Hoy se me han saltado las
lágrimas dos veces; de tristeza y emoción. Como todos ya saben, trabajo en la
Sede Iberoamericana Santa María de La Rábida de la Universidad Internacional de
Andalucía.
En dicha sede los días nunca son
iguales, tampoco son diferentes, la mayor parte de los días son
extraordinarios; por la diversidad de acentos, por los abrazos, porque casi
siempre hay quien te regala un dulce de su país, porque llegan correos de
alumnos que ya fueron, porque comunicas buenas noticias cuando se beca a
alguien o porque se te parte el alma cuando alguien se ve obligado a renunciar
a otra beca.
En estos últimos tiempos se han incrementado la presencia de alumnos españoles, y a estos pertenceen las dos historias que cuento.
En estos últimos tiempos se han incrementado la presencia de alumnos españoles, y a estos pertenceen las dos historias que cuento.
En la mañana he recibido dos
llamadas, una de una empresa con la que tenemos firmado un convenio para que
algunos de nuestros alumnos hagan prácticas tras la finalización del máster. La
chica al otro lado de la línea me pedía el teléfono de una alumna, con
urgencia, pues tras su estancia allí han decidido ofrecerle un contrato de
trabajo.
Amablemente le he dicho a la
chica que por la ley de protección de datos, no podemos facilitar números de
teléfonos, pero con gusto haría de intermediaria para que la chica contactara
con ellos. Así ha sido, la alumna se ha puesto feliz, lleva más de un año sin
trabajar. Espero que sea el comienzo de una larga relación laboral.
Más tarde he hablado con un chico
al que hemos otorgado una beca de matrícula para un curso que se inicia en el
mes de abril y para el que tiene preparación de sobra. Ha llamado desde Dublín,
se ha ido, le han contado que con su alta cualificación académica es probable
que en esa ciudad encuentre trabajo, está triste, casi se ha echado a llorar y
me ha dicho “lo he pensado mucho, tenía muchas ganas de hacer el curso, pero no
tengo ni para pagar la gasolina para ir a la universidad y no quiero que por no
avisarte a tiempo, otra persona se quede sin la beca que yo no puedo utilizar”.
¿Qué puedes decir? Te queda sabor agridulce hasta en el corazón. No
estoy segura de que seamos conscientes del daño que estamos haciendo al
presente y al futuro de este país expulsando del mercado laboral a los hombres
y mujeres mejor preparados de cualquier generación previa. Y que cualquier gneeración posterior, de seguir la política de recortes en educación.
Al final, todas estas personas
harán mejores a los países y personas que los acogen y no querrán volver,
ni a hacer turismo, porque para entonces
solo seremos un burdel con máquinas tragaperras.
En mis sueños, estas personas
vuelven, y nos convertimos en un país
mejor, más justo, más igualitario, más real; no hay que perder la esperanza, como dijo ayer
Pepe Chamizo, defensor del pueblo andaluz “hoy, tener esperanza, es formar
parte de la revolución”.
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