“El cine te hace estar en lugares imposibles”, Alex de la Iglesia
Y, por eso, cuando la cuarentena
avanza a su final, he seguido viajando a través del cine; os voy a contar en
qué lugares he estado.
Mi nombre es Baghdah (Meu nome é Bagdá, Caru Alves de Souza 2020,
Brasil); Baghdah es una joven de dieciséis años, a la que le encanta el
Skate y que vive en un barrio de una ciudad brasileña. Su entorno está lleno de
afecto en una casa de mujeres fuertes de todo tipo y edad y que casi siempre se
relaciona con chicos porque se supone que son quienes practican el deporte que
a ella le gusta, su pelo corto y las sudaderas grandes no le restan un ápice de
glamour ni cuando la policía los acosa. Esta es una historia maravillosa de
amor, amistad y convivencia, en la que siempre hay lugar para la esperanza, la
protagonista, una sorprendente Grace Orsato, hará que te enamores de ella sin
remedio, es toda fortaleza, ternura, principios y personalidad. La película es
una muestra de que con respeto podemos convivir juntos en cualquier
circunstancia y adversidad porque cada quien pone al servicio de lo colectivo
lo mejor que tiene y es.
Queen Lear (Pelin Esmer 2019, Turquía); unas mujeres campesinas de
un lugar remoto en Turquía que convierten al Rey Lear en reina a través de un
grupo de teatro que da otro sentido a sus vidas. Este documental lo vi todo el
tiempo con sorpresa y alegría. Ver a un grupo de mujeres de distintas edades,
sin formación teatral, con el rostro surcado de arrugas porque no han hecho
otra cosa en su vida que trabajar en el campo, es todo un viaje. Ante los
atónitos ojos de los vecinos de pueblos pequeños a los que no llega ni el agua,
ellas se transforman en personajes masculinos y a los hombres en personajes femeninos,
dando la vuelta a todo el estereotipo machista que podamos imaginar en el
pueblo turco. Los ochenta y cuatro minutos que dura hacen las delicias de
cualquier mente abierta y ávida de un descanso para el alma y el corazón.
La casa de verano (Les estivants, Valeria Bruni Tedeschi 2018,
Francia); una directora de cine y su hija Anna llegan a una maravillosa
casa en la Costa Azul para recuperarse de su separación matrimonial e intentar
escribir el guion de su nueva película. En dicha casa se encuentra con su
familia, amigos y empleados, pero nada es lo que parece. No conozco a ningún
director y tampoco a ninguna directora de cine que sepa tratar el tema de la
locura como enfermedad de la manera en que, también como actriz, lo hace
Valeria Bruni Tedeschi; es capaz de hacer que seamos conscientes de lo dura que
es y al mismo tiempo, que sintamos empatía hacia las personas enfermas, sin
caer en el miedo que a veces nos causan sus actitudes, es imposible estar más
locos y a la vez parecer tan cuerdos, como si nos estuvieran diciendo que es la
sociedad la que no anda bien. Yo diría, sin temor a equivocarme, que es como si
los protagonistas de La gran belleza hubieran decidido salir de Roma y pasar
unos días en la Costa Azul mezclados con el servicio. Bien es cierto que yo
tengo devoción por esta directora y actriz, capaz de abordar con resultado
notable todo lo que se proponga.
Soñadores (The dreamers Bernardo Bertolucci 2003, Reino Unido); dos
hermanos de una aristocrática familia se quedan solos durante el verano del 68
francés y, mientras sus padres están de vacaciones, y tras conocer a otro joven
en una revuelta, deciden tener su propia revolución emocional y sexual.
Honestamente he de reconocer que esta película me ha impactado más ahora que
cuando la vi por primera vez, y ese impacto tiene que ver con la certeza de que
la moralina que envuelve a la sociedad hoy en día, haría imposible rodar una historia
así. Las personas de mi generación éramos (seguimos siendo algunas), más libres
emocional y sexualmente hace veinte años de lo que ahora es la generación del
siglo 21. Cierto que la historia se centra en una aristocracia rancia y alejada
de la realidad, lo que hace que todo parezca sucio por perverso, como si la
perversidad, en forma de experimento y disfrute, fuera solo un derecho de ricos.
Una joven Eva Green haciendo una declaración de principios de lo que es capaz
de hacer como actriz, en manos de un Bertolucci que se atrevió a casi todo en
el cine y a quien no deberíamos juzgar con los parámetros de hoy, por nuestro
bien y el de la cultura. Debajo de los adoquines no estaba la playa, pero qué
bonito fue soñar.
Los informes sobre Sarah y Saleem (Muayan Alayad 2018, Palestina); una
mujer israelí, un hombre palestino y la pasión, hasta que todo salta por los
aires al ser descubiertos. Llegué a esta película con curiosidad y cierto temor
a encontrarme una historia en tonos pastel en medio de un conflicto tan
doloroso como el que hace años mantienen el estado de Israel y Palestina. Descubrí
una película muy bien armada, con una dirección potente, un guión
extraordinario y un elenco que funciona de manera espectacular. Todo el tiempo
la historia de ellos dos está atravesada por el conflicto político, del que si
no tienes idea, vas a salir con una clara, no hay matices en el desarrollo; una guerra sucia puede saltar por encima de
las pasiones y narrar también la corrupción y los manejos burdos a la hora de
encontrar culpables, y salvarlos o condenarlos, en ambos bandos, lo sean o no.
Destaca en ella la fortaleza y la integridad de dos mujeres (espléndidas Hanan
Hillo y Sivane Kretchner), a las que la búsqueda de justicia las une
irremediablemente por encima del dolor, razas y credos, lo que hace el final más
inesperado que podamos encontrar. El
director, palestino de Jerusalén, sabe bien de lo que habla y hay que estar al pendiente pues tiene
mucho que decir.
Ya no estoy aquí (Fernando Frías de la Parra 2019, México); un
joven mexicano de 17 años, al que le encanta bailar cumbia con sus amigos, se
ve obligado a huir de Monterrey a los Estados Unidos por las amenaza de un
cártel y una vez allí intenta adaptarse sin conseguirlo, por lo que se plantea
volver a su ciudad. Esta es una historia de amistad, de soledad, de migración
física y sentimental, de cómo bailar es un consuelo, de cómo se construye una
amistad que en algunos momentos te salva, a pesar de que ninguna de las dos
personas hablan el mismo idioma y no se entienden. El director no necesita más
que paisajes totalmente urbanos y un magnifico actor, Juan Daniel García, que
constantemente lleva en su rostro la nostalgia por todo lo que dejó atrás, la
indefensión que le causa el desarraigo y la alegría que le produce la música
que le es familiar. No es una película de muchos diálogos, porque no los
necesita, las imágenes y el lenguaje corporal de los actores, lo dicen todo. Es
una historia que te va a acompañar por días en tu cabeza y puede que también en
tu corazón.
La cuarentena va llegando a su fin, parece que
todo va mejor, ojalá que sea así. Aún nos quedan películas por y para ver.
Hasta la próxima entrega. Cuidad y cuidaos, también por dentro viendo cine.