sábado, 18 de abril de 2020

Fragilidad (semana cinco)

"Es muestra de inteligencia ser capaz de demostrar la mejor cara de cada uno, no la peor, que también la tenemos", Victoria Camps, Creer en la educación.

Para mi sobrino Daniel, que cumple hoy 22 años y le guardo los abrazos.


El lunes cumplimos el primer mes de confinamiento. Parece algo increíble, a veces me acuesto pensando que al día siguiente me levantaré para ir a trabajar y todo habrá sido un mal sueño. No.

Me cuenta mi madre que su nieta Victoria la ha llamado para decirle que le duele la barriga, que vaya a darle un masaje como ha hecho otras veces, y no puede, claro, pero le encanta recibir esa llamada. Otro día me cuenta que tiene muchas ganas de ver a sus nietos, y a tus hijos, le digo, sí, pero primero a mis nietos, responde, ten madre para esto.

Por cierto, mi sobrina Victoria me avisa que ya tiene instagram (aquí debería ir un emoticono de echarse las manos a la cabeza).

Esta semana hice por primera vez en mi vida cruasanes, que tampoco es que sea escalar el Everest, así os lo digo y también bizcocho de naranja. Una cuarentena de muchas primeras veces.

Los días han ido amaneciendo grises y lluviosos, fríos a ratos, hay a quien le sorprende, a mí no, en los últimos años marzo y abril siempre han sido así; ahora se siente como si el tiempo meteorológico quisiera acompañarnos en casa y que no tengamos tentación de salir de casa si hace sol, aun así, los pocos rayos son bienvenidos.

Una de las tardes de esta semana que subí a la azotea a caminar habían vuelto los vecinos del otro bloque, menuda alegría me dio verlos, la señora, con sus gafas de sol puestas (que no hay que perder el glamour) me preguntó cómo estaba y le dije que bien, que los había extrañado y que me alegraba de volver a verlos, me contó que algunos días no había subido por el frío y otros lo habían hecho a otras horas. Por la tarde hago coincidir el final del paseo con la hora de los aplausos, me gusta compartir ese momento y además es el único momento del día en que consigo ver a otros seres humanos.

Sigo sin dormir bien, sigo sin dormir mucho, sigo teniendo sueños feos, hablé con mi amigo Manuel H. y me decía que a él le pasa lo mismo; eso me produce cansancio, yo nunca he tenido problemas para dormir y no hacerlo pasa factura física y emocionalmente. Alguna noche de algún día consigo dormir varias horas seguidas de puro agotamiento.

Compruebo con tristeza y estupor que en este, mi país, hay gente que no se alegra que descienda el número de personas fallecidas, el número de personas en las ucis, que aumente el número de personas dadas de alta, es del todo incompresible para mí, quizás porque yo solo espero el día que salga el último enfermo del hospital, ni siquiera espero ya salir de mi casa, esto no va de individualidades, va del colectivo que formamos como sociedad. Y una vez salga la última persona del hospital, podremos salir y abrazarnos, no solo por nosotros, también por todas esas personas que no pudieron dar el último abrazo a sus seres queridos.

Tristeza y estupor que aumenta cuando veo que también ha gente, casualmente la misma, que se opone a que se le dé un ingreso mínimo vital a personas que ya lo están pasando francamente mal, que ya lo pasaban mal antes, porque hay cosas que no son nuevas; me molesta la falta de empatía, de solidaridad, de ver más allá de sus propias narices.

Me enfadan muchísimo estas actitudes, me ponen violenta, me desagradan, me molesta pertenecer al mismo género que quienes no miran más allá de su ombligo y su bolsillo.

No sigo la actualidad al minuto por salud mental, pero entiendo perfectamente que este no es momento de juzgar al gobierno, es el momento de remar todos en la misa dirección para salir de esta y después, pedir explicaciones. Me molesta la maldad, me molesta el abuso, me molesta la falta de bondad, me molesta la mentira, la manipulación, la falsedad.

