“A quien madruga Dios la ayuda”. “No
por mucho madrugar amanece más temprano”
El refranero español tan sabio
como contradictorio. Esta semana me ha tocado madrugar mucho, en exceso diría yo.
Normalmente me levanto sobre las 6,30 (podría hacerlo un poco más tarde, pero
me gusta desayunar como una señora, darme una ducha tranquila, tomar un segundo
café antes de salir de casa y sobre todo, no correr desde primeras horas de la
mañana).
Pero esta semana he madrugado a
las 6,15, sé que no parece mucho, pero lo es, sobre todo para alguien como yo
que puede estar leyendo hasta la 1 de la madrugada casi todos los días y ahí
radica la jugosa diferencia del cuarto de hora. Y en esta normalidad de las 6,30 suelo salir a la calle a las 7,30 de la
mañana, cuando el mundo ya está casi puesto. Y en la anormalidad de las 6,15 me
he echado a la calle a las 7 de la mañana, cuando casi el mundo está por
construir.
Y me ha gustado la experiencia,
la calle no es la misma cuando existe media hora de diferencia. Lo primero que
se oye cuando sales a las 7 de la mañana es el silencio y el sonido de la brisa
(sí, la brisa suena, no solo el viento) algunos, muchos corredores, que siempre
dan los buenos días y tus propios pensamientos; además hay pocos coches a esas
horas. Es muy placentera esa hora para empezar a vivir el día y sobre todo
sonreír, no está mal. La calma tan necesaria para las horas que se vienen por
delante.
Cuando sales a la calle a las
7,30 de la mañana ya es otra cosa. Lo que se oye son los pasos acelerados de
quienes como tú se dirigen a su lugar de trabajo, los coches, más corredores,
estudiantes que inician sus clases al rato, la bulla. La vida que ya empezó.
En realidad no me molesta
madrugar, casi siempre me despierto antes que suene el reloj, y una vez suena
salgo de la cama y trato de hacerlo de buen humor. Nunca me ha gustado mucho
dormir, de hecho considero que dormir es perder el tiempo, me gustaría poder
vivir sin hacerlo porque me gusta tanto el día como la noche y parece que si no
duermes siempre pasan más cosas, claro que para eso están los sueños, en los
que a veces vives cosas que jamás vivirás en la realidad o sí.
De hecho, aunque trasnoche, suelo
levantarme temprano. Pero he aprendido a escuchar mi cuerpo y el día (o la noche)
que este dice basta, pues me acuesto a la que hora que sea y le doy todo el
sueño que pide, así que una vez a la semana suelo dormir unas nueve horas.
Y todo esto para contar que esta
semana me ha tocado madrugar mucho, y que la próxima semana madrugaré lo
normal. Que ha merecido la alegría hacerlo. Que me gusta el mes de
septiembre, a pesar de que los últimos
han venido con malas noticias. El pasado año escribí esto sobre este mes en mi blog y lo sigo pensando. Que es bonita esa mañanera soeldad acompañada. Y que a veces amanece antes de que salga el sol.
Pd. en estos días he hestado lelgando a mi lugar de trabajo cuando aún era de noche, lo que me ha permitido disfrutar de amanecers como este.
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