sábado, 28 de marzo de 2020

Fragilidad (semana dos)


"Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas", Mario Benedetti


Ya no volveremos a vivir como hacíamos antes, no sé cómo lo haremos, pero no será igual, a veces pienso que ojalá fuera, al menos todo lo bueno que teníamos antes, pero me temo que no.

Esta semana el silencio ha sido más denso, más fuerte, por eso trinan más los pájaros, también cagan más, mi madre me contó que ella les echa pan todos los días en su patio y van a comer, así que ahora yo también hago lo mismo y les dejo pan, limpio el patio casi todos los días.

Seguimos trabajando desde casa, los alumnos siguen en la universidad y yo echo de menos verlos caminar por el patio, ir a preguntar veinte veces lo mismo o que acudan sólo cuando necesitan algo, pienso mucho en ellos, lejos de sus casas, sus familias, la incertidumbre, no lo deben estar pasando bien, ni aquí ni allá.

A veces charlo con mi vecina Raquel cuando ella saca sus perros a pasear, yo desde la ventana ella en la calle, algún día me la cruzo cuando voy a comprar pan y nos hacemos encargos; uno de estos días  le conté que no estaba durmiendo y que no había encontrado tila en el supermercado, ella dijo que tenía algunas infusiones en casa que no usaba y que me las iba a dejar más tarde, así ha sido.

Mi vecina Carmen de casi 90 años y que se maneja en andador salió esta semana con su hija a dar una pequeña vuelta por la acera, de lo contrario Carmen se morirá en la cama de no salir de ella; qué difícil todo esto para las personas mayores, muchas, más de la que pensamos, se han quedado estos días más solas. 

Yo sigo pensando mucho, muchísimo en mi madre, me ha vuelto a decir que no piensa venir a mi casa, esto es cada día más difícil porque el tráfico está más restringido; ella vive frente a una residencia de ancianos que ayer visitó el ejército para desinfectarla, afortunadamente allí todas las personas están bien.

Lo peor con ella ha sido que me contó que había hecho unos roscos para mi sobrino Pablo, ahora me cae mal, mi madre, claro.

Esta semana he llorado más, pero no lo he hecho sola, después de un par de días que había escrito a María Elena, una amiga mexicana, me respondió con unos audios (que yo antes los detestaba y volveré a hacerlo cuando esto pase), muy, muy tristes, llegaron en un día malo para mí, así que yo le respondí a ella llorando también. Le angustia mucho pensar que en su país el sistema sanitario no es tan fuerte como en otros. Ella es profesora de la universidad de Guanajuato, ha estado dando clases hasta esta misma semana, ya no; me contó que le ha dicho a la señora que la ayuda en casa que no vaya, para que no use el transporte público y que le va a mantener su salario durante toda la cuarentena en México para que tenga un ingreso, me parece un gesto muy generoso. Vamos a hacer videollamada este fin de semana.

También hablé con la querida Ximena, me contó que están en una casa con una amiga y su hijo, me envío fotos de Bruno y me hizo feliz verlo tan grande y guapo.

Mi casa en México, Adriana, siempre está ahí, habíamos pensado encontrarnos este año, pero todos los planes para este dos mil veinte han sido desbaratados. 

En uno de mis paseos por la azotea, una señora de un balcón me saludo, le pregunté como estaba, respondió que bien, me preguntó a mí y respondí que, también bien, me tiró besos desde el balcón y se los devolví, terminé llorando. Las emociones están a flor de piel, en todas, en todos.

José Luis Cuesta, a quien conocí en la red social twitter hace años y empezamos a seguirnos, se conmovió mucho al leer la anterior entrada y se ofreció a ayudarme en todo lo que necesite; la realidad es que él es de esas personas que ha tenido que cerrar su negocio estos días, que es autónomo, que tiene una familia, que tiene hipotecas y qeé, a veces, se desespera, con razón. Agradezco mucho sus palabras, mucho, me hicieron llorar y las llevo en el corazón.

De nuevo, qué importante los afectos, los cercanos y los lejanos.

Ahora ya no camino tres kilómetros en la mañana y la tarde, ahora son tres y medio; desde hace una semana mis vecinos del otro bloque no salen, espero que estén bien, no tengo forma de saber. Hay otro vecino que camina, pero eso lo he sabido cuando he subido a recoger ropa. Y en cuanto salió el sol, en otro edificio, una familia subió a su azotea y yo me sentí feliz de verlos jugar con sus padres y escuchar sus risas. En un balcón han puesto feliz cumple a alguien, luego he escuchado que cantaban cumpleaños feliz. La solidaridad es la ternura de los pueblos, dice Gioconda Belli.

He descubierto que tenía unas cremas, carísimas, que me habían regalado y he empezado a usarlas, dicen que ponen la piel tersa, así que ahí estamos, además de pintarme los labios, me pongo cremas a diario, también hidratante en el cuerpo, quizás como una forma de sentir, ahora que no se puede tocar, ni besar, ni abrazar, como si el coronavirus fuera un muro de metacrilato que no nos deja vernos ni manosearnos, que dice el gran Kiko Veneno.

Esta semana ya me puse a limpiar, vivo en una casa pequeña, así que he dedicado un día (no entero) a cada estancia. He avanzado en lo de la lectura, he empezado a leer, sigo viendo películas, casi todas ligeras, aunque también estoy volviendo a ver algunas ya vistas. Por cierto, la querida Lucía Vallellano me invitó a hacer algunas recomendaciones de libros escritos por mujeres en su programa Plaza Niña, os dejo aquí el enlace Literatura para entender mejor el feminismo durante el confinamiento

Mi hermana trabaja en el mercado, así que he ido y he podido verla, es tan reconfortante ver a alguien de la familia en estos días para quienes vivimos solas. He comprado un vermut para compartirlo con mis amigos, sobre todo los de Córdoba, Fidel Toro y Jose, porque es algo que hacemos cuando los visito.

Dos buenas noticias en medio de la oscuridad, dos amigas mías, Estela, enfermera y Raquel, auxiliar de enfermería, que estaban en paro, ha sido llamadas a trabajar, porque son imprescindibles, ellas ya están incorporadas a sus tareas, sin miedo, con precaución y compromiso con la sociedad en este momento. Estoy muy orgullosa de ellas, de su impagable labor y afortunada por tenerlas cerca de mí. 

Cada día llevo peor el lenguaje belicoso que se está usando en la cuarentena, es insoportable, en las guerras se mata y se muere, y en esta situación solo se muere; hay un verdugo y hay víctimas, no hay héroes ni heroínas, hay personas que se están dejando la piel, la vida en algunos casos, el lenguaje debería ser otro, hay muchas personas a las que este lenguaje les hace daño, veamos y pensemos un poco más allá de nosotros mismos.

Esta semana ha habido más personas muertas, más dolor, más personas ingresadas en hospitales, más dolor, también más personas dadas de alta y esto siempre resulta reconfortante, aunque no sea noticia. Es por todas ellas que debemos seguir recogidos en casa, cuidando, cuidándonos, aunque cada vez sea más difícil. Esta pandemia ya es mundial y no tenemos otro planeta, solo este. Sigue la preocupación, la angustia, la inquietud, sobrecoge cada nueva cifra, rompen el alma. Pienso mucho en todas esas personas que no pueden despedirse de sus familiares, es un horror no poder hacerlo, cuanta soledad y cuanto dolor, también se va acumulando, sobre todo en quienes más están sufriendo. Sigue siendo tiempo de paciencia, empatía y amor.

Para la esperanza; mi niña Alejandra me ha dicho que ha comprado un yogur que caduca el 12 de abril, con la ilusión de que el día 13 podamos volver a las calles.

La canción de Kiko Veneno, Echo de menos, para que nos pongamos a bailar, dice mi amiga Desiree, que es alegría, que no nos está permitido el desánimo.








2 comentarios:

  1. Qué cierto es eso de tener los sentimientos a flor de piel, yo acabo de hablar con mi madre por Skype (benditas tecnologías) y mañana me va a tocar cuidar plantas (si, soy una afortunada con jardin). Esperemos que en este mundo nuevo que nos llega permanezca la ternura y la solidarida. Un abrazo virtual Marivi

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  2. Así es, necesitamos rescatar de esta experiencia todo lo bueno, para volver a ser felices cuando salgamos al mundo de nuevo. Cuídate mucho, abrazo grande de vuelta

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