viernes, 25 de septiembre de 2015

La estancia

Chile (toma 3) 

En la universidad paso el día entre las diez de la mañana y la seis de la tarde; es una estancia de trabajo, no son vacaciones. No contaré mucho de lo que hago porque tengo que preparar un informe cuando termine y entregarlo a la vuelta, si diré que todas y todos están siendo muy colaboradores y atentos y están haciendo que la estancia sea grata en lo profesional y en lo personal, tal y como prometieron. Ah! comer en el comedor universitario mola.

Por cierto, la universidad es el verdadero motor económico de la ciudad, ¿imagináis algo así en alguna de nuestras ciudades? Según me cuentan el turismo viene en verano y cuando en fiestas familiares vuelven quienes residen fuera, el resto del tiempo la vida económica y cultural gira en torno a la universidad y parecen estar muy orgullosos de eso. Ya pueden.

Me alojo en una residencia universitaria que la Universidad Austral está acondicionando para profesores invitados, doctorandos, y personas con movilidad entre universidades. En este momento residimos dos personas, Fredy y yo.

Fredy es un chico nicaragüense que estudia veterinaria, y es responsable de la residencia cuando no está en la facultad. Sin apenas conocernos, me ayudo a conectar el ordenador y cuando este se quedó sin batería y no podía cargarlo por incompatibilidad con el enchufe, le faltó tiempo para decir que iba a comprarlo y lo traía, así fue; de hecho, tardó un poco más de lo que pensaba en traerlo y lo primero que hizo fue disculparse. Solo un pero, no consigo que me hable de tú, estás canas mías imponen, creo.

Fredy ha prometido buscar plátanos para hacer patacones, que es una comida deliciosa que hacen en su país y que no como desde que estuve allí, así que por eso, feliz.

También está Patricia, es la señora que limpia la residencia. Desde el primer día me ofreció un café y al saber que yo iba a desayunar fuera de la residencia, decidió que no, y hoy ha traído pan para tostadas y mantequilla para cuando nos levantemos. También me habla de usted, claro que es más joven que yo, tiene cuatro hijas y es muy bonita.

Patricia ha resuelto esta mañana lo del desayuno; ha traído pan de molde y mantequilla, que dice que ya no quiere que ande vagando temprano por la ciudad buscando donde desayunar; ahora ya saldré un poco más reconstituida gracias a ella, así que por eso, feliz.

Tengo que decir que también he descubierto un lugar cerca del mercado fluvial, que se llama “la princesita” muy coqueto y diminuto, donde hacen comida casera, con rico pan, de las que engordan, que aquí  eso de las tostadas me parece  que es considerado poco nutritivo, a tenor de los panes con carne y las empanadas rellenas que se meten entre pecho y espalda desde bien temprano. En ese lugar pides un café con leche, te preguntan si ¿azúcar o endulzante? y ya te lo dan con el azúcar movido, como si lo preparara tu madre.

Y sigo aprendiendo; la residencia universitaria está empezando a caminar y de momento no dispone de lavadora, así que lavo algunas cosas a manos, qué podría llevarlas a que las laven, pero es como hacer cosas que ya no sueles y que te enseñaron de pequeña. También me siento volver a la niñez cuando recorriendo la ciudad veo cosas que me llaman la atención y hasta provocan ternura, creo que Valdivia se parece más a mi pueblo que a la ciudad. Es muy pueblerina y todos coinciden en que en eso radica su encanto, no quieren ser lo que no son.

Sigue sin llover. Se acerca el fin de semana y parece que el tiempo transcurre lento e igual lo hace rápido; ya hace una semana que estoy aquí. Veo a las personas caminar muy abrigadas, no siento tanto el frío y eso que es como el de Huelva, frío húmedo que te llega a los huesos, aunque he pasado del bikini a las botas y de las tirantas al chaquetón, la temperatura la siento agradable, claro que los lugareños dicen que en verano hace un calor insoportable y ¡¡no pasan de los 30 grados!! Quizás, el hecho de que vayan tan abrigados los convierte en tan cálidos.

A veces, en la noche, tras el paseo, cenar algo y charlar con Fredy, es el momento de retirarse. Ver la tele chilena, escribir, leer  y es entonces cuando llega la melancolía y nos acompañamos, hasta que a la mañana siguiente suena el bosque y es el momento de volver a empezar. 



Mercado Artesanal

Jardín botánico de la universidad

Faro en el puerto que dentro tiene un péndulo de Foucault
Y así...

La globalización


La reina Leticia omnipresente

Teatro Cervantes, del año 1935 y al parecer en proceso de restauración

Plaza Central

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