sábado, 25 de abril de 2020

Fragilidad (semana seis)

"No tengo certezas ni un manual de instrucciones sobre el siguiente paso. Simplemente me digo que se necesitará un gran esfuerzo para reconstruir y saber crear de nuevo una vida colectiva en la que no tengamos miedo de nuestro prójimo", Hélène Gestern, escritora.

El pasado sábado, mientras escribía la anterior entrada, llegó a mi casa un libro que me había enviado mi niña Alejandra desde Madrid, cómo no sentirse querida.

Esta semana tampoco ha salido el sol, a mi madre, que algunos días ya la noto cansada y triste aunque esto ella siempre lo negará, no le gustan los días grises, a mí tampoco, y en esta cuarentena eso no contribuye al buen ánimo; claro que en mi querida familia el clima meteorológico siempre es tema de debate, como en casi todas, imagino.

El domingo y el miércoles salió el sol como si quisiera darnos una alegría, también hizo viento, como si quisiera llevarse lo malo.

A veces intento echar la mirada hacia atrás y parece que todo es muy lejano, como si lleváramos viviendo así más tiempo del que en realidad llevamos; ya se siente el cansancio y al mismo tiempo la esperanza de que pronto podamos volver a incorporarnos a nuestra vida habitual, aunque sea poco a poco. También hay quien dice que viviría siempre así, yo no sé si es postureo o irracionalidad, yo no querría vivir siempre así, porque vivir así implicaría que seguiríamos enfermos, quizás de otra manera y no es bueno vivir sin libertad. Salud y libertad, esa es la idea.

Y es cierto que nos hemos calmado en muchos aspectos, ya no somos tan graciosos en los grupos, ya no nos hacen gracia tantas tonterías, ya no estamos lanzados a querer cambiar nuestras casas de arriba a abajo; yo diría que estamos más serenos, pero como no me gusta hablar por nadie diré que yo me siento más tranquila, triste, preocupada, sin descansar bien, pero más tranquila, ya no me duele tanto la soledad impuesta, aunque sigo sin dormir bien y sin dormir mucho. Ahora puedo confesar que los primeros días de subir a la azotea por las noches soñaba que caía de ella, y claro, la opción era vencer esa pesadilla o dejar de ir a hacer ejercicio, y vencí a la pesadilla, ahora sueño otras cosas, a veces con algún chico guapo, el mismo siempre.

También he desayunado por videollamada con Alberto; tomado un vermú con mis amigos de Córdoba (Fidel, Toro y Jose; merendado con mis compañeras más amigas del trabajo, Che, Merchi y Betsy y con Jaime en un precioso reencuentro, no es poca cosa la compañía y las risas. Diego me envía fotos con margaritas y amapolas para que no olvide que es primavera.

Sigo teniendo una batalla con las palabras, con algunas de las que se utilizan estos días, una de ellas es reconstrucción, que me suena a transición y de esa ya hemos tenido una; preferiría construcción, construir de nuevo donde se pueda, con todo lo aprendido no solo estos días, también antes. Tampoco me gustan las palabras distancia social, yo diría mejor distancia física, que es lo que tenemos, por fortuna como sociedad si estamos funcionando y estamos cerca las personas unas de otras, quizás más que en otras ocasiones y quizás no sea para siempre, pero qué bonito es mientras es y como reconforta. Tengo la impresión de que el mundo se ha parado, gran parte al menos y eso, por sí solo, es un hecho histórico; la parte del mundo que no ha parado es porque no puede hacerlo, porque tiene que comer, porque no tiene donde parar, porque es invisible.

Escucho por todos lados que las cosas van a cambiar después de esto, y no estoy tan segura, las cosas no cambian, las cosas se cambian y las cambiamos las personas con nuestra actitud, nuestro voto, nuestro caminar, nuestra responsabilidad; también es cierto que hay momentos en los que no tengo esperanza de que suceda, para eso hay que tener un objetivo común y no parece el caso, mientras seamos una sociedad en la que unos intentan obtener beneficios y otros siguen siendo pobres, es difícil. 

La misma gente que hace un mes le reprochaban al gobierno que no hubiera tomado medida antes ahora le exige al mismo gobierno que vaya pensando en terminar el confinamiento, sin pensar más allá de sus propios intereses electorales, creo, qué irresponsable es esto. Son las mismas que no tienen respeto ni por las personas muertas a las que usan a su antojo a diario sin la más mínima vergüenza y sin pudor, no sé cómo se deben sentir los familiares, que bastante tienen con no poder velarlos; sigo pensando mucho en esto y en las personas que estando ingresadas en hospitales no pueden recibir visitas.

A menudo me pregunto qué está sucediendo este tiempo con todo lo malo que estaba ocurriendo en el mundo, la guerra de Libia, la de Yemen, los inmigrantes intentando huir por distintas fronteras y mares, la trata de mujeres, los niños trabajando en muchos lugares como mano de obra barata, los refugiados en los distintos campos del mundo, las revueltas en muchos países, las hambrunas, como siempre digo, todo lo que estaba mal antes de esto. Una de las noticias que más me ha sorprendido estos días es la que cuenta que durante el mes de marzo no ha habido ningún tiroteo en las escuelas e institutos de los Estados Unidos, una no sabe qué pensar.

Los vecinos de mi bloque que se fueron de la ciudad al inicio de la cuarentena han vuelto, ahora resulta agradable escuchar a niños reír y llorar. Y tengo una vecina que canta espectacular, no lo hace a menudo, pero cuando lo hace, me dan ganas de aplaudir y decirle que no pare, qué maravilla.

El pasado jueves 23 de abril fue el día del libro, como cada año, solo que este año no hemos tenido feria, ni librerías abiertas con descuentos, ni encuentros en las bibliotecas, ni rosas para regalar; por suerte algunas librería están vendiendo por internet y llevan los libros a casa, otras cogen pedidos para ser recogidos después; en muchas casas tenemos libros sin leer y leídos y eso en sí ya es una celebración.

Nos han prorrogado el estado de alarma dos semanas, cuando podamos salir a trabajar será casi verano y nos cogerá con estos pelos, en todas partes dicho sea de paso, con el sex appeal en precario o asalvajao como dice mi querida Estela y me causa mucha risa.

Seguimos con más dudas que certezas, también seguimos con menos personas fallecidas, menos personas ingresadas, más personas dadas de alta, más avances en las investigaciones científicas para encontrar vacunas. Más personas y colectivos quienes dar las gracias, más razones para seguir confiando, para seguir cuidando y cuidándonos, para tener paciencia y empatía. Gracias es mi palabra favorita junto con esperanza.

Esta semana también he leído varias cosas interesantes, pero sin duda el artículo que más me ha conmovido ha sido este Mejor callarse, solo un poco del que he sacado el texto que encabeza esta entrada.

Y una canción bellísima que me envió días pasados la querida Desiree. 








viernes, 24 de abril de 2020

Las películas de mi cuarentena


“Ningún arte traspasa nuestra consciencia de la misma forma que lo hace el cine, tocando directamente nuestras emociones, profundizando en los oscuros habitáculos de nuestras almas”, Ingmar Bergman

En esta soledad impuesta del confinamiento los días parecen más largos, así que hay que buscar compañía y distracción. Desde que empezó la cuarentena he visto casi todas las noches una película, algunos días dos, también ha caído alguna serie, pero menos. Así que os voy a contar las que más me han gustado volver a ver  o  ver de estreno, algunas antiguas y otras más recientes. Esto no es una crítica, para eso ya está el jefe de esta página.

Solo ante el peligro (High Noon, Fred Zinnemann. 1952); creo que esta es mi película favorita, y si no lo es, está muy alta en mis preferencias. Esta película nos cuenta como el sheriff de un pueblo, recién casado y dispuesto a empezar una nueva vida, decide posponerlo cuando se entera que un criminal que el detuvo y llevó ante las justicia, ha sido liberado y vuelve al pueblo, el decide esperarlo y se encuentra solo porque nadie lo va a ayudar, hasta su reciente esposa se quiere marchar. Nunca se me va a olvidar esa imagen de Gary Cooper solo, en un pueblo aparentemente vacío, con la pistola en la mano, es una historia que habla de la responsabilidad de un hombre, de la dificultad de tomar decisiones que implican a las emociones y de la valentía. Y Gary Cooper, claro, el hombre más guapo de la historia del cine.

Una mujer bajo la influencia (A woman under the influence, John Cassavetes, 1974);  una de las muchas y magníficas historias creadas por este matrimonio en la vida real, John Cassavetes y Gena Rowlands. La historia de una mujer trastornada, incapaz de cuidar de sí misma y de su familia, en la que su marido, interpretado por el inolvidable Peter Falk, tiene que trabajar, cuidarlos a todos y tomar decisiones cuando la actitud de su esposa empieza a perjudicar seriamente la convivencia familiar. Ahora sé que la primera vez que la vi no la entendí bien, después de volver a verla tengo otra perspectiva, ahora sé del estigma de una enfermedad mental, del ansia de una mujer por la libertad y hacer  lo que no se espera de ella, de la importancia de los cuidados y de vivir en comunidad. Gena Rowlans brilla con luz propia, la que siempre ha tenido.

Espartaco (Stanley Kubrick, 1960); la versión íntegra, no la durante muchos años nos mostraron por la censura.  Esta película explica a la perfección lo mejor y lo peor del mundo, la esclavitud y la libertad y  nos cuenta la historia de un esclavo, espléndido Kirk Douglas, vendido como gladiador que lidera una rebelión contra el imperio romano y no deja de sumar, por donde  va,  esclavos y esclavas para derrocar a Roma y poder volver a sus casas. Cuando finalmente los tienen rodeados y les dicen que los liberarán si Espartaco se entrega, Yo soy Espartaco representa todo los bueno que tiene que tener un ser humano, la solidaridad y la bondad. No hay una sola vez que no la vea y la veo todos los años en Semana Santa, que no me emocione y me haga llorar.

La hija de un ladrón (Belén Funes, 2019); la historia de una chica muy joven con un hijo pequeño, con un trabajo precario, una vivienda precaria, un hermano por el que lucha en los tribunales para que viva con ella en la familia que quiere formar con un novio y padre de su hijo que no piensa lo mismo, para colmo el padre sale de la cárcel y acaba con la poca estabilidad emocional que ella tiene; un retrato implacable de nuestra sociedad, cientos de personas podrán verse retratadas en esa historia, triste y demoledora. Es la opera prima del pasado año en España por excelencia, no hay premio al que no haya  estado nominada su actriz protagonista, Greta Fernández que borda el papel y  ganó el Premio Goya a la mejor dirección novel su directora Belén Funes.

Los miserables (Ladj Ly, 2019); una nueva versión de la célebre novela de Victor Hugo en la que un policía se une a una brigada para luchar contra la delincuencia en un suburbio de Paris en la que los pobres entre los pobres controlan los barrios con sus distintas bandas, la violencia entre estas y la que emplea la policía, lo pone ante una realidad que probablemente no imaginó. El director no ha tenido que tirar de ficción para contarnos una dura realidad que lleva años existiendo en Francia con los hijos de los inmigrantes, pone la piel de gallina la violencia por todas partes, la de unos jóvenes sin futuro, la de unos padres sin esperanza y la de una policía deshumanizada.  Una de las películas francesas del año pasado, candidata al Oscar a mejor película extranjera. Un director a tener en cuenta y del que también he podido ver estos días la bellísima A viva voz.

Súper empollonas (Booksmart, 2019); excelente debut en la dirección de la actriz Olivia Wilde. Dos amigas que han estudiado juntas sacando muy buenas notas para entrar en la universidad, se dan cuenta de pronto que igual no han aprovechado muy sus años de estudiantes con respecto a las fiestas y en una sola noche deciden enmendar eso, y por supuesto, nada sale como piensan corriendo el riesgo de que su amistad salte por los aires. Una comedia ácida en a que no queda ni un solo tema por tratar, la asfixia familiar, la inseguridad, el feminismo, el ser lesbiana, el amor no correspondido, la inseguridad por el futuro, el posible error de hacer lo correcto y no lo que se desea. Una película fresca, muy bien interpretada por  Kaitlyn Dever y Beanie Feldstein a la cabeza de un reparto coral y divertido. Un soplo de aire fresco es.

La candidata perfecta (Haifaa Al-Mansour, 2019); una mujer médica en una ciudad remota de Arabia Saudí va a acudir a un congreso en Dubái y al llegar al aeropuerto no la dejan subir porque no tiene el permiso de su padre, la rabia y la impotencia la llevan a intentar presentarse como candidata a las elecciones municipales con el objetivo, además, de que asfalten la carretera de entrada al hospital, algo que lleva reclamando tiempo y nadie le hace caso. La cinta abre con una escena potentísima en la que un señor mayor llega al hospital muerto de dolor y se niega a ser atendido por una mujer. La lucha por ser candidata es una auténtica carrera de obstáculo que nos regala momentos hermosos como lo que las hermanas protagonizan vestidas de manera occidental al interior de su casa mientras preparan la campaña electoral. La película no nos cuenta nada que no sepamos sobre la terrible situación de la mujer en ese país, pero duele y al tiempo reconforta, verlo en imágenes. Un paso más en la carrera de esta directora que ya nos sorprendió con la estupenda La bicicleta verde y se atrevió con la biografía de Mary Shelley.

Dos bonus en forma de documental.

Ex libris: la biblioteca pública de Nueva York (Frederick Wiseman, 2017); magnífico documental de tres horas y cuarto que nos lleva de paseo por la biblioteca pública de Nueva York, nos cuenta la importante e imprescindible función de las bibliotecas, en las que lo más importante no son los libros, si no las personas que la habitan, personas de todas las clases sociales, de todas las razas, de todos los lugares de la ciudad, sean neoyorquinos o no, una declaración de amor a estas instituciones por la que desfilan Elvis Costello, Patti Smith, Edmund de Waal, Ta-Nehisi Coates, Richard Dawikins  y Caroline Engers entre otras muchas personas conocidas y anónimas, entre estas todas las personas que trabajan en esa institución. Estoy enamorada de este documental, muy enamorada, como de las bibliotecas.

Y es por este amor, que aprovecho y recomiendo mucho, mucho un libro que leí a finales del pasado año, La biblioteca en llamas de Susan Orlean, en la que nos relata el incendio que se produjo en la biblioteca de Los Ángeles en el año 1986 el mismo día que se estalló Chernóbil, lo que hizo que pasara desapercibida esta noticia. El libro nos relata la reconstrucción de dicha biblioteca y hace un repaso a la historia de esta, como surgieron los primeros bibliotecarios, el difícil acceso de la mujer a dirigirlas y las distintas formas de hacer bibliotecas que hay en el mundo. Una delicia de libro.

Sesión salvaje (Paco Limón y Julio César Sánchez, 2019); sorprendente documental español que supone un reconocimiento al cine gore, erótico y de terror (sí, todo junto) en España después de la dictadura. Un grupo de cinéfilos, muy cinéfilos, que reivindican este cine que en aquellos años nos parecía y espantoso y que después de ver el documental ya no lo quieres ver así, aunque te siga resultando así, muchas risas y sorpresas en esta pequeña joya que merece ser muy vista.

Esto es todo, de momento, si no escribo una segunda parte será porque la cuarentena ha terminado, no parece que vaya a ser así. Es el momento de cuidar y cuidarnos y una forma de hacerlo es ver cine, aunque opciones hay muchas, una de las mías, esta. Por amor al cine y a quienes lo hacen, que nos están aliviando estos días y es el momento de agradecerles.


Pd.: esta entrada fue publicada inicialmente en Cocalecas.net La películas de mi cuarentena

sábado, 18 de abril de 2020

Fragilidad (semana cinco)

"Es muestra de inteligencia ser capaz de demostrar la mejor cara de cada uno, no la peor, que también la tenemos", Victoria Camps, Creer en la educación.

Para mi sobrino Daniel, que cumple hoy 22 años y le guardo los abrazos.


El lunes cumplimos el primer mes de confinamiento. Parece algo increíble, a veces me acuesto pensando que al día siguiente me levantaré para ir a trabajar y todo habrá sido un mal sueño. No.

Me cuenta mi madre que su nieta Victoria la ha llamado para decirle que le duele la barriga, que vaya a darle un masaje como ha hecho otras veces, y no puede, claro, pero le encanta recibir esa llamada. Otro día me cuenta que tiene muchas ganas de ver a sus nietos, y a tus hijos, le digo, sí, pero primero a mis nietos, responde, ten madre para esto.

Por cierto, mi sobrina Victoria me avisa que ya tiene instagram (aquí debería ir un emoticono de echarse las manos a la cabeza).

Esta semana hice por primera vez en mi vida cruasanes, que tampoco es que sea escalar el Everest, así os lo digo y también bizcocho de naranja. Una cuarentena de muchas primeras veces.

Los días han ido amaneciendo grises y lluviosos, fríos a ratos, hay a quien le sorprende, a mí no, en los últimos años marzo y abril siempre han sido así; ahora se siente como si el tiempo meteorológico quisiera acompañarnos en casa y que no tengamos tentación de salir de casa si hace sol, aun así, los pocos rayos son bienvenidos.

Una de las tardes de esta semana que subí a la azotea a caminar habían vuelto los vecinos del otro bloque, menuda alegría me dio verlos, la señora, con sus gafas de sol puestas (que no hay que perder el glamour) me preguntó cómo estaba y le dije que bien, que los había extrañado y que me alegraba de volver a verlos, me contó que algunos días no había subido por el frío y otros lo habían hecho a otras horas. Por la tarde hago coincidir el final del paseo con la hora de los aplausos, me gusta compartir ese momento y además es el único momento del día en que consigo ver a otros seres humanos.

Sigo sin dormir bien, sigo sin dormir mucho, sigo teniendo sueños feos, hablé con mi amigo Manuel H. y me decía que a él le pasa lo mismo; eso me produce cansancio, yo nunca he tenido problemas para dormir y no hacerlo pasa factura física y emocionalmente. Alguna noche de algún día consigo dormir varias horas seguidas de puro agotamiento.

Compruebo con tristeza y estupor que en este, mi país, hay gente que no se alegra que descienda el número de personas fallecidas, el número de personas en las ucis, que aumente el número de personas dadas de alta, es del todo incompresible para mí, quizás porque yo solo espero el día que salga el último enfermo del hospital, ni siquiera espero ya salir de mi casa, esto no va de individualidades, va del colectivo que formamos como sociedad. Y una vez salga la última persona del hospital, podremos salir y abrazarnos, no solo por nosotros, también por todas esas personas que no pudieron dar el último abrazo a sus seres queridos.

Tristeza y estupor que aumenta cuando veo que también ha gente, casualmente la misma, que se opone a que se le dé un ingreso mínimo vital a personas que ya lo están pasando francamente mal, que ya lo pasaban mal antes, porque hay cosas que no son nuevas; me molesta la falta de empatía, de solidaridad, de ver más allá de sus propias narices.

Me enfadan muchísimo estas actitudes, me ponen violenta, me desagradan, me molesta pertenecer al mismo género que quienes no miran más allá de su ombligo y su bolsillo.

No sigo la actualidad al minuto por salud mental, pero entiendo perfectamente que este no es momento de juzgar al gobierno, es el momento de remar todos en la misa dirección para salir de esta y después, pedir explicaciones. Me molesta la maldad, me molesta el abuso, me molesta la falta de bondad, me molesta la mentira, la manipulación, la falsedad.

Hay días que pienso que cuando esto pase volveremos a ser lo que somos, quien sea buena persona, honesta, solidaria, lo seguirá siendo, quien sea mala, deshonesta y egoísta, lo seguirá siendo. Seremos una sociedad más pobre en lo económico, ojalá estemos pertrechados moralmente para no dejar a nadie atrás, para construir una mejor sociedad, un mejor país, un mejor planeta, lo necesitamos, necesitamos dejar un mundo mejor a las niñas y los niños que llevan tantos días encerrados, muchas veces sin entender del todo lo que pasa y estando a la altura; necesitamos un mundo mejor para todas esas personas mayores que ya trabajaron muchos años y merecen disfrutar de una mejor vida en sus últimos años; necesitamos un mundo mejor, en el que quepan muchos mundos, en el que podamos vivir sin más sobresaltos que los que la vida en el curso de su recorrido nos depare.

No sé si esta pandemia mundial nos ha desnudado, si sé que nos está mostrando toda la bondad de las personas, que es infinita y toda la maldad de alguna gente, que es mucho menor, pero más ruidosa.

Mientras tanto, a todas horas del día se escucha a los pájaros ¿será que antes no prestábamos atención?, ahora trinan y trinan, como en un diálogo permanente entre ellos mismos, a una le gustaría saber que piensan, si también les resulta extraño volar y trinar sin tanto humano alrededor.

Un alumno mexicano que pasó por la universidad hace unos años me envía un mensaje para preguntar cómo estoy y me dice que reza por mí y por mi familia, para que estemos bien, yo que soy atea, le devuelvo el abrazo y pienso que en estos tiempos todas las ayudas son buenas. Coincide en el tiempo con la agresividad con la que esta semana se ha cuestionado el trabajo de los funcionarios que trabajamos desde casa (por otro lado nada nuevo, quienes trabajamos en la administración pública siempre estamos en el punto de mira), olvidan que el personal sanitario también los es, así como los bomberos, policías, jardineros y hasta quienes recogen la basura por la noche mientras el resto descansamos, es agotador a veces.

En mucha gente no hay compasión, solo hay ficción.

De pronto caigo en la cuenta que antes de la cuarentena, los miércoles en la noche yo miraba la cartelera para ver los estrenos del fin de semana y organizarme, extraño ir al cine, me dicen a menudo, si no sabemos cuándo podremos volver a las salas, ni sabemos cuántas personas podrán entrar en ellas, y siempre respondo lo mismo, he estado muchas veces sola para ver una película, no espero que las salas vuelvan a llenarse, ojalá.

El viernes nuestra amiga Adela cumplió años, así que bajo la batuta de la gran Bego, nos conjuramos para grabar vídeos, juntarlos todos en uno y enviárselo, para así acompañarla y celebrar con ella, ha sido muy divertido y muy bonito y emocionante, los amigos, que son la familia que una elige.

Me fascina la diversidad del castellano en el mundo, lo que aquí llamamos mascarilla en Argentina lo llaman barbijo y en México cubrebocas. Para seguir cuidando, para seguir cuidándonos. Sobre todo para agradecer a quienes nos siguen cuidando, que son muchas y muchos, incansables, de día, de noche; en todos los lugares, en todos los idiomas.

Esta semana no voy a recomendar textos largos, aunque tengo ¿eh?; os recomiendo una serie, Unorthodox, la historia de una chica judía que huye de su familia, que es ultra ortodoxa, y como consigue empezar una nueva vida, la podéis ver en Netflix. Y una película, La candidata perfecta, sobre una mujer médica en Arabia Saudí que decide presentarse a las elecciones municipales cansada de ser ignorada por ser mujer, la podéis ver en Filmin.

Me ha volado la cabeza esta maravillosa versión de Agapimu con Ana Belén y Ojete Calor.


martes, 14 de abril de 2020

Qué pasará con la cultura


“Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz. No sólo de pan vive el hombre”, Federico García Lorca.

Soy consciente de que en la situación que nos encontramos en todo el planeta, lo primero es salvar vidas y cuando acabe la cuarentena, que no la pandemia, habrá que seguir salvando vidas, porque la economía mundial va a quedar hecha un desastre y es de esperar  y desear que nadie quede atrás, entre las muchas cosas que nos está enseñando esta etapa es que había muchas cosas que ya estaban mal antes de esto.

El único debate en el que hay que saber  dónde estar es el que muchos lanzan entre economía y salud. No tengo dudas, salud. En todo lo demás no hay debate, todo contribuye a la salud, la sanidad, la alimentación, la educación, la justicia social y sobre todo contribuyen todas las personas que en estos ámbitos están trabajando para cuidarnos.

También la cultura. Ni la más mínima duda tengo en estos momentos de todo lo que el amplio mundo de la cultura está haciendo para cuidarnos en estos momentos, en todos los lugares, en todos los idiomas, todos los días; de manera gratuita en muchos casos, lo que habla de la generosidad de este mundo.

Museos, bibliotecas, fundaciones, circos, monumentos han abierto sus contenidos gratuitamente en internet; teatros con funciones en todos los campos, obras, ballet, operas; talleres de ilustración, de escritura (novela, guion, poesía, relato), de pintura, editoriales y escritores presentando libros en redes sociales y, no solo, liberando muchos de sus libros, también; obras de teatro en directo; conciertos a diario;  librerías cerradas hace un mes que venden libros online y hacen un esfuerzo enorme para hacerlos llegar a nuestras casa. Espero que cuando esto pase, librerías, bibliotecas y cines sean de los primeros lugares a los que volvamos. Y que vuelvan los conciertos, que la gran Rocío Márquez me debe aún el suyo con el que yo iba a celebrar mi cumpleaños.

Series, todas las que hay, en todas las televisiones y plataformas, de pago, gratuitas, compartidas. Y películas, muchas, más de las que vamos a poder ver, en canales de televisión, en plataformas, en salas de cine que abren sus puertas virtuales, en cinematecas, en distribuidoras, en festivales, en filmotecas, en productoras, hasta directores que estrenan sus películas el mismo día que iba a ser estrenada, como ha sido el caso de Xavier Dolan y su Matthias & Maxime, previo pago en muchos casos, gratis en muchos otros, que no en todos los hogares hay la misma disponibilidad.

No puedo mentirme a mí misma, hay días que la oferta me parece excesiva, pero es aquí como ciudadanía podemos elegir en libertad, la poca que tenemos en estos  momentos, qué ver, qué hacer, qué disfrutar. No estamos obligados a nada más, salvo quedarnos en casa para cuidar y cuidarnos.
Por eso  me molesta mucho y me entristecen las críticas y el desprecio hacia el mundo de la cultura en estos momentos, no solo desde algunas personas y  fuerzas políticas, también desde algunas instancias que tiene que velar por las políticas en este ámbito. ¿De dónde piensan que vienen las canciones que cantamos en los balcones, los libros que nos ayudan a viajar y conocer otras vidas, las películas y series que nos distraen en estos tiempos? ¿Acaso no son parte del tejido laboral y empresarial de nuestros países? ¿Es que todas las personas que forman parte de este mundo no comen, no viven, no tienen familias? 700.000 puestos de trabajo crea el sector de la cultura en nuestro país, el 3% del producto interior bruto, por no hablar del turismo que atrae hacia los lugares en los que se ruedan series y películas.

Solo desde una profunda falta de educación, incultura y soberbia moral, se puede despreciar lo que está aportando este sector en estos difíciles momentos. Es más, es un sector imprescindible para la recuperación del día después, cuando llegue ese día. Dice el director teatral Lluis Pascual, en una carta dirigida al ministro de cultura, José Manuel Rodríguez “este país no quiere a sus artistas. Les puede admirar, envidiar y hasta en algún caso adorar, pero eso es otra cosa”.

Todo lo que durante estos días recibamos desde los distintos ámbitos de la cultura nos va a servir para empezar a reconstruir y reconstruirnos como personas y como sociedad;  nos va ayudar a seguir caminando por un mundo que no sabemos cómo será; nos habrá convertido en personas con más conocimientos, más saber, más anécdotas que contar y compartir. Nos habrá llevado a reír, sonreír, llorar, pensar, en definitiva, a vivir y reconocernos.

He escuchado en la radio estos días como en España, un taller de costura que hace vestuario de películas, se está dedicando a coser batas y mascarillas para el personal hospitalario, pero es que además han donado gran parte de los vestuarios disponibles y que pueden ser reutilizados. Imagino que esto está sucediendo en muchos otros lugares.

También tengo conocimientos que en muchos países hay medidas de apoyo a la cultura entre las medidas económicas de urgencia que se están tomando, sin duda alguna, esos países saldrán adelante más rápido y mejor, ojalá en el mío (España) también fuera así, aunque no lo parece, dado que no sólo no hay prevista ninguna ayuda de momento, provocando un fuerte enfado en el sector, sino se les intenta denigrar llamándoles titiriteros, como si los títeres no fueran un arte.

Y si alguien duda de la solidaridad del mundo de la cultura, estas estupendas Reflexiones tempestivas del gran Alex de la Iglesia 

No sé, llamadme rara, pero yo prefiero quedarme con todo lo bueno que en estas circunstancias nos aportan desde el mundo de la cultura. En lo personal, la cultura acude a mi rescate cuando esta soledad inesperada se hace dolorosa. Muchas gracias a vosotras y vosotros también, sois muy necesarios para salir a adelante y sanar por dentro y ¿quién sabe? reír por fuera.

La cultura es un bien esencial. Es salud, economía, bienestar y libertad. Y será la cultura, la que en sus muchas facetas, la que documente, hable y nos cuente todo esto que está pasando.

Pd.: Este texto ha sido publicado originalmente en Cocalecas.net ¿Qué pasará con la cultura después de la pandemia?

sábado, 11 de abril de 2020

Fragilidad (semana cuatro)

"Calma, dijo el médico. En una epidemia no hay culpables. Todos son víctimas", Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.

Llamo a mi madre dos o tres veces al día, el sábado siempre me pregunta que voy a hacer el domingo, ir a tu casa a comer torrijas, como corresponde al Domingo de Ramos, le digo, se ríe y responde, ya las comeremos pronto, hija.

Alberto me cuenta que su madre sale sola en su pueblo a aplaudir todas las tardes a las veinte horas, en su patio, y que por eso él sale también, para honrarla.

En el edificio más alto que tengo frente al mío, hay una pareja de personas muy mayores que salen aplaudir juntos, no faltan ni un solo día, y yo siento una inmensa ternura al verlos.

El lunes fue de noche todo el día ¿dónde está el sol cuando se le necesita? Durante toda la Semana Santa ha llovido o ha estado nublado, como si el confinamiento no fuera bastante justificación para que este año no haya habido procesiones. El Viernes Santo salió el sol por la tarde, para iluminar un día de luto; en las azoteas había más personas tomando sol, o tendiendo y recogiendo ropa; en uno de mis paseos escucho como se juega al veo-veo desde las ventanas, sonrío.

A veces quiero pensar que todas las personas que hacen la cuarentena con su pareja están haciendo mucho el amor, o teniendo sexo salvaje, si es que no son la misma cosa en algunos momentos.

Hay días y días, hay que vivir todas las emociones como vayan viniendo, nunca como estos días se está demostrando la inutilidad de la autoayuda y sus frases hechas y la estafa del coaching.

La semana se inició con mejores datos  con respecto a las anteriores, el confinamiento está dando resultados a pesar del cansancio, pero hay quien le pone pegas. El lunes vuelven muchas personas a trabajar, ya sabéis, la presión del capital. Recuerdo cuando se desató el virus en China, durante el desayuno con las compañeras de trabajo comentábamos que en ese país había sido fácil, es una dictadura y la disciplina está garantizada.

Qué falsa es la dicotomía entre salud y libertad que se lanza de vez en cuando estos días, qué indecente, qué maniquea, qué falta de honestidad, como si gozáramos de libertad plena o tuviéramos la salud a salvo, nos están preparando para lo que viene, que no sabemos qué es, todo en este momento es el día a día. La gente habla sobre cuando se volverá a la normalidad, pero la normalidad era la crisis, decía Naomi Klein estos días en un programa de radio.

En otro programa escucho un debate sobre el pijama, sobre el hecho de pasar la cuarentena en pijama todo el día, es gracioso; yo no uso pijama nunca, los tengo y cuando viajo los echo en la maleta por si me toca compartir habitación, si no es así, jamás, siempre digo que si hay un terremoto y tengo que salir corriendo, saldré con las tetas al aire, esa soy yo. Todo esto partiendo de la base que cada persona en su casa es libre de estar como le dé la gana, en pijama, en chándal, desnuda, con tacones y hasta con traje de noche, yo uso vaqueros, camisetas de colores, me pinto los labios y algún día la línea de los ojos. La frivolidad como forma de resistencia. 

Empiezan a molestarme los chivatos en las ventanas, me molestan los chivatos en general, ahora más, si hay que denunciar que alguien se salta la cuarentena de forma indebida, se llama a la policía, no se increpa a nadie a grito pelado, se graba y se difunde, eso no habla bien de nosotros como sociedad. Este tiempo también sirve para poner distancia en la admiración que sentías por alguien y de pronto esta se disuelve como un azucarillo.

Siento que ya estamos enfadados, cansados, sensibles, vulnerables, que seguimos diciendo que tenemos muchas tareas que hacer, aunque pensemos que ya no hay tanto que hacer, estamos varados en la pereza algunos días. Yo me excuso diciendo que no quiero ordenar mucho la casa por si llega el día que pueda salir y al volver a entrar no me reconozca sin el desorden. 

Esta semana me ha dado por anotar muchas tonterías, quizás como desahogo, pero esto no me aparta ni un minuto de lo que vivimos y de la gravedad de la situación.

Hay días que todo duele más, a pesar de los datos que nos cuentan que hay menos personas fallecidas, menos personas ingresadas y muchísimas más dadas de altas, todo duele más, porque una se da cuenta de que hay a quien no le importa nada, solo le sirve para su propio rédito, para tener razón, para escucharse solo a sí mismo. 

Llaman héroes y heroínas a quienes nos cuidan porque es más fácil poner una medalla que pagar un salario digno, que mantener los servicios públicos, que lo contratos no sean precarios. Son trabajadoras y trabajadores que merecen ser reconocidos como tales en sus trabajos; espero que esto no se nos olvide el día después. 

Ese día del que nos dicen que nada volverá a ser igual, a veces esto suena más como una amenaza que como una oportunidad, y claro que nada volverá a ser igual, no debería al menos ser así. Ojalá el ejemplo que está dando la ciudadanía en su conjunto y en todos los lugares, guíe a quienes nos gobiernan.

Sigo pensando mucho en todas personas mayores en las residencias viendo como se mueren sus compañeros y nadie les ayuda; pienso en todos esos inmigrantes sin papeles que viven en chabolas o hacinados en pisos, que ahora necesitamos tanto para trabajar en el campo y a los que no somos capaz de garantizar más que un presente; pienso en todos esos países de América Latina y África,  a los que está llegando la pandemia y cuyos sistemas de salud no es como el nuestro; pienso en todas esas personas que no tienen nuestro bienestar, una vez más. 

Y una vez más, gracias, muchas, muchísimas gracias a todas las personas que nos están cuidando, sois la esperanza de un futuro mejor, de eso no tengo ninguna duda.

Tenemos un amigo que trabaja en un hospital en Huelva, y cuando dan el alta a pacientes enfermos de coronavirus, nos lo cuenta, nos alegramos mucho en el grupo y aplaudimos; son pequeñas esperanzas para el día a día.

Os voy a dejar de nuevo algunos enlaces que me han parecido interesantes esta semana, de nuevo algunos son un poco largos, pero tiempo es lo que más tenemos. Son textos que me han ayuda a sobrellevar estos últimos siete días, espero que os sean útiles, con todo mi cariño van.

Este me ha gustado especialmente, podéis imaginar la razón Por qué Winston Churchill convirtió el pintalabios en un producto de primera necesidad en tiempos de guerra; este me ha reconfortado  Confinamiento, duelo a distancia, Las Vegas; este me ha entristecido, por la desigualdad que manifiesta  La cifra de muertos por coronavirus entre la población negra de EEUU es desproporcionada y este cuento del mexicano Juan Villoro me ha encantado  Paciente Cero.

Y Aquellas pequeñas cosas, una canción que es parte de la banda sonora de mi vida.








sábado, 4 de abril de 2020

Fragilidad (semana tres)


Lo fácil hubiera sido ir de la mano de la queja
embozarnos con la capa del desengaño.
Eso nos hubira dejado menos arañazos.
Eso sería lo fácil.
Lo difícil fue hacerte, dolor, un cuarto propio.
Lo fácil, Carmen Ramos en Las estrellas han hallado otra forma de morir.

El pasado domingo se hizo de noche una hora más tarde, salimos a aplaudir a ventanas y balcones y nos vimos las caras.

Ha llovido y hecho frío toda la semana, como si fuera un invierno largo, solo un día ha salido el sol y pudimos sentirnos afortunados.

Apenas ha comenzado el mes de abril y ya queremos que este año acabe; un amigo, Rubén, decía estos días en twitter "me pregunto si el 31 de diciembre de dos mil veinte habrá gente llorando por el año viejo", no sabría yo predecir nada más allá de saber qué voy a almorzar hoy, pero es una buena reflexión. Apenas hace un par de meses lo que nos horrorizaba eran los incendios de Australia, la locura continua de Trump y un poco la nueva huida de miles de refugiados de Turquía a Grecia.

Pienso mucho en las personas que no tienen tanto bienestar como nosotros, que tienen problemas para llegar a fin de mes, problemas para pagar la luz, problemas para que sus hijos tengan acceso a las plataformas virtuales de sus colegios, todas las mujeres que sufren violencia de género, justo cuando escribo esto escucho un nuevo asesinato, todo lo que estaba mal antes de la pandemia y todo lo que urge arreglar cuando esta acabe.

Hace unos días mi madre me contó que bailaba, todas las mañanas y las tardes, pone un canal musical en la tele y baila, dice que la gimnasia que dan es muy difícil para ella; ante mi asombro, me dice que ella siempre ha bailado mucho, con razón he salido yo tan bailona, le respondo. Además me avisa cuando hay algo en la programación televisiva si sabe que me puede gustar, por ejemplo Españoles por el mundo en Chiapas. No poder ir a verla sigue siendo lo más duro de este tiempo en el terreno personal. Echo de menos sus torrijas estos días.

Estamos viviendo unos nuevos tiempos con respecto a las relaciