domingo, 27 de septiembre de 2015

Cuando te llaman dama


Chile (toma 4)

Ya llovió y justo el fin de semana, sábado y domingo, sin parar, o casi, parando a ratos pequeños, muy pequeños. Lluvia fría, la más fría que haya sentido nunca. Dicen algunos habitantes de Valdivia que en primavera no debería llover tanto, y yo sonrío y encojo los hombros.

El viernes fui a escuchar música de la región, no era un concierto; son un grupo de amigos que hacen folclore de manera teatral, y lo que vi el viernes fue la representación de una boda por estos lares, con una novia embarazadísima por cierto, muy divertida y la música, muchas cuecas, daban ganas de salir a bailar. Al finalizar, los miembros del grupo se ponen en la puerta del auditorio para agradecer a las personas que han acudido a verlos y escucharlos. Personas humildes, actores y público.

El sábado íbamos a pasear para conocer, el aguacero cambia los planes, nos invitan a una parrilla de carne, mucha carne, más de la que puedo digerir, regada con vino chileno y conversación. Nos animamos a salir a pasear un poco, aunque el día invita a todo lo contrario. Vamos al Océano pacífico, a Niebla, Los Molinos, la isla de Mancera a lo lejos. Apenas nadie se ha animado a salir.

Es reconfortante comprobar como en localidades pequeñas, las costumbres son las mismas; las personas se cruzan y se saludan, se conozcan o no, eso nos pasa en la costa, siempre hay un “buenas tardes” y una sonrisa.

En la playa de Niebla hay lo que aquí llaman mercado costumbrista, es un lugar donde venden artesanías, pocas y comidas, muchas; todo tipo de empanadas, panes, sopaipilas, chichas, hasta donde los sentidos empiezan a confundirse por querer probarlo todo, todo. No hay mucho público, la lluvia.

Al leer sopaipila pregunto qué es, así me paso el día, preguntado que es todo, al menos todo lo relacionado con la comida y me dicen que es una masa de pan frita a la que por encima se le pone una salsa de tomate picante, me la pido sin picante con una infusión de manzanilla, la ingesta de parrilla no deja espacio para mucho más. Mientras la preparan, mi acompañante dice “ella viene de España” y la señora que nos atiende dice “¿de España? y ¿quién la mando a venir a Valdivia? acá no viene nadie de fuera de Chile, pué “ sonrío, lo hago mucho estos días, me parece una buena tarjeta de visita, y le respondo “no me ha mandado nadie, he sido yo la que ha querido venir y estoy muy contenta de haberlo hecho”, le pido la receta de la sopaipila y dice que no puede dármela, es secreto, no es la primera vez que responden algo así relacionado con la comida; pagamos, nos despedimos y nos sentamos a saborearla.

Nos volvemos a Valdivia, se celebra la fiesta de la primavera y hay que conocerlas, difícil, llueve. Así que de vuelta en la ciudad decido ir a comprar un paraguas, entro en varias tiendas y en ninguna los venden, solo en una que ya está cerrada; lo mejor de esta búsqueda es un señor que me ha llamado dama (bueno, yo lo he sentido como si lo pronunciara en mayúsculas) dos veces, al preguntar que quería y al indicarme donde queda la tienda y despedirse, eso me ha gustado mucho. Por el calor y ayer lo necesitaba.


Las reinas de las fiestas de la primavera, se celebró a pesar de la lluvia

Ojo cuidao!

Museo Philippi

Bar Argentino

Cruce de calles y de cables


¡Sopaipilas!

Puesto de Chichas

Isla Mancera

Niebla, al frente Japón

Los Molinos




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