domingo, 28 de agosto de 2016

La rutina (no rutina)


Puedo decir que las tres semana que he tenido de vacaciones no han sido las mejores de mi vida y también puedo decir que han sido unas buenas vacaciones. Apenas las había iniciado falleció padre, con todo lo que eso conlleva, y aún así han sido buenas vacaciones, si por buenas vacaciones entendemos un no parar; donde ha habido un poco de todo. 

Un mucho de mimos de familia y amigos, un poco de limpieza en el hogar, un bonito viaje a Marruecos, unas escapadas a las bonitas playas de Huelva y el sur de Portugal, un poco de películas infantiles, un poco de música y un poco de lectura. Esto último es raro, en verano nunca decae el ritmo de lectura que llevo en invierno, la diferencia estriba en ir a la playa sola o acompañada, en este último caso leo menos y también en el tiempo que paso en casa y no, no ha sido mucho, es verano, al fin y al cabo.

He de decir que agosto no es mi tiempo favorito para coger vacaciones, las tomo porque no tengo opción, y siempre me guardo unos días para disfrutar del tiempo que me gusta, allá por final de septiembre. Todo esto para decir que tenía ganas de empezar a trabajar ¡sí! puede sonar raro, pero así es, trabajar para volver a la rutina y ¿porqué no? al descanso. La rutina de un horario para levantarse, un horario para trabajar, un horario para almorzar, un horario para descansar (entiéndase por esto dormir unas seis horas por la noche, todas seguidas) tras u buen rato de lectura en la cama, entre sabanas frescas y sin apenas ruido pues la mayor parte del vecindario no está. Y toda una tarde libre para muchas cosas y casos.

Hasta que te das cuenta que la rutina no es tanta; durante esta primera semana de trabajo he podido hablar varias veces con un chico que quiere estudiar uno de nuestros programas académicos y que es de Costa de Marfil. También he hablado varias veces con una chica libanesa, que quiere lo mismo y la gran sorpresa ha sido que habla muy bien español, según me cuenta porque siempre tuvo interés en aprenderlo. Estos contactos emocionan y estimulan a partes iguales, de sus respectivos países las noticias que nos llegan siempre suelen ser malas, así que este interés deja un lugar muy amplio a la esperanza, la de ellos y la de nosotros.

La rutina deja de serlo cuando una de las mañanas aparece en la oficina C. (una mujer que fue alumna nuestra), ella es  víctima de violencia de género y una sobreviviente, porque consiguió terminar su tesis y presentarla, trabaja cuando puede, a pesar de estar protegida y saca a su hijo adelante; mientras dice que viene a preinscribirse en uno de nuestros posgrados, me va narrando lo duro que le resulta ver cuando su hijo sale al punto de encuentro establecido para reunirse con su padre, padre que la mayoría de las veces no acude y deja al niño desolado. C es una gran mujer, siempre me alegra verla, porque sé que no es fácil que pueda andar libremente, y espero que un día la vida la recompense, lo merece. Lo mejor, siempre, el abrazo cálido con la promesa de que se repita pronto.

Y el placer de la rutina es volver a coincidir con mi amiga Che Duarte en las idas y venidas a La Rábida, la alegría de ver como su hija Carla va creciendo y cuando sonríe ilumina sus ojos y mi mundo; retomar los desayunos al aire libre en el bar de siempre, poder elegir quien te acompaña en esos momentos, intercambiar chismes y relatos de las vacaciones.Trabajar sin jefes.

Y cuando menos lo esperas, escapar a la playa y saber que aún queda verano. ¡Viva la rutina!








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