jueves, 31 de agosto de 2017

Agosto


"Tengo que apagar la vela, pero no la esperanza. Esa...ni muerto" (Subcomandante Insurgente Marcos, ahora Sup Galeano)

Agosto es el mes más bonito para quedarse en la ciudad, y cuando digo ciudad digo también pueblo; en la ciudad porque se queda más despejada y en el pueblo porque es cuando más personas vuelven y lo que normalmente está despejado, se llena de vida. Es maravilloso contemplar la alegría de quienes una vez al año vuelven al lugar donde nacieron, donde es posible que aún  vivan sus padres, sus amistades. Y es maravilloso pasear por la ciudad liberada del trasiego habitual.*

Agosto es el mes en el que puedes trabajar con tranquilidad, sin prisas, rematando las tareas que quedaron pendientes con las prisas y atender las cotidianas con calma; el mes en el que darte cuenta que mientras algunos estamos de vacaciones otros están en lo más crudo del crudo invierno y la vida funcionarial sigue girando. El mes en el que el silencio se hace presente en las oficinas salvo alguna llamada o visita, bendito silencio.

Agosto es el mes en el que al quedarte sola a la hora de desayunar puedes leer un libro, o varios; el mes en el que también puedes encontrar otras compañeras de desayuno; y también en el que mientras desayunas sola llega una banda de música (invitada a amenizar un acto en un lugar cercano) y se instalan en las mesas a tu alrededor hasta llegar a la esquina en la que te sientas y de pronto percibir que estás ahí discretamente sentada; días más tarde hace lo mismo un pelotón de ciclistas.

Agosto es el mes en el que sales más temprano de trabajar, vas a comer a casa de tu madre cualquier día y duermes la siesta al mismo tiempo que ella; el mes en el que las tardes se acortan y la pereza se alarga, los paseos se vuelven caminatas y descubrimientos, las películas que se estrenan son malas y los libros se hacen cortos; el mes en el que las noches se hacen más ruidosas y en las mañanas, al salir camino del trabajo, ves a los jóvenes volver a casa y sonríes mientras piensas "con lo que era yo".

Agosto es el mes en que te puedes levantar un poco más tarde e igual tu cuerpo tiene un reloj biológico que te avisa antes que la alarma y te da tiempo a pasear tranquilamente hacia el lugar donde te recogen para ir al trabajo, comprar el periódico, tomar un café que el camarero te sirve al tercer día sin preguntar porque ya lo sabe y además te regala una sonrisa que le llega hasta los ojos, en el que mirar la vida pasar temprano, saludar a los pocos habitantes de la calle reconociéndote porque no somos muchos, ver como cambia la luz según se va aclarando la mañana y disfrutar las calles recién refrescadas; en el que no tienes que echar el freno ni pisar el acelerador, simplemente seguir a tu ritmo, en el que aún no ha llegado el tiempo de vacaciones.

Agosto es el mes para seguir diciendo no y sí, para saber distinguir entre tanta oferta que confunde cultura, con diversión y negocio, para no dejarte arrastrar, para tejer nuevas complicidades y destejer algunas, nada es eterno; para no salir corriendo y no quedarse siempre parada; para llegar a casa, desnudarte hasta el sujetador y sentirte libre de pasear y estar con una camiseta y bragas, abrir la ventana y que se cuele la brisa.

Agosto este año me ha dado alegrías y tristezas, algún desapego y alguna decepción, dudas, también un buen aprendizaje y buenos encuentros, días que sí y días que no.  Y miedo, y con este la certeza de que es legítimo tenerlo.

Agosto este año tampoco ha aclarado las eternas dudas y no nos ha dado la receta para acabar con el sufrimiento, el propio y el ajeno.

Agosto ha sido este año el mejor mes para ir en dirección contraria al resto.

*Hago constar que no tengo nada contra las ciudades llenas de personas habitándolas, nada, contra nadie, nunca, es más, me fascinan las calles llenas.


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