sábado, 30 de mayo de 2020

Fragilidad (semana once)

"El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza". Miguel Hernández

Pasé el último domingo con mi madre, llegué temprano a su casa, dimos un paseo por el pueblo y tomamos un café, luego nos dedicamos a vaguear.

Esta semana ha tenido mucho de sobrinos, amigas para desayunar (Bego y Lucía) y playa, todo lo que está bien en la vida.

Mis emociones han sumado estos días, a la tristeza y la preocupación se suma algo muy parecido a estar furiosa, no consigo entender muchas cosas que están sucediendo, o quizás por eso. Todo me desconcierta y abruma, a veces siento que la cabeza me va a estallar.

Algunos lugares del mundo parecen ser un polvorín a punto de estallar, pero como no entiendo de geopolítica mucho, aunque no renuncio a hacerlo, me gustaría saber qué nos está pasando. En España pareciera que somos de memoria frágil.

Hemos pasado de un tiempo gris de tardes cortas a un tiempo de dolor de tardes largas. Pareciera que se nos han olivado todas las personas que han quedado en el camino durante estos casi tres meses ya. ¿Cómo es posible que cuando empiezan los diez días de luto oficial los gritos y las palabras que duelen sean de mayor calibre? ¿Cómo es posible que se nos haya olvidado que hemos pasado dos meses sin salir de casa para evitar que los hospitales colapsen a pensar que podemos volver a hacer lo que nos da la gana?

Pareciera que vivimos en mundos paralelo, no uno, ni dos, sino cada quien el suyo. No hemos acabado con la pandemia, no dejan de morir personas (muchas menos y eso es reconfortante); no dejan de ingresar personas en los hospitales (muchas menos y eso es reconfortante); no dejan de recibir el alta personas (muchas más y eso es reconfortante); muchas personas se han quedado sin ahorros para seguir viviendo, muchas personas han pasado a engrosar las listas de desempleados, muchas personas se agolpan a diario a las puertas de los bancos de alimentos, muchas personas se están multiplicando para ayudar a los colectivos más vulnerables. Al menos esta semana el gobierno ha aprobado el ingreso mínimo vital que va a paliar muchas situaciones que están mal, algunas de las cuales ya estaban mal antes. También es cierto que hay muchas personas que han vuelto a sus puestos de trabajo, sobre todo en bares y restaurantes, muchas a sus empresas y muchas otras siguen trabajando desde casa.

Mientras, otras muchas están pensando dónde pasar emigrar para poder trabajar, muchas personas están viendo reducidos sus salarios, muchas personas están volviendo a aceptar trabajos precarios; y muchas otras están pensando en qué lugar pasar sus vacaciones de verano sin correr riesgos para la salud y tratar de apoyar el consumo y la economía. 

En lo personal a mí aún me cuesta pensar en salir a divertirme como si nada hubiera ocurrido, he salido algunos días a desayunar para reencontrarme con amigas, pero el hecho de salir a otra cosa se me hace un mundo, no sólo por lo sentimental, también porque se supone que debemos seguir cuidándonos y, a veces, tengo la sensación de que no lo estaos haciendo; esas contradicciones humanas que atraviesan a una y te rompen en dos. 

Siento que durante este tiempo me he hecho vieja, o será el cansancio físico y mental que arrastro y que, a veces, me cuesta disimular. Ojalá echarse a dormir y que al despertar nada de esto hubiera sucedido. No sé cómo vamos a encarar el futuro, me gustaría que hubiera personas capacitadas que tuvieran un plan de futuro, futuro que para mí es septiembre, a la vuelta del verano que ya parece instalado en nuestras vidas.

Se acabaron los aplausos y llegaron las cacerolas y carreras de coches, en algunos casos, la irresponsabilidad de ir sin mascarilla y actuar como si fuéramos inmunes. Qué sé yo.

Después de noches tenebrosas en marzo y abril, mayo ha dado paso a mil preguntas sin respuestas, a las dudas sin certezas. ¿Qué ha sido para mí este confinamiento? ¿Qué ha sido para nosotros como sociedad? Al final de cada día yo sigo buscando lo mejor del día en un intento de darme esperanzas a mí misma, pero no es fácil, a veces el ruido lo empozoña todo.

Nos veo caminando con mascarillas y pienso que somos un ejército; a menudo siento que la mascarilla es como un burka, este lo usan las mujeres en algunos países para protegerse y proteger a sus familias, para evitar que las maten y pienso que la mascarilla es lo mismo, la usamos para protegernos y proteger a quienes están a nuestro lado o nuestro alrededor, pero no deja de parecerme opresiva. Esto es un ejercicio de honestidad que tengo que hacer. A veces, detrás de la mascarilla se intuyen miradas tristes, demasiado tristes.

Me preguntaba mi amigo Carlos estos días si en nuestras primeras salidas a la calle he visto más felicidad o miedo, le respondí que ambas; él me contó que en México les han dicho que tendrán que estar confinados hasta agosto y que eso hace que cunda el desánimo, yo le respondo que quizás todo mejore pronto, más como un deseo que como una posible realidad. Le cuento también que aquí se han dado prisa en abrir los bares y restaurantes pero que no hay plan para abrir colegios, universidades y bibliotecas, también que estos días han abierto algunos museos y que no sabemos cuándo abrirán los cines, para mi pesar.

Esta situación debería ser una oportunidad para cambiar todo lo que estaba mal y no cometer los mismos errores del pasado si no nos comieran las prisas e hiciéramos las cosas bien, que siempre es más fácil que hacerlas mal, aunque esto último se lleve el protagonismo. Y la prisa no es lo mismo que la urgencia No debemos ni podemos olvidar lo vulnerables que somos ante una situación inesperada y, aunque suene a frase hecha, tenemos una oportunidad única de ser mejores, como personas, como país, como continente, como planeta, nos jugamos el presente inmediato y el futuro cercano; aunque a veces pareciera que estamos reducidos a cifras, quienes habitamos este mundo somos personas, con nombre y apellidos, con distintas realidades y en el peso global, son más las buenas que las malas, y ya sé que parece que las malas ganan siempre, no lo consintamos. No dejemos que lo hagan, seamos un mar de fueguitos que decía Eduardo Galeano.

Cada día tenemos tiempo de seguir cuidando y cuidándonos, de seguir aplaudiendo, de seguir agradeciendo, son miles, millones de personas en muchos ámbitos laborales que nos cuidan, día y noche, sin descanso, en todos los lugares, en todos los idiomas. Tenemos que seguir siendo personas amorosas, empáticas, solidarias, sanas, personalmente y en colectivo, porque nada somos sin quienes nos rodean. Y disponemos todavía de tiempo, a diario, para pasear, jugar, leer, dibujar, ver películas y series y hasta de no hacer nada, que eso también nos alimenta.

Quizás estas entradas se están volviendo más personales o estúpidas, vete tú a saber, pero es difícil a veces guardar silencio mientras otros gritan y como es mi espacio, digo lo que quiero y de paso comparto y me desahogo, que nunca viene mal. No lo sabéis, tengo un cuaderno en el que desde el primer día voy anotando lo que sucede a mi alrededor y lo que pasa por mi cabeza, eso me ayuda a no olvidar.