Hay días que pienso que cuando esto pase volveremos a ser lo que somos, quien sea buena persona, honesta, solidaria, lo seguirá siendo, quien sea mala, deshonesta y egoísta, lo seguirá siendo. Seremos una sociedad más pobre en lo económico, ojalá estemos pertrechados moralmente para no dejar a nadie atrás, para construir una mejor sociedad, un mejor país, un mejor planeta, lo necesitamos, necesitamos dejar un mundo mejor a las niñas y los niños que llevan tantos días encerrados, muchas veces sin entender del todo lo que pasa y estando a la altura; necesitamos un mundo mejor para todas esas personas mayores que ya trabajaron muchos años y merecen disfrutar de una mejor vida en sus últimos años; necesitamos un mundo mejor, en el que quepan muchos mundos, en el que podamos vivir sin más sobresaltos que los que la vida en el curso de su recorrido nos depare.

No sé si esta pandemia mundial nos ha desnudado, si sé que nos está mostrando toda la bondad de las personas, que es infinita y toda la maldad de alguna gente, que es mucho menor, pero más ruidosa.

Mientras tanto, a todas horas del día se escucha a los pájaros ¿será que antes no prestábamos atención?, ahora trinan y trinan, como en un diálogo permanente entre ellos mismos, a una le gustaría saber que piensan, si también les resulta extraño volar y trinar sin tanto humano alrededor.

Un alumno mexicano que pasó por la universidad hace unos años me envía un mensaje para preguntar cómo estoy y me dice que reza por mí y por mi familia, para que estemos bien, yo que soy atea, le devuelvo el abrazo y pienso que en estos tiempos todas las ayudas son buenas. Coincide en el tiempo con la agresividad con la que esta semana se ha cuestionado el trabajo de los funcionarios que trabajamos desde casa (por otro lado nada nuevo, quienes trabajamos en la administración pública siempre estamos en el punto de mira), olvidan que el personal sanitario también los es, así como los bomberos, policías, jardineros y hasta quienes recogen la basura por la noche mientras el resto descansamos, es agotador a veces.

En mucha gente no hay compasión, solo hay ficción.

De pronto caigo en la cuenta que antes de la cuarentena, los miércoles en la noche yo miraba la cartelera para ver los estrenos del fin de semana y organizarme, extraño ir al cine, me dicen a menudo, si no sabemos cuándo podremos volver a las salas, ni sabemos cuántas personas podrán entrar en ellas, y siempre respondo lo mismo, he estado muchas veces sola para ver una película, no espero que las salas vuelvan a llenarse, ojalá.

El viernes nuestra amiga Adela cumplió años, así que bajo la batuta de la gran Bego, nos conjuramos para grabar vídeos, juntarlos todos en uno y enviárselo, para así acompañarla y celebrar con ella, ha sido muy divertido y muy bonito y emocionante, los amigos, que son la familia que una elige.

Me fascina la diversidad del castellano en el mundo, lo que aquí llamamos mascarilla en Argentina lo llaman barbijo y en México cubrebocas. Para seguir cuidando, para seguir cuidándonos. Sobre todo para agradecer a quienes nos siguen cuidando, que son muchas y muchos, incansables, de día, de noche; en todos los lugares, en todos los idiomas.

Esta semana no voy a recomendar textos largos, aunque tengo ¿eh?; os recomiendo una serie, Unorthodox, la historia de una chica judía que huye de su familia, que es ultra ortodoxa, y como consigue empezar una nueva vida, la podéis ver en Netflix. Y una película, La candidata perfecta, sobre una mujer médica en Arabia Saudí que decide presentarse a las elecciones municipales cansada de ser ignorada por ser mujer, la podéis ver en Filmin.

Me ha volado la cabeza esta maravillosa versión de Agapimu con Ana Belén y Ojete Calor.


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