Desde hace días no se me va de la
cabeza y del corazón el problema de los refugiados, no es que se hayan
instalado ahí de pronto, es solo que lo siento con más intensidad, como más
cerca. Como más aterrador y doloroso, aunque pareciera que nos hemos
acostumbrado y nada nos afecta. A mí me afecta. Me afecta el sufrimiento de
esas personas y cada día me asusta más nuestra actitud como ciudadanos, incluso
he llegado a pensar si la actitud de los gobiernos europeos y de la Unión
Europea como tal no será un reflejo de la nuestra.
Sinceramente no sé querespuesta tiene esta tragedia humana sin
precedentes, pero si sé lo que como ciudadanos estamos haciendo por evitarla,
nada o casi nada. Yo lo único que hago es ayudar económicamente a organizaciones
que trabajan con ellos, siempre Intermón, a veces a Médicos Sin Fronteras y a veces a Unicef. Siento que eso no es suficiente,
sé que no es suficiente, aunque os animo a hacerlo, están sobre el terreno. Hay muchas personas que se están organizando para ir a Lesbos a rescatar personas, hay muchas otras que están en otras islas griegas y son más anónimas, llevan meses y son giregos, así que es difícil quese ponga el foco en ellos. Yo no soy tan valiente como para ir hasta allí, ni tan capacitada, por eso quienes lo hacen tienen todos mis respetos.
Aunque el éxodo empezó mucho
antes, solo fuimos capaces de reaccionar cuando vimos el pasado 2 de septiembre
del pasado año la foto del niño Aylan de tres años ahogado en una playa de
Turquía, y la reacción fue tan brutal que nuestros gobiernos se sintieron tan
abochornados que se pusieron a trabajar en los refugiados. El trabajo consistió
en decidir repartirlos por toda la Unión Europea, salvo Italia y Grecia que ya
están bastantes desbordados, la primera hace años y la segunda más
recientemente. La única que fue generosa, y ya me duele decirlo, fue Alemania
que abrió las puertas de par en par (ya las ha cerrado); a España le
correspondían acoger a 16.000 refugiados y solo hemos acogido a 19. En
total hay 414 refugiados reubicados en
la Unión europea de los 160.000 comprometidos
En el año 2016 han fallecido en
el mar 257 personas, muchas de ellas niños y solo ha pasado el mes de enero. En
2015 murieron 3500 personas intentando llegar a Europa, de los cuales 700 son
niños. No me extenderé con más datos, están en todos los medios. Son personas, como nosotros, aunque las convirtamos en cifras, algo que intuyo no nos gustaría que hicieran con nosotros.
Ahora se habla de más de 10.000
niños desaparecidos a manos de las mafias y aunque esta cifra no está
confirmada, aunque solo fuera uno, sería terrorífico y las mafias actúan al
silencio cómplice de nuestros gobiernos y de nosotros mismos. Se expulsan personas de países ¿a dónde?, se levantan alambradas, se construyen muros, se recortan ayudas. La Unión Europea quiere penalizar a organizaciones que salvan a los
refugiados de morir en el mar, que les ponen una manta en los hombros cuando
llegan a puerto, que los acogen en su casa; cualquier medida que no sea
socorrerlos, que no sea parar la guerra, que no sea dejar de vender armas.
Suelo pensar que una vez que pago
mis impuestos he de esperar que les den
un uso correcto, entre ellos, el de socorrer a los refugiados, pero no, mis
impuestos no se dedican a eso, tampoco sé muy bien a qué. Creo sinceramente que
deberíamos presionar a nuestros gobiernos para que reaccionen, y hay pocas maneras de presión tan efectivas
como la calle, manifestarnos hasta que se les caiga la cara de vergüenza y
actúen en lo que a mi parecer es la más grave crisis humana, que no humanitaria
del siglo veintiuno; y digo humana porque nos concierne a todos. Quizás algún
día nosotros necesitemos ayuda y nadie nos la ofrezca y lo habremos merecido.
Pienso en mis sobrinos, en mi
sobrina, y pienso que podría ser uno de esos niños. Pienso en mi madre huyendo
de las bombas para poner la vida de sus hijos a salvo. Y pienso en la suerte
que he tenido cuando decidir no tener hijos, de haberlos tenido la impotencia, la
vergüenza y el dolor serían aún mayor. El nuevo tiempo que una vez soñamos no
era esto.
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