sábado, 23 de mayo de 2020

Fragilidad (semana diez)

"Convivir es compartir el pan y la esperanza", María Zambrano

Y esta es la razón por la que durante todo este tiempo yo he elegido estar y tener cerca a personas que apuestan a todo lo bueno que somos y damos, de lo contrario este tiempo sería más difícil de lo que ya ha está siendo. 

Esta semana volví a ver a mi madre, comimos juntas un rico arroz, vinieron a su casa mis hermanos que viven cerca con sus niños y fuimos un poco más felices. Pero mi madre nunca abandona la preocupación, no lo puede evitar.

Desayuné con mi amiga y compañera Che y fui a almorzar con mis amigos Mari Carmen y Juanma, esos reencuentros que hacen que te sientas mejor y que los afectos siguen ahí, aún sin besos abrazos. La vida en una semana en la que he sentido bastante desánimo y preocupación por lo que vendrá, el futuro se presenta incierto entre tanto desconcierto.

Crecen las colas en los bancos de alimentos, la pobreza galopa a lomos de quienes menos tienen, mientras en algunos ámbitos el poder político anda a la gresca, qué sinvergüenzas algunos de miras cortas. En esta prisa por desescalar y volver a la vida que conocíamos se nos ha olvidado que hay miles de personas que no tendrán ni para tomarse una cerveza, así están las cosas.

La buena noticia es que ha descendido mucho la cifra de personas fallecidas, la de personas ingresadas en los hospitales y sigue subiendo la de personas dadas de alta, esto es una esperanza y reconforta saber que todo el camino que hemos recorrido durante estas semanas nos han traído hasta aquí, aún queda, hay que ser conscientes que esta difícil situación no ha terminado y no sabemos cuándo lo hará, nadie está salvo; el epicentro grande de la pandemia ha cambiado de continente, tras Asia y Europa, ahora se ha instalado en América, de norte a sur, con unas cifras que espantan y duelen, porque ya sabemos lo que es, y como la humanidad es así, no parece que hayamos aprendido de un continente a otro. 

Mientras, en todos los lugares, en todos los idiomas, a todas horas, el personal sanitario, el personal de limpieza, las personas que cuidan, que trabajan en los mercados y tiendas, en el campo, en los tanatorios, en los cementerios, los transportistas, los periodistas, las costureras (que han hecho millones de mascarillas), los profesores, los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, el ejército, los miembros de las organizaciones no gubernamentales y sociales, trabajadores y voluntarios, sin muchos recursos porque la necesidad es cada vez más acuciante, no paran ni un segundo. Para todas estas personas no hay descanso, ni fin de semana, ni un desmayo; no se rinden. Les debemos reconocimiento eterno, seguir cuidándonos y cuidarlos.

Cuando esto pase, tendremos que hablar del lenguaje y su uso, es una batalla personal que tengo.

Llevo más de dos meses oyendo hablar de teletrabajo, cuando lo que hacemos es trabajar desde casa, desde nuestras casas, de manera improvisada en la mayoría de los casos. El teletrabajo es otra cosa que requiere medios, confianza, normativa, horarios y estabilidad. Aun así, quienes lo estamos haciendo, estamos dando lo mejor que tenemos en tiempo y forma, para eso nos pagan.

Tampoco me gusta el término nueva normalidad, la normalidad es una cosa personal, una actitud; quizás el término debería ser nueva realidad, porque es a eso a lo que nos enfrentamos; a vivir durante un tiempo con las mascarillas, a poner más distancia física en nuestra vida afectiva, laboral y lúdica, a cambiar algunos hábitos, quizás a mirarnos de reojo y con cierta desconfianza (y me parece terrorífico), y a interiorizar que tenemos que cuidarnos, que tenemos que perseverar en la defensa de los servicios públicos, que la desigualdad es intolerable, que sólo tenemos un planeta en el que vivir y que tenemos que aprender a hacerlo juntos incluso si discrepamos. Tenemos que poner el bien común por encima del individual. 

Mientras tanto, una se muerde la lengua a veces para no decir lo que piensa. Entre dormir mal, pesadillas, dolores de espalda y de cabeza, calor intenso menopaúsico y cansancio, algunos días he tenido la sensación de vivir fuera de esta realidad, quizás como mecanismo de defensa para no creer todo lo que ha sucedido y sucede, es una extraña vivencia y una maraña de emociones y sentimientos. 

Uno de estos días mi sobrino Lucas me preguntó que pienso de Samuel L. Jackson como actor y me pidió que le recomendara películas protagonizadas por él. También nos tomamos un helado juntos; ha crecido mucho durante este tiempo, ya está más alto que yo.

Esta semana os voy a dejar dos textos que me han gustado mucho, Carta a mi padre, Gabriel García Márquez, me lo envío mi amiga mexicana Linda y este otro,  Lee Miller, La desconocida (e injusta) historia de la fotógrafa que se desnudó en la bañera de Hitler, me lo envío mi amigo y crítico de cine de cabecera Rubén.

Esta semana, de pronto, llegó el verano y ya habíamos cambiado la ropa de los armarios.

Pongamos punto y aparte con música, la de Bruce Springsteen, que nunca falla (aquí debería ir un emoticono de corazón). 
 


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