sábado, 25 de abril de 2020

Fragilidad (semana seis)

"No tengo certezas ni un manual de instrucciones sobre el siguiente paso. Simplemente me digo que se necesitará un gran esfuerzo para reconstruir y saber crear de nuevo una vida colectiva en la que no tengamos miedo de nuestro prójimo", Hélène Gestern, escritora.

El pasado sábado, mientras escribía la anterior entrada, llegó a mi casa un libro que me había enviado mi niña Alejandra desde Madrid, cómo no sentirse querida.

Esta semana tampoco ha salido el sol, a mi madre, que algunos días ya la noto cansada y triste aunque esto ella siempre lo negará, no le gustan los días grises, a mí tampoco, y en esta cuarentena eso no contribuye al buen ánimo; claro que en mi querida familia el clima meteorológico siempre es tema de debate, como en casi todas, imagino.

El domingo y el miércoles salió el sol como si quisiera darnos una alegría, también hizo viento, como si quisiera llevarse lo malo.

A veces intento echar la mirada hacia atrás y parece que todo es muy lejano, como si lleváramos viviendo así más tiempo del que en realidad llevamos; ya se siente el cansancio y al mismo tiempo la esperanza de que pronto podamos volver a incorporarnos a nuestra vida habitual, aunque sea poco a poco. También hay quien dice que viviría siempre así, yo no sé si es postureo o irracionalidad, yo no querría vivir siempre así, porque vivir así implicaría que seguiríamos enfermos, quizás de otra manera y no es bueno vivir sin libertad. Salud y libertad, esa es la idea.

Y es cierto que nos hemos calmado en muchos aspectos, ya no somos tan graciosos en los grupos, ya no nos hacen gracia tantas tonterías, ya no estamos lanzados a querer cambiar nuestras casas de arriba a abajo; yo diría que estamos más serenos, pero como no me gusta hablar por nadie diré que yo me siento más tranquila, triste, preocupada, sin descansar bien, pero más tranquila, ya no me duele tanto la soledad impuesta, aunque sigo sin dormir bien y sin dormir mucho. Ahora puedo confesar que los primeros días de subir a la azotea por las noches soñaba que caía de ella, y claro, la opción era vencer esa pesadilla o dejar de ir a hacer ejercicio, y vencí a la pesadilla, ahora sueño otras cosas, a veces con algún chico guapo, el mismo siempre.

También he desayunado por videollamada con Alberto; tomado un vermú con mis amigos de Córdoba (Fidel, Toro y Jose; merendado con mis compañeras más amigas del trabajo, Che, Merchi y Betsy y con Jaime en un precioso reencuentro, no es poca cosa la compañía y las risas. Diego me envía fotos con margaritas y amapolas para que no olvide que es primavera.

Sigo teniendo una batalla con las palabras, con algunas de las que se utilizan estos días, una de ellas es reconstrucción, que me suena a transición y de esa ya hemos tenido una; preferiría construcción, construir de nuevo donde se pueda, con todo lo aprendido no solo estos días, también antes. Tampoco me gustan las palabras distancia social, yo diría mejor distancia física, que es lo que tenemos, por fortuna como sociedad si estamos funcionando y estamos cerca las personas unas de otras, quizás más que en otras ocasiones y quizás no sea para siempre, pero qué bonito es mientras es y como reconforta. Tengo la impresión de que el mundo se ha parado, gran parte al menos y eso, por sí solo, es un hecho histórico; la parte del mundo que no ha parado es porque no puede hacerlo, porque tiene que comer, porque no tiene donde parar, porque es invisible.

Escucho por todos lados que las cosas van a cambiar después de esto, y no estoy tan segura, las cosas no cambian, las cosas se cambian y las cambiamos las personas con nuestra actitud, nuestro voto, nuestro caminar, nuestra responsabilidad; también es cierto que hay momentos en los que no tengo esperanza de que suceda, para eso hay que tener un objetivo común y no parece el caso, mientras seamos una sociedad en la que unos intentan obtener beneficios y otros siguen siendo pobres, es difícil. 

La misma gente que hace un mes le reprochaban al gobierno que no hubiera tomado medida antes ahora le exige al mismo gobierno que vaya pensando en terminar el confinamiento, sin pensar más allá de sus propios intereses electorales, creo, qué irresponsable es esto. Son las mismas que no tienen respeto ni por las personas muertas a las que usan a su antojo a diario sin la más mínima vergüenza y sin pudor, no sé cómo se deben sentir los familiares, que bastante tienen con no poder velarlos; sigo pensando mucho en esto y en las personas que estando ingresadas en hospitales no pueden recibir visitas.

A menudo me pregunto qué está sucediendo este tiempo con todo lo malo que estaba ocurriendo en el mundo, la guerra de Libia, la de Yemen, los inmigrantes intentando huir por distintas fronteras y mares, la trata de mujeres, los niños trabajando en muchos lugares como mano de obra barata, los refugiados en los distintos campos del mundo, las revueltas en muchos países, las hambrunas, como siempre digo, todo lo que estaba mal antes de esto. Una de las noticias que más me ha sorprendido estos días es la que cuenta que durante el mes de marzo no ha habido ningún tiroteo en las escuelas e institutos de los Estados Unidos, una no sabe qué pensar.

Los vecinos de mi bloque que se fueron de la ciudad al inicio de la cuarentena han vuelto, ahora resulta agradable escuchar a niños reír y llorar. Y tengo una vecina que canta espectacular, no lo hace a menudo, pero cuando lo hace, me dan ganas de aplaudir y decirle que no pare, qué maravilla.

El pasado jueves 23 de abril fue el día del libro, como cada año, solo que este año no hemos tenido feria, ni librerías abiertas con descuentos, ni encuentros en las bibliotecas, ni rosas para regalar; por suerte algunas librería están vendiendo por internet y llevan los libros a casa, otras cogen pedidos para ser recogidos después; en muchas casas tenemos libros sin leer y leídos y eso en sí ya es una celebración.

Nos han prorrogado el estado de alarma dos semanas, cuando podamos salir a trabajar será casi verano y nos cogerá con estos pelos, en todas partes dicho sea de paso, con el sex appeal en precario o asalvajao como dice mi querida Estela y me causa mucha risa.

Seguimos con más dudas que certezas, también seguimos con menos personas fallecidas, menos personas ingresadas, más personas dadas de alta, más avances en las investigaciones científicas para encontrar vacunas. Más personas y colectivos quienes dar las gracias, más razones para seguir confiando, para seguir cuidando y cuidándonos, para tener paciencia y empatía. Gracias es mi palabra favorita junto con esperanza.

Esta semana también he leído varias cosas interesantes, pero sin duda el artículo que más me ha conmovido ha sido este Mejor callarse, solo un poco del que he sacado el texto que encabeza esta entrada.

Y una canción bellísima que me envió días pasados la querida Desiree. 








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