Os dejo este relato que me ha gustado mucho, en él hay mucha humanidad, profesionalidad y bondad «Tratamos a los muertos por COVID-19 con mucho cariño ya que no tenían a su familia»

Hay una canción de  Pedro Guerra y Jorge Drexler que me gusta mucho, Cuídame se llama. Salud, paciencia, empatía y amor. Feliz semana.






viernes, 29 de mayo de 2020

Las películas de mi cuarentena (IV)

“Hablar de sueños es como hablar de películas, ya que el cine utiliza el lenguaje de los sueños: años pueden pasar en segundos y se puede saltar de un lugar a otro”, Federico Fellini.

Aquí seguimos, la cuarentena y yo, espero que también algunas personas más con interés por leer mis cosas. No sé vosotros, pero yo nunca imaginé, no sólo esta situación, sino que fuera a ser tan larga; en todo caso, poder seguir viendo películas, una al día y a veces dos, es un placer que hay que disfrutar. También he visto alguna serie por recomendación de quien en esta página manda, pero de comentarlas ya se encarga él, que es quien lo hace muy bien.

Así que, una vez pasado el festival del que hablé en la anterior entrega, os voy a contar algunas de las películas que más me han gustado de las que he visto en los últimos días en los que sigo viendo cine de otros lugares. Ahí vamos.

La fugitiva (Woman on the run, Norman Foster  1950, Estados Unidos); un hombre presencia un asesinato una noche y cuando tiene que ir a declarar sobre el mismo, huye; entonces empieza la búsqueda por parte de la policía, su esposa y un periodista. En esta historia, que apenas dura 75 minutos, nada es lo que parece, no sabemos quién huye, ni de quien, ni porqué; en ella destaca la sobriedad y la elegancia de la protagonista, la actriz Ann Sheridan, presente en casi todos los planos y en un papel de mujer insobornable a pesar de las presiones, yo diría que la película tiene algo de tragicomedia, es muy inteligente y se me escapa porque no tuvo más éxito. Obvio que adoro el cine en blanco y negro,  si os cruzáis con La Fugitiva (sin esperarlo, así me ocurrió a mí), dejadla entrar en vuestras vidas, no querréis que se vaya.

La muerte tenía un precio (Per cualche dollaro in piú, Sergio Leone 1965, Italia); dos cazarrecompesas se alían para atrapar a un forajido pensando que así será más fácil pero cada uno de ellos tiene sus razones y sus ideas sobre cómo llevar a cabo la captura. Todo en esta película está bien y, además, Gian María Volonté (que una tiene sus debilidades); en los últimos diez meses yo la he visto dos veces después de muchos años sin verla y es porque el pasado año yo estuve en Los Albaricoques, una pequeña aldea del desierto de Almería (tierra de cine), donde se rodó y tiene algo de mágico pisar lugares por los pasaron tus películas favoritas, así que volver  a  verla es doble placer, no pasan los años por el guión, las interpretaciones (incluso las menores) y por la magnífica banda sonora del gran Ennio Morricone.

La hamaca paraguaya (Paz Encina 2006, Paraguay); una pareja de personas mayores que vive al interior de Paraguay esperan que su hijo regrese de la guerra del Chaco, también esperan que llegue la lluvia para que refresque y sea buena para la siembra, que deje de hacer calor, que es insoportable y pegajoso y que sus vidas mejoren, son dos personas que llevan muchísimos años juntas y que lejos de hacerles pensar igual, piensan diferente, en todo y todo vale para ser hablado, lo que no cambia es el amor que se tienen. Bellísima película rodada en guaraní, en paisajes naturales y con silencios que también hacen de protagonistas, con un actor y una actriz que parecen haber nacido para esos papeles, así de creíbles son; dan ganas de abrazarlos en su soledad, de sentarse con ellos a escuchar sus historias, de pedirles que te dejen pasar unas vacaciones con ellos en medio de la nada, de esperar acompañándoles a que regrese su hijo para celebrar. Esta preciosa historia me lleva inmediatamente hasta la peruana Wyñaypacha, ganadora  del Festival de Cine Global Dominicano en su decimosegunda edición y que os recomendó mucho.

Monos (Alejandro Lande 2019, Colombia); un grupo de jóvenes llamados Los monos,  viven aislados en la montaña jugando a ser guerrilleros, mantienen secuestrada a una doctora norteamericana y su único contacto con la realidad es la persona que les lleva suministros cada tiempo, cuando la doctora se fuga cambian las reglas del grupo y la confianza del mismo salta por los aires. Podría ser una historia de niños caprichosos o de monstruos, la realidad es que es la de quienes nada tienen que perder porque todo está perdido, sólo que con drogas psicodélicas, música, sexo y alcohol y como consecuencia hacen daño a otras personas y a ellos mismos; un callejón sin salida que parece estar situado en Colombia pero que podría ser el espacio de cualquier ciudad que conozcamos.  El paisaje protagonista contribuye a la tenebrosidad de la historia y cuando termina la película sientes que no hay esperanza en este mundo.

Jean Gentil (Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán 2020, República Dominicana); Jean Gentil es un profesor haitiano que vive emigrado en Santo Domingo, no consigue trabajo de maestro y en ningún otro lugar, no tiene ni para comer ni dormir, así que decide adentrarse en la isla a probar suerte,  y todo el equipaje que lleva consigo es la fe. Esta es una película que duele, de principio a fin, el protagonista es el verdadero Jean Gentil, que nos muestra lo difícil que es sobrevivir para quienes menos tienen y la absoluta falta de oportunidades en la vida cuando esta se mide por la nacionalidad, el color de la piel o la cuenta corriente, la falta de empatía y solidaridad,  y aun así  uno apuesta por no rendirse a las primeras de cambio. El rostro de Jean Gentil no te va a abandonar durante el resto de tu vida, en él están todos los nadies que habitan entre nosotros.

La inocencia (Lucía Alemany 2019, España); Lis es una joven que sueña con ser artista de circo, vive con su familia en un pueblo pequeño durante su primer verano como adolescente, la relación con su familia, con sus amigas, con los vecinos y con un novio mayor que ella, machista y posesivo del que se queda embarazada, marcan toda la película que es más tragedia que nada. Una de las mejores películas españolas del pasado año, nominada en varias categorías, mejor actriz revelación, mejor directora novel y mejor opera prima, aunque no logró ninguno. Resulta increíble que esta película tuviera tan corto recorrido en las salas, está bien narrada, bien dirigida y bien protagonizada; es honesta, fresca y con un retrato muy fidedigno de lo que podemos encontrar a nuestro alrededor cualquier verano, en cualquier pueblo; la protagonista, Carmen Arrufat es una joven actriz llena de talento que esperamos tenga una larga carrera porque la cámara la quiere.

La jaula de oro (Diego Quemada-Díez 2013, México);  una chica y un chico adolescentes en una aldea cualquiera de Centroamérica deciden huir a los Estados Unidos en compañía de otro chico indígena y el camino ocurren todas las desgracias que conocemos por los medios de comunicación, la rivalidad entre ellos, el cariño, la solidaridad, el miedo, la angustia, hacen el resto hasta el final. Tengo que especial debilidad por esta película porque una de las guionistas es la directora mexicano Lucía Carreras, a la que guardo un gran cariño porque ha estado varias veces, compitiendo con varias películas y en otra ocasión como presidenta del jurado, en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Es una historia sin maniqueísmo, sin adornos, es tal y como todo ocurre en la vida real, los niños no fingen pues no son actores, tienen sus sueños porque es lo que ven constantemente a su alrededor, una carencia de lo básico que les empuja a querer buscar una vida mejor. Todo está contado con precisión y realismo quedando patente un gran director sabiendo sacar los mejor de los tres protagonistas, muy jóvenes y sin experiencia, sin que suene impostado lo que sucede. Crees todo lo que te cuentan en la película de principio a fin.

Mi amigo Fela (Meu amigo Fela, Joel Zito Araujo 2019, Brasil); la vida del mítico músico nigeriano  Fela Kuti, narrada por su amigo y biógrafo Carlos Moore. Fela Kuti fue más que un músico, fue un mito en gran parte de África en el momento en el que el continente empezaba a soñar con liberarse del colonialismo europeo y del imperialismo yanky; en este documental nos cuentan las grandezas y miserias del artista que eran muchas, contradictorias y que trazaron toda su vida. A su importancia como músico hay que sumarse la del revolucionario que se relacionaba con Patricio Lumumba, el gran libertador de África, Samora Michel, Miriam Makeba, Maya Angelou y muchos otros libertadores y artistas. Este documental, que me ha gustado mucho, no deja fuera su misoginia, su machismo y la violencia que este trae consigo, su fanatismo religioso, todo lo que contribuyó a hacer de él una estrella musical, un icono político, un padre de numerosos hijos (que hoy lo defienden), un hombre que pisó la cárcel varias veces y que finalmente acabó perdiendo la cabeza y la salud. Quiero señalar que a este documental llegué a través del Festival de Cine Africano que desde el año 2003 se celebra en Tarifa y Tánger para unir los dos continentes y este año, con motivo de la cuarentena, han puesto películas y documentales en abierto para que podamos disfrutar del, mucho y buen, trabajo y  talento del continente africano, tan cerca y a veces, tan lejos. Son tiempos de generosidad.

Para terminar, algunas de las películas aquí comentadas, también tienen su crítica en la página de quien me invita a compartir estas reflexiones, Rubén Peralta Rigaud, Cocalecas, invitación a la que siempre estoy muy agradecida y esperando estar a la altura.

Sigamos cuidando y cuidándonos; salud, paciencia, empatía, amor…y cine. Hasta la próxima.

Pd.: Esta entrada fue publicada inicialmente en la página de Rubén Peralta Rigaud, Cocalecas.net Las películas de i cuarenta (IV)

 


sábado, 23 de mayo de 2020

Fragilidad (semana diez)

"Convivir es compartir el pan y la esperanza", María Zambrano

Y esta es la razón por la que durante todo este tiempo yo he elegido estar y tener cerca a personas que apuestan a todo lo bueno que somos y damos, de lo contrario este tiempo sería más difícil de lo que ya ha está siendo. 

Esta semana volví a ver a mi madre, comimos juntas un rico arroz, vinieron a su casa mis hermanos que viven cerca con sus niños y fuimos un poco más felices. Pero mi madre nunca abandona la preocupación, no lo puede evitar.

Desayuné con mi amiga y compañera Che y fui a almorzar con mis amigos Mari Carmen y Juanma, esos reencuentros que hacen que te sientas mejor y que los afectos siguen ahí, aún sin besos abrazos. La vida en una semana en la que he sentido bastante desánimo y preocupación por lo que vendrá, el futuro se presenta incierto entre tanto desconcierto.

Crecen las colas en los bancos de alimentos, la pobreza galopa a lomos de quienes menos tienen, mientras en algunos ámbitos el poder político anda a la gresca, qué sinvergüenzas algunos de miras cortas. En esta prisa por desescalar y volver a la vida que conocíamos se nos ha olvidado que hay miles de personas que no tendrán ni para tomarse una cerveza, así están las cosas.

La buena noticia es que ha descendido mucho la cifra de personas fallecidas, la de personas ingresadas en los hospitales y sigue subiendo la de personas dadas de alta, esto es una esperanza y reconforta saber que todo el camino que hemos recorrido durante estas semanas nos han traído hasta aquí, aún queda, hay que ser conscientes que esta difícil situación no ha terminado y no sabemos cuándo lo hará, nadie está salvo; el epicentro grande de la pandemia ha cambiado de continente, tras Asia y Europa, ahora se ha instalado en América, de norte a sur, con unas cifras que espantan y duelen, porque ya sabemos lo que es, y como la humanidad es así, no parece que hayamos aprendido de un continente a otro. 

Mientras, en todos los lugares, en todos los idiomas, a todas horas, el personal sanitario, el personal de limpieza, las personas que cuidan, que trabajan en los mercados y tiendas, en el campo, en los tanatorios, en los cementerios, los transportistas, los periodistas, las costureras (que han hecho millones de mascarillas), los profesores, los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, el ejército, los miembros de las organizaciones no gubernamentales y sociales, trabajadores y voluntarios, sin muchos recursos porque la necesidad es cada vez más acuciante, no paran ni un segundo. Para todas estas personas no hay descanso, ni fin de semana, ni un desmayo; no se rinden. Les debemos reconocimiento eterno, seguir cuidándonos y cuidarlos.

Cuando esto pase, tendremos que hablar del lenguaje y su uso, es una batalla personal que tengo.

Llevo más de dos meses oyendo hablar de teletrabajo, cuando lo que hacemos es trabajar desde casa, desde nuestras casas, de manera improvisada en la mayoría de los casos. El teletrabajo es otra cosa que requiere medios, confianza, normativa, horarios y estabilidad. Aun así, quienes lo estamos haciendo, estamos dando lo mejor que tenemos en tiempo y forma, para eso nos pagan.

Tampoco me gusta el término nueva normalidad, la normalidad es una cosa personal, una actitud; quizás el término debería ser nueva realidad, porque es a eso a lo que nos enfrentamos; a vivir durante un tiempo con las mascarillas, a poner más distancia física en nuestra vida afectiva, laboral y lúdica, a cambiar algunos hábitos, quizás a mirarnos de reojo y con cierta desconfianza (y me parece terrorífico), y a interiorizar que tenemos que cuidarnos, que tenemos que perseverar en la defensa de los servicios públicos, que la desigualdad es intolerable, que sólo tenemos un planeta en el que vivir y que tenemos que aprender a hacerlo juntos incluso si discrepamos. Tenemos que poner el bien común por encima del individual. 

Mientras tanto, una se muerde la lengua a veces para no decir lo que piensa. Entre dormir mal, pesadillas, dolores de espalda y de cabeza, calor intenso menopaúsico y cansancio, algunos días he tenido la sensación de vivir fuera de esta realidad, quizás como mecanismo de defensa para no creer todo lo que ha sucedido y sucede, es una extraña vivencia y una maraña de emociones y sentimientos. 

Uno de estos días mi sobrino Lucas me preguntó que pienso de Samuel L. Jackson como actor y me pidió que le recomendara películas protagonizadas por él. También nos tomamos un helado juntos; ha crecido mucho durante este tiempo, ya está más alto que yo.

Esta semana os voy a dejar dos textos que me han gustado mucho, Carta a mi padre, Gabriel García Márquez, me lo envío mi amiga mexicana Linda y este otro,  Lee Miller, La desconocida (e injusta) historia de la fotógrafa que se desnudó en la bañera de Hitler, me lo envío mi amigo y crítico de cine de cabecera Rubén.

Esta semana, de pronto, llegó el verano y ya habíamos cambiado la ropa de los armarios.

Pongamos punto y aparte con música, la de Bruce Springsteen, que nunca falla (aquí debería ir un emoticono de corazón). 
 


lunes, 18 de mayo de 2020

Las películas de mi cuarentena (3). D´A Festival Barcelona 2020

La tercera entrega de películas que he visto en la cuarentena ha tenido una parada especial, el D´A Festival Barcelona, que este año ha tenido lugar dentro de la plataforma Filmin entre el 30 de abril y el 10 de mayo. Si no recuerdo mal, en lo que va de dos mil veinte solo se han celebrado el Festival del Cine Global en República Dominicana, el Festival de cine de Berlín y la mitad del Festival de Miami; el resto de los festivales han sido cancelados o pospuestos. Son estos momentos en los que buscar alternativas y hay quien ha optado por ofrecer parte su programación en las plataformas.

El festival de cine de autor de Barcelona (D`A festival) se viene celebrando desde el año dos mil once y en él se pueden ver películas aún no estrenadas en salas y que han pasado por otros festivales, algunas premiadas en sesiones paralelas y otras premiadas en los premios de cine de cada país. Este año había 65 películas, yo creo que podría haberlas visto todas, pero no habría hecho otra cosa, y trabajar, hay que trabajar. Así que os cuento las que más me han gustado de las que he podido ver.

Habitación 212 (Chambre 212, Christophe Honoré 2019, Francia); quizás lo mejor de esta historia es la actriz protagonista, Chiara Mastrioanni que está en su mejor momento, también como mujer. Ella interpreta a una mujer que después de 20 años de matrimonio y varios amantes, decide separarse de su marido mudándose para ello a un hotel en  la acera frente a su casa y desde la ventana de su habitación, la ve; a través de los dos espacios aparecen novias y novios anteriores de ambos, amantes actuales, familiares, en un intento de saber que habría sucedido sí. Lo bueno de esta película es que no te aburres en ningún momento con la variedad de personajes siempre elegantes e impolutos como solo saben serlo los franceses.

Los sonámbulos (Paula Hernández 2019, Argentina); una adolescente en pleno apogeo físico y espiritual es sonámbula, su madre lo descubre y se acerca el día de fin de año que toda la familia celebra en una casona en el campo. Y es ahí donde todos los demonios familiares salen a pasear, de la mano del alcohol y la droga en algunos casos, de la maledicencia y rivalidades familiares en otros, y todo eso en un entorno clasista que finalmente desata la tragedia y los pone a todos frente a un espejo en el que lo que ven, no les gusta. Reconozco que me costó entrar en esta película que parecía una más de familia con adolescentes problemáticos, a medida que pasa el metraje y ves cómo actúan los personajes, sabes que se masca la tragedia y no sabes cuál será, el final te duele.

Algunas bestias (Jorge Riquelme Serrano 2029, Chile); una historia durísima, desagradable, tosca, oscura hasta en los planos. Un matrimonio invita a su familia (hija, yerno, y nietos a una casa de descanso en una isla del sur de Chile, todo parece normal hasta que el guarda de la casa, tras una situación de abuso y acoso, abandona el lugar y la familia tiene que empezar a resolver para sobrevivir mientras discuten un negocio en público y se práctica la pederastia en privado.  Esta película cuenta con quienes probablemente sean la mejor actriz y el mejor actor chileno en la actualidad, Paulina García y Alfredo Castro, interpretan a unos personajes de terror, de no querer cruzarte con ellos en la vida, ellos dos y el juego de  la cámara en sus sombríos rostros hacen que te cuesta dormir si ves la película por la noche. El título de la película define perfectamente lo que son estas personas.

Una vez más (Guillermo Rojas 2019, España); una mujer vuelve a Sevilla al entierro de su abuela y en el velatorio en su casa están sus familiares, sus amigos y su antiguo novio sevillano, este la invita a salir un rato a despejarse y es a partir de ahí donde empieza una larga conversación con todo lo que quedó pendiente de decir. Ahí aparecen el amor, el desamor, tomar decisiones, las despedidas, la vida. Hay quien dice que la duración de esta película es excesiva, debo reconocer que a mí no me lo pareció, es una película fresca, honesta, bonita por realista, y, contra lo que pueda parecer, no te deja triste lo que en ella ocurre. Tiene una banda sonora estupenda, un buen puñado de actores y actrices andaluces con mucho talento y Sevilla, no se necesitan más razones para disfrutarla.

La mami (Laura Herrero Gavín 2019, España); este documental nos cuenta la historia de la señora que guarda los baños del cabaret Barba Azul de la ciudad de México. Un lugar donde las mujeres bailan y comparten tragos con los hombres que allí van a buscar compañía (no es prostitución). La mami llegó a ese lugar hace muchos años cuando se quedó sin trabajo, y aunque uno de sus hijos se la llevó a su casa porque estaba mayor, ella volvió porque no se haya sin hacer nada. Y sobre todo cuida de las chicas, cada una con una razón para estar trabajando ahí, un hijo con cáncer, un marido que abandona, un trabajo con el que no gana lo suficiente, ninguna está allí por gusto, es la necesidad, nada más llegar Mami les dice “sepan que aquí los hombres vienen para dos cosas, para nada y para dar dinero”. Qué personaje es esta mujer, que sin hablar mucho sostiene un lugar y a este documental que, además, ha obtenido una mención especial de parte del jurado de este festival.

Los lobos (Samuel Khisi 2019, México); esta película es bellísima. Y aquí podría dejarlo, es de esas películas que se te quedan en la cabeza durante días y no te cansas de recomendarla. La historia de una madre y sus dos hijos que emigran de México hasta Alburquerque buscando una vida mejor. Mientras la madre va a trabajar todo el día, los dos niños se quedan encerrados escuchando cintas de cassettes para aprender inglés (su madre les ha prometido ir a Disneylandia), observando por la ventana y dibujando lobos. Pero la vida se abre paso y empiezan a relacionarse con la vecina que les alquiló la habitación y la relación entre madre e hijos se deteriora a ratos. Una nueva forma de narrar la emigración a través de los ojos de dos niños, es en sus rostros donde está la historia, la suya, porque no son actores y son también hermanos en la vida real; el mérito del director es haber conseguido que los niños estén magníficos sin caer en el maniqueísmo y en la búsqueda de la lágrima fácil. Sí, es una de mis películas favoritas de las vista en este festival, no voy a disimular.

My Mexican Bretzel (Nuria Giménez Lorang 2019, España); para mí la joya de todo lo que he visto en el festival. Creo que es una fórmula nueva porque rescatando imágenes rodadas por León Barrett y habiendo leído los labios de los protagonistas, la directora  nos cuenta la vida con su mujer Vivian Barrett entre los años cuarenta y sesenta, “estoy harta que me mire sólo para enfocarme, dice ella en algún momento, parece que tuviera un arma”.  Él era dueño de una empresa que fabricaba Lovedyn una medicina que resultó ser un placebo y fue retirado del mercado. También, y según deja ver el documental, era vividor, mujeriego, machista, snob, tanto que su esposa se aburría y se escapaba sola, tenía amantes y sobre todo viaja mucho y se cultivaba lejos de su marido, aunque nunca lo abandonó. Está tan bien contado, tan bien narrado todo, hasta los silencios, que cuando se acaba quieres seguir viendo, quieres saber más, sientes que podrías ver horas y horas de esta pareja y su mundana vida. Hay que verlo dos veces, una para disfrutarlo y otra para tomar notas, porque dejadme que os diga que se intuye que Vivian Barrett era una mujer excepcional. Sí, la otra película favorita de las vistas en este festival y ganadora del premio del público.

El festival ha tenido una retrospectiva dedicada a la directora austriaca Jessica Hausner, de la que yo intente ver la muy reconocida Little Joe y no fui capaz de pasar de la primera media hora, nadie es perfecto.

Los festivales son lugares de encuentros y contactos y ojalá podamos recuperarlos pronto, también será una señal de que todo va mejor. Mientras tanto cuidad y cuidaos, también viendo cine.

Pd.: Esta entrada fue publicada inicialmente en Cocalecas.net Las películas de mi cuarentena

sábado, 16 de mayo de 2020

Fragilidad (semana nueve)

"Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones", Palabras para Julia, José Agustín Goytisolo

El lunes pudimos ir a ver a mi madre, mi hermano y dos de sus hijos, Daniel y Darío, no pudimos besarnos ni abrazarnos, lloré mucho cuando llegue a mi casa, sentía una sensación agridulce. Fue muy reconfortante verla, mucho. Todos los hermanos y nietos la habremos visto antes de que acabe la semana. Y lo mejor es que no hemos sido los únicos, son muchas las personas que han podido reencontrarse estos días con sus familias, cuando hemos podido movernos por nuestra provincia.

Esta semana hemos cumplido dos meses desde que se declaró el Estado de Alarma, una echa la vista hacia atrás y tienes más preguntas que respuestas, ¿cómo fue posible parar el mundo o gran parte de él?, esta una de las que me hago a menudo y me respondo, por miedo, por solidaridad, para cuidarnos entre todos, porque no hay más remedio; yo sólo puedo responder por mí y, como mucho, por mi entorno familiar, pero me lo sigo preguntando. También pienso que esta pandemia nos ha cogido con la clase política mundial más mediocre posible, y aún así, muchos están haciendo hasta lo imposible, que es lo que hay que hacer, lo otro es predicar y no dar trigo.

En estos dos meses ha habido días de no querer salir de la cama (dormir poco y mal me pasa factura física y anímicamente, cansada no soy ni buena persona), no habría hablado con nadie, no habría comido, pero todos los días he salido de la cama (casi siempre muy temprano), he hecho ejercicio, he caminado, he hablado con mi familia y amigos y he comido; sobre todo porque lo que no he querido es perder la perspectiva. 

Las personas fallecidas, las personas hospitalizadas, personas mayores viviendo solas, personan que han perdido lo poco que tenían, personas que ya no tenían nada; y aun así, el personal sanitario siempre está acompañando, en todo momento, a los muertos y a los vivos, trabajadores sociales y voluntarios de asociaciones están atendiendo a diario a quienes viven solos, a quienes necesitan alimentos, a quienes necesitan ayuda con sus hijos. Miles de personas siguen yendo a los mercados y tiendas a trabajar, al campo a recoger las cosechas, a la mar a pescar, a la carretera para transportar, miles siguen limpiando nuestras calles, nuestros colegios, nuestros hospitales, miles siguen recogiendo nuestras basuras durante el día y la noches, miles trabajan sin descanso en los cementerios, miles atienden los centros de acogida habilitados para personas que viven en la calle. Mi respeto y agradecimiento eterno, también el de miles de personas, no soy la excepción, somos millones.

También somos muchas las personas que trabajamos desde nuestras casas, no todas en las misma condiciones, yo vivo sola, así que puedo organizarme como quiera (aunque tengo mi horario), pero hay millones de personas, que están trabajando desde sus casas con sus hijos y esto ya no es tan fácil, el teletrabajo es una buena idea si se plantea bien, de no ser así, todo resulta mucho más difícil y sin embargo, me consta que se está trabajando bien.

Me quiero acordar de todas esas personas que nos traen a casa la comida, los libros, los caprichos que compramos aunque no necesitamos, los trabajadores de Correos y quienes están todo el día en la calle sobre una bicicleta.

Capítulo aparte merecen los profesores tratando de que ningún niño se quede atrás. Todas, todas las actividades que son un derecho y un servicio público están siendo atendidas, todas, a pesar de años de recortes, maltrato, precariedad. Y qué orgullo formar parte de esto, qué orgullo y qué responsabilidad, pero esto es mucho más difícil que estar todo el día vociferando, culpando a otros, poniendo palos bajo las ruedas, buscando rédito político y siendo mala persona. 

En todos los lugares, en todos los idiomas, esto que describo aquí, es a diario, en todos los lugares, en todos los idiomas, todos los días, que no se nos olvide.

En todo este tiempo yo nunca he sentido miedo, es ahora cuando empiezo a sentirlo, no sé si mucho o poco, no sé si prefiero llamarlo preocupación, pero una vez pasado la más duro de la pandemia, el futuro se ve aterrador. Nada va a ser igual y no podemos jugar a sálvese quien pueda porque eso no hablará bien de nosotros como sociedad.

Ahora que salgo a caminar por las mañanas no veo a los vecinos que veía desde la azotea, he subido un día esta semana y no estaban, supongo que ahora todos salimos a la calle, los recuerdo a menudo, me gustaría encontrarlos para saludarlos y agradecerles la compañía tantos días; en la calle y bajo las mascarillas no nos saludamos tanto; aunque ya lo veo cada vez que salgo, me cuesta hacerme a la idea de un mundo en mascarillas. A un mundo sin besos ni abrazos por el momento.

En el barrio donde vivo he visto a unos abuelos viendo a su nieta a través de una reja, he sentido tristeza, alegría y ternura al mismo tiempo; la misma nieta que un par de días antes en uno de los paseos, estaba en la ventada y me preguntó si me gustaba su falda, que la había (es)cogido ella.

En el campo de la frivolidad os tengo que contar que esta semana he ido a depilarme las cejas y a arreglarme las manos, para seguir resistiendo.

Y abrieron las librerías, que son otra forma de felicidad.

Os quiero dejar esta semana un reportaje que recoge todo lo bueno que se ha hecho estos dos meses, vale para todos los lugares, todos los idiomas y todos los días y para todas las personas que no están citadas en el mismo, es un canto a la esperanza, al trabajo bien hecho, a la profesionalidad y la bondad Con las puras manos; y un espacio realizado por unos fotógrafos en el que se recoge el trabajo de todos ellos en España desde que se declaró el Estado de Alarma el pasado 14 de marzo y en el que podemos ver lo que en el día a día, no se ve Ocho fotógrafos, un virus.

Sigamos caminando con la duda como signo de sabiduría. Quizás esta sea la entrega más personal hasta el momento, además de frágiles, yo siento que somos vulnerables y peor para quien no lo sea; ya sé que me repito en algunos pasajes, pero no quiero olvidar, no quiero perder la perspectiva. Hay que seguir cuidando, hay que seguir cuidándonos, hay que seguir haciéndolo porque es la única manera de agradecer a quienes nos cuidan y nos cuidarán, este camino es largo. Cuidados, salud, paciencia, empatía y amor.

Volviendo al principio, el poema Palabras para Julia, de José Agustín Goytislo, publicado en 1979:

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirá perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro en tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección 
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuñerdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

sábado, 9 de mayo de 2020

Fragilidad (semana ocho)


"Un pájaro no canta porque tiene una respuesta, canta porque tiene una canción", Maya Angeolu en Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado

El presidente del gobierno ha dicho en su comparecencia que es posible que la próxima semana puedo ir a ver a mi madre, pocas cosas hay ahora mismo que desee más en lo personal.

Dice también que va a ser obligatorio llevar las mascarillas en el transporte público; así será. Confieso que yo me llevo mal con ella y que es un golpe para mi coquetería, pero no hay opción y no se trata de mí, se trata de todas, todos, como comunidad y debemos cuidarnos, eso sí, me pinto los labios igual, no sería yo de no hacerlo.

Y como podemos salir a pasear de manera ordenada, hemos salido y salvo una minoría, toda la ciudadanía sigue siendo ejemplar, es reconfortante el compromiso adquirido en cuidarnos entre todas y todos, aunque una vez más el ruido sobre quienes lo han hecho mal ha sido más fuerte, el ruido de la maldad lo voy a llamar y así se va a quedar.

Tras siete semanas de confinamiento hay quien no ha levantado el pie del acelerador, que suelen ser quienes saben de todo, sí, también de epidemias, quienes tienen solución para todo, quienes quieren tener la última palabra, quienes gritan más, quienes tienen poca o ninguna educación y poca vida, porque de otro modo no se entiende que estén en todos los frentes, me agota solo pensarlo.

Hay muchas cosas que veo, escucho y leo que no me gustan; para eso está la libertad de expresión para decir y que digan lo que nos gusta y lo que no, eso sí, también la libertad de no compartir los pensamientos únicos y uniformados, al fin y al cabo hay quien se está haciendo un retrato a la medida y se ve feo, la verdad.

Es desagradable que haya quien se enfade cuando las cifras de personas fallecidas es menor, cuando las cifras de personas hospitalizadas es menor, cuando las cifras de personas dadas de alta es mayor; igualmente es desagradable que haya quien se enfade por tener que abrir un negocio al cincuenta por ciento, que es mejor que tenerlo cerrado, quien se enfade porque el gobierno esté dando cobertura a los sectores (que los componen personas) más perjudicados, quien se enfade porque podamos salir un rato, que ya antes se enfadaba por no poder salir un rato. En fin, lo que me consuela es que hay tal cantidad de personas que sin hacer ruido, sin hacer alarde, sin colgarse medallas, que se están dejando la piel estos días por llegar a todos lo frentes, que esas son las personas junto a las que quiero vivir y caminar después de esta cuarentena.

No va a ser fácil lo que viene después, ni siquiera sabemos cuándo y cómo va a ser ese después, por eso me molestan más ciertas actitudes, no todas las personas van a quedar o están ya en buena situación; ya hay miles de personas acudiendo a los bancos de alimentos, siendo ayudadas por organizaciones no gubernamentales, que no pueden pagar sus hipotecas, ni la luz ni el agua, que las facturas corren sin pararse en pandemias, que no tienen acceso a internet para que sus hijos estudien, que probablemente tardarán meses en poder salir a tomar una cerveza a uno de esos bares que tanto se queja de no poder abrir a aforo completo, me parece importante tener todo esto presente, como digo siempre, nadie, nadie, debe quedar atrás, que ya sabemos que delante van a quedar mucha gente de la que estaba.

La realidad está presente, aquí un magnífico trabajo de Nacho Carretero en El País La cara detrás del dato: una familia ahogada por la crisis. Y aquí un monográfico de El Diario sobre como está afectando la pandemia en todo el mundo Desprotegidos: la desigualdad se propaga con el virus.

No se me va de la cabeza tampoco el hecho de que la violencia machista se ha incrementado durante el confinamiento, no sólo en España, en todo el mundo según informa  Onu Mujeres, también la violencia hacia los niños en muchos lugares en los que están más desprotegidos, esto debe hacernos pensar y actuar, el vivir con un maltratado o abusador en un espacio reducido deberíamos, como sociedad, evitarlo a quien lo sufre.

Esta semana ha sido mucho mejor anímicamente que las anteriores, la consecuencia de poder salir a pasear es que pude ver a mi hermana Marta después de dos meses, mi hermana Mari Carmen me pudo traer los primeros caracoles de la temporada, mi hermano Octavio vino dando un paseo; volví a ver a mis sobrinos Daniel, Dario, Mario (ayer fue su cumpleaños), Lucas y Martín. Una mañana que volvía a casa vi, sin esperarlo, a mi hermano Mané, que ya ha empezado a trabajar y lloré como hacía días de la alegría que me dio. También pasaron a verme Bego y Miguel, me trajeron chocolate y una invitación a comer a su casa, y  Estela, que cumplió años ayer también y su madre; puedo visitar a Lucía Vallellano que me regala el periódico. Y he hablado mucho de cine y series con Rubén.  Estas personas y sus visitas han sido mi respiro esta semana.

Hay una tentación permanente cuando encuentras a alguien querido en querer besarles y abrazarles, es, de manera inevitable nuestro primer impulso, somos personas de piel, de contacto físico, de afectos corporales; nos va a costar trabajo acostumbrarnos a prescindir de estas demostraciones afectivas. De vez en cuando nos decimos, un beso como los de antes, un abrazo como los de antes.

Cuidad mucho, cuidaos muchos, sigamos siendo personas buenas y ejemplares y cuidemos a quienes nos cuidan con nuestra actitud responsable, hay un alto número de profesionales sanitarios contagiados de coronavirus, es imperativo que pensemos en ellos. Gracias a ellos, ojalá se curen pronto, y gracias a quienes en otros ámbitos siguen en primera línea para que los demás estemos bien, gracias infinitas y siempre. En todos los lugares, en todos los idiomas.

Esta semana he visto un documental y me trajo el recuerdo de la gran Miriam Makeba y su Malalaika, os la dejo con mis deseos de salud, paciencia, empatía y amor.







lunes, 4 de mayo de 2020

Las películas de mi cuarentena (II)


“Hacer cine es inventar recursos para ver el mundo”, Lucrecia Martel

Y ver el mundo a través de las películas es una de las cosas que podemos hacer en esta cuarentena que sigue, no es poca cosa en tiempos de confinamiento tener la libertad de elegir que ver en nuestras pantallas. Aquí os cuento algunas de las cosas que he visto estos días y, como dije anteriormente, más me han gustado ver o volver a ver.

También os digo que estoy intentando ver cine de distintos países para salir a otros mundos. Ahí van.

Las diabólicas (Les diaboliques , H.G. Clouzot , 1955); la historia del director de un colegio, machista, maleducado, grosero que además vive con su esposa y su amante en dicho colegio, ellas se hartan y deciden acabar con él, pero las cosas nunca son lo que parecen. Una de las cosas que me ha llamado la atención en este nuevo visionado, por haber escapado a la censura,  es el hecho de que la actriz brasileña Véra Clouzot, se pasa gran parte del metraje con un precioso camisón blanco cuyas transparencias nos muestran sus pechos todo el rato de manera sutil y elegante; esta actriz no tuvo mucha suerte en su carrera y era una mujer bellísima. Y, por supuesto, Simone SIgnoret, qué talento, qué clase, qué belleza ajena a lo que se espera de la época; cómo me ha gustado volver a ver esta película en blanco y negro, la he disfrutado mucho más.

El hombre tranquilo ( The quiet man, John Ford, 1952); vemos aquí como un boxeador retirado (John Wayne) vuelve a su país natal para recuperar una granja, olvidar el pasado de las peleas, su rápido enamoramiento de la mujer más temperamental del pueblo (Maureen O´Hara) y la compra de tierras, hará que no sea fácil la vuelta a los orígenes. Es raro ver a John Wayne sin pistolas y hay quien piensa que esta película es machista; no podemos medir con parámetros de hoy lo que se rodó hace más de medio siglo. A mí no me parece que lo sea, Maureen O´Hara es todo lo que está bien en esta película y en la vida, la rebeldía, el marcar su territorio, el poner sus condiciones, su personalidad, todo.

Una gran mujer  (Dylda, Kantemir Balagov, 2019); dos amigas en Leningrado, una vez finalizada la segunda guerra mundial tratando de reconstruirse como personas al mismo tiempo que quieren ayudar a reconstruir la ciudad, pero cada una de ellas lleva encima un largo y doloroso equipaje y además, en algunos momentos no parecen querer lo mismo, en otros parecen haber perdido la cabeza. Es una historia dura, puedes sentir el dolor en muchos momentos y volver a tener la certeza de que las guerras, casi siempre hechas por hombres, son una mierda. Las actrices están magníficas en  esta historia que apareció en mi catálogo de Filmin sin buscarla, de hecho no sabía de su existencia a pesar de haber sido premiada a la mejor dirección en Un certain regard en Cannes; 28 años tiene el director y es su segunda película, hay que seguirle la pista.

La gunguna (Ernesto Alemany, 2015); una tragicomedia con un humor negro  que no te deja parpadear durante los noventa minutos que dura, podría ser la historia de una pistola muy especial, pero  lo que cuenta es como se convierte en objeto de deseo de algunos de los protagonistas de la historia, cada cual más pintoresco, más bizarro, más hortera en sus respectivos oficios de prestamista, gánster, jefa de billar, chica de compañía, traficantes, jugadores de billar, en definitiva un coctel explosivo que hace que no te aburras. El cine dominicano, poblado de talento en todos los campos que abarca, es un soplo de aire fresco en la cinematografía latinoamericana. Si te gusta la novela negra, es tu película para estos días.

Asamblea  (Alex Montoya, 2018); más que una película yo diría que es un retrato de lo que ocurre en los últimos tiempos en muchos lugares cuando el hastío y el enfado hace presa a la ciudadanía con respecto a sus gobernantes, que nos constituimos en asambleas para cometer los errores, en cuanto a discurso y actitud, que ya cometen quienes nos gobiernan, tener la última palabra y tener razón.  Es el retrato de un grupo en España, podría ser el del cualquier lugar, un espejo en el que mirarse y ¿por qué no? en el que reírse, porque sonreír es lo que yo hice mientras lo veía.

No quiero dormir sola (Natalia Beristain, 2012); no sé si esta cuarentena, en la que hay tantas personas mayores fallecidas, ingresadas en hospitales y solas en las residencias de mayores o en sus casas,  es el mejor momento para ver esta película. En ella una abuela, actriz retirada, abandonada por sí misma  y alcohólica solo encuentra ayuda en su nieta que está sin trabajo, sin poder dormir y con un hombre que no la llena. Lo que empieza siendo una obligación acaba siendo devoción y complicidad, un aprendizaje para los últimos años de vida de la abuela. El triste el relato de soledad de una persona mayor, ignorada por su hijo y como el cuidado y la paciencia de su nieta termina salvándolas a ambas. Esta película ganó el premio a mejor largometraje mexicano en el Festival de Morelia de 2012 y no me sorprende, es una pequeña joya y el talento de su directora, actriz y guionista merece un futuro en el cine y no debemos perderla de vista.

Próxima (Alice Winocour, 2019); una mujer astronauta, Sarah, es elegida por la Agencia Espacial Europea para formar parte de la tripulación de  una importante misión en el espacio de larga duración; es una mujer separada y tiene una hija, Stella, de 7 años que vive con ella, cuando empieza la preparación con el resto de compañeros deja a la niña con su padre y empiezan los desencuentros entre madre e hija, haciendo la etapa de entrenamiento muy difícil emocionalmente sintiendo a menudo la tentación de abandonar. Lo mejor de esta película es sin duda la actuación de Eva Green, que lleva el peso de la historia y en su rostro están todas las emociones que vive; también que pone sobre la mesa el debate de lo difícil que es ser mujer y querer cumplir tus sueños profesionales, debate que no se da entre los hombres como demuestra todo el metraje la actitud condescendiente del personaje interpretado por Matt Dillon.

The Rider (Chloé Zhao, 2017); un joven que es una estrella del rodeo en los Estados Unidos tiene un accidente a causa del que le tienen que poner una placa en la cabeza y eso lo incapacita para volver a competir. Cuando vuelve a su casa a recuperarse es consciente de que no sabe hacer otra cosa, que la situación económica de su familia no es muy buena y que sus amigos, salvo uno, siguen con su vida, aunque en ningún momento lo abandonan; así que dedica su tiempo a recuperarse, a cuidar de su amigo del alma, que está en silla de ruedas también por un accidente y decidir qué hacer, es ese mundo afectivo en su pueblo el que le sirve de sostén vital y moral. Esta historia se me ha quedado en el corazón, todo en ella rezuma verdad y naturalidad y me alegro mucho de haberla visto. En realidad los personajes de la historia son ellos mismos en la vida real, no hay actores ni actrices y el impresionante paisaje es otro protagonista, lo que ha resultado ser un acierto de la directora.

Os quiero dejar un artículo que he leído y que me ha gustado mucho justo cuando se cumplen 40 años sin Alfred Hitchcock  Helen Scott, la espía que medió entre Hitchcock y Truffaut

Espero volver a encontraros por aquí en unos días con más películas, aunque sea por última vez, eso significará que la cuarentena ha finalizado y todo va mucho mejor. Cuidad y cuidaos.

Pd.: este texto fue publicado anteriormente en Cocalecas.net  Las películas de mi cuarentena (II)

sábado, 2 de mayo de 2020

Fragilidad (semana siete)

"Cuando no podemos anticipar el porvenir, nos invade la incertidumbre. Ante el estrés, hay que pensar que ocupamos el asiento del conductor", Cómo afrontar el confinamiento, publicado en El País el 29 de marzo por Luis Rojas Marcos, psiquiatra y profesor de universidad.

Me acordé esta semana de este artículo que leí en los primeros días de la cuarentena porque han sido estos siete unos días difíciles, más que los anteriores, en mi caso, pero no he sido la única en sentirse así; pesan los días, la soledad, la falta de afecto físico, la distancia de los seres queridos, el cansancio, la incertidumbre, la desinformación, la maldad.

Los niveles de maldad alcanzados por alguna gente, minoritaria pero muy ruidosa, me tienen asombrada y triste, se me hace insoportable, y mira que intento evitarlas, pero siempre se cuelan por una rendija y terminan haciendo daño y provocando miedo, hay muchas personas mayores asustadas.

Mi madre está asustada, esta semana me lo dijo y a mí eso se me hace insoportable, me cuesta pensar en perdonar a quienes están causando ese miedo a las personas que más queremos; lo haré, les perdonaré, porque somos mejores que ellas y ellos y será su Dios quien les tendrá que pedir cuentas.

También a toda esa policía que muchos llevan dentro cuando están en los balcones, qué manera de generalizar unos comportamientos perfectamente localizados, qué triste no tener una vida que vivir (tampoco en el confinamiento) y tener que estar pendiente de la de los demás. Toda esta semana he pensado que saldremos de esta sin haber aprendido nada, pero también he pensado que no quiero rodearme de gente que solo tiene certezas, que nunca se equivoca, que nunca perdona nada; quiero rodearme de buenas personas. Yo no conduzco, pero entiendo que lo que quiere decir Rojas Marcos es que tengamos empatía.

Uno de estos días decidí hacer para almorzar guisantes con jamón y huevo, se lo conté a mi madre y ella, además de explicarme como se hace de otra manera, me dice que cuando vaya a su casa me lo va a cocinar y entonces me echo a llorar; más o menos esta ha sido la tónica de la semana, llorar por cualquier cosa, no estar de muy buen humor, no querer hablar mucho, yo lo achaco al hecho de no dormir bien, eso es algo que siempre ha hecho que no me sienta buena persona, necesito dormir pocas horas pero bien dormidas y eso no está sucediendo estos días, hasta el jueves en la noche que ya por puro agotamiento dormí más horas aunque despertando varias veces. Una noche duermo bien y vuelta a empezar, paciencia.

La parte buena es que ahora mi madre en ningún  momento me dice, anda hija, que no se te cae la casa encima, ya entendéis.

Esta semana el tiempo ha mejorado mucho, sale el sol y parece que el frío se va, no sé si eso es bueno contra el virus, si lo es para los estados de ánimo.

Escribo a los alumnos que tenemos en la residencia de la universidad con la esperanza de volver a verlos pronto.

En esta semana hemos celebrado el primero de mayo, un día en el que en todos los países se honra a trabajadores y trabajadoras, por primera vez en decenas de año no ha habido manifestaciones salvo en Grecia creo haber leído, y la han hecho guardando las distancias. En lo personal se me ha hecho raro no salir a la calle ese día. Y no he dejado de acordarme de todas esas personas que están trabajando día y noche para cuidarnos desde el pasado 14 de marzo, en muchos ámbitos, en todos los lugares, en todos los idiomas. Me acuerdo también de todas esas personas que están acogidas a un expediente de regulación y de las que han perdido el empleo, empleos que ya eran precarios y mal pagados en muchos casos. 

Una vez controlado el virus y haya pocas personas contagiadas urge poner en marcha un plan de país y de mundo para que nadie quede atrás, sé que me estoy repitiendo con eso, pero esa es la realidad; es de esperar que poco a poco más personas puedan acceder a empleos. También es cierto que una vez iniciada la fase de desconfinamiento, la misma gente que lo pedía, ahora recela del plan, no tengo la menor duda de que esa gente está poniendo la economía por encima de la salud de las personas y son profundamente egoístas. Y por supuesto no tienen ni plan, ni alternativas, ni ganas de colaborar.

Mientras tanto me sigue emocionando ver personas salir curadas de los hospitales, aguantando las ganas de abrazar a sus familiares, ver al personal sanitario exhausto aplaudirles en la despedida y contándonos que ya tienen menos ingresos en los hospitales; me sigue emocionando saber de personas mayores que están solas, que no se han rendido y como se han emocionado cuando sus nietos han podido ir a visitarles y los han visto a través de las ventanas; me sigue conmoviendo la entereza con que las personas que han perdido a un familiar soportan el no poder despedirse de ellos; me sigue emocionando ver tanta bondad y generosidad en todos los lugares, en todos los idiomas.

Quiero agradecer de manera especial a todas esas mujeres y esos hombres que llevan días y noches en los laboratorios investigando sin parar para dar con una vacuna que controle el maldito coronavirus, solo la ciencia nos va a sacar de esto.

Y, a pesar de que esta entrada pueda parecer triste, esta semana he sido afortunada; el pasado domingo pude ver a mi hermano Octavio y a mi sobrino Lucas, apenas un  momento feliz; el jueves mi amiga Che vino a traerme habas enzapatás aprovechando que puede salir a caminar con su hija Carla, que además todo lo que quería era darme un beso y se me partía el alma al decirle que no, le dije que los guardaba para cuando pudiéramos besarnos. Y mi amigo Luis, también paseando con su hija pasó por mi casa, sin entrar y guardando la distancia. El viernes puede ver a Estela que me trajo unas mascarillas. Lo mejor de la semana ha sido volver a ver y a escuchar a niñas y niños en la calle,  como un adelanto de la esperanza, junto con el afecto y la compañía virtual. Hemos encontrado la manera de hablar los seis hermanos que somos juntos y eso nos hace bien.

Mi sobrina Victoria en su primer paseo fuera de casa me envía una foto del campo que estás precioso después de las últimas lluvias.

Mientras escribo esto la noticia es que 117.248 personas se han curado. Gracias a quienes están cuidándonos, sigamos cuidándoles quedándonos en casa. Cuidad a vuestro entorno y cuidaos. Sigamos con salud, paciencia empatía y amor.

Dejo aquí el artículo de Luis Rojas Marcos que cito más arriba  Cómo afrontar el confinamiento

Como sabéis algunas personas he viajado varias veces a México, y en uno de esos viajes tuve oportunidad de conocer al cantante de música popular Óscar Chávez, un hombre muy comprometido además con quienes menos tienen y que acaba de fallecer dejándonos a quienes lo admirábamos un poco más solos.