier cosa y me dije a mi misma que cuando regresará iría al médico.

Al volver a la normalidad el dolor se iba haciendo mayor y fuí al centro de salud para ver a mi médico de cabecera. Al contarle lo que sentía, la doctora hizo que le enseñara mi culo para ver que era y diagnosticó un quiste pilonidal para lo que derivo a un cirujano para que lo viera, dos mese después el cirujano ratificó lo dicho por la doctora e inició el trámite para ir al hospital a quitar el quiste con una cirugía rápida.

Tras haber superado las pruebas de la anestesia, el día era hoy. A las 9,30 de la mañana, tal y como se me había indicado ingresé en cirugía diurna, me indicaron la habitación que debía ocupar, me dieron uno de esos camisones horribles de hospitales y me dijeron que no podía tener las uñas pintadas y que debía despojarme de pulseras y pendientes, también trajeron acetona para quitar el esmalte de uñas. Cumplidos todos los requerimientos me acuesto hasta que venga una enfermera a cogerme una vía con un tranquilizante; como me había despertado temprano e iba en ayunas, dormité hasta que llegó la compañera de habitación.

Sobre las 11 de la mañana llega una enfermera que nos toma la tensión, nos clava una aguja en la mano y me dice que no puedo llevar los labios pintados, le digo que me los he pintado de rojo a propósito, para darme fuerzas, ella sonríe, nos hace una serie de preguntas y que al rato vendrán a llevarnos al quirófano. He de decir que a mi me acompañaban mi madre y mi hermana Marta, a la compañera la acompañaban cinco personas, en total eramos nueve personas en ese pequeño espacio. Nunca entenderé esas multitudes acompañando a enfermos en los hospitales.

Un rato largo después entra un amable celador para llevarme a quirófano, aunque antes me deja aparcada en una larga sala donde hay varias camas, unas libres y otras ocupadas. El anestesista se acerca y me pregunta si me duele el culete ¡¡el culete!! le digo que sí, pregunta que si soy  alérgica a algún medicamento y le digo que a la sulfamida, pregunta que porqué y le digo que no lo sé, que mi madre me lo ha dicho siempre y qué como lo sabe mi madre y le digo que probablemente de pequeña me hicieron alguna prueba y se lo dijeron ¡yo que sé! dice que tengo que hacerme las pruebas de la alergia para comprobarlo. Tengo frío pero no tienen mantas y me echan encima otra sábana; un enfermero me pregunta que porque estoy en posición fetal, le respondo que me duele mucho la espalda para dormir boca arriba y que prefiero dormir así, en un alarde humorístico le digo que también extraño mi colchón.

Ya me llevan al quirófano y como vas mirando hacia arriba he de decir que es como en las películas, muchas luces en los techos y muchos aparatos por todos lados. Cambio de camilla, me pongo boca abajo y mi glorioso culo queda expuesto a la mirada de la cirujana que me explora, llama a otro cirujano que hace lo mismo. Tocan un bulto que me molesta y un hueso que duele mucho. Deciden que no van a operar, que el quiste es tan pequeño, que el daño que harán será peor que lo que tengo y que el dolor me lo provoca el coxis que ha crecido afilado y es lo que causa el dolor. 

Entonces me echo a llorar, tengo la impresión de que me están riñendo, les digo que no he llegado hasta ahí por gusto, que lo indicaron los médicos y que siento que hayan perdido su tiempo. Me llevan de nuevo a la habitación y vuelve la amable enfermera a preguntar cómo estoy, y de nuevo me echo a llorar, ella me toma la mano y dice que a veces los médicos no saben explicarse y que no es mi responsabilidad lo que ha sucedido, me quita la vía y dice que va a buscar los papeles con el informe y el alta médica.

Mi madre y mi hermana están hablando con la cirujana que les explica lo mismo que me han dicho a mi allí dentro. Me visto, mi familia vuelve y la enfermera también a traer los papeles, me dice que siente lo que ha sucedido y que mejor que nos veamos por la calle, la abrazo y le doy dos besos, olvidé preguntarle como se llama.

A la salida del hospital con un estado de ánimo cansado, alegre y triste, como en una tragicomedia, compró un cupón y aunque era la hora de almorzar, me tomó un café. El primero del día, me hacía falta.

A pesar de la lentitud en los tiempos y del diagnóstico erróneo solo puedo agradecer una vez más a los trabajadores y las trabajadoras de la sanidad pública por su entrega. A mi familia, amigos y compañeros que han estado pendiente, también. Gracias. 

Y todo esto me ha permitido asistir a la concentración en contra del acuerdo de Unión Europea y Turquía y en solidaridad con los refugiados. Ahora volvemos a empezar con el traumatólogo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario