lunes, 18 de marzo de 2013

Un lunes cualquiera


El pasado viernes tuve un sueño feo relacionado con el trabajo. Cuando esta mañana de lunes,  casi madrugada aún,  sonó el despertador, estaba despierta, como suele ser habitual; no tenía ganas de ir a trabajar, no quería ir a trabajar.
Al salir a la calle, el día ya era, amanece más temprano y es más fácil ponerte las gafas de sol para disimular.
En mi oficina me esperaba un paquete, el día empezaba a tejer sonrisas. El paquete venía de Ecuador, y traía este sombrero que aquí luce. Me lo enviaba una amiga que prometió hacerlo, Ingrid, no se sí ella se acordará, pero  ya otra vez me regalo un hermoso foulard rosa, también de su país, que llevo y luzco con carño y orgullo,  y un llavero que guarda las llaves de mi casa, la suya.
El sol seguía subiendo y la mañana se enderezaba; cuando volví de desayunar, otra alumna, Flor,  recién llegada a un curso, me obsequió con un café de República Dominicana, su país. Otra promesa cumplida.
Ya no parece necesario poner la estufa, la primavera empuja con fuerza, una alegría en tiempos de zozobra, quizás para tomar la calle. Y hay calor en el corazón y en las manos.
Ya, esta tarde, en la clase de pilates, una compañera hablando de su madre, que tiene 85 años, contaba, que esta al ir a su aula contra el alzehimer, no hace bicicleta porque siempre la cogen otras dos y que además todas son muy mayores. Inevitable una gran sonrisa, que carácter la señora.
Hoy ha sido (era lunes) pero me han regalado un sombrero ecuatoriano, un café dominicano y alguien a quien quiero mucho, ha sido feliz.
Quizás solo haya que frotar el sombrero, cual lámpara mágica.

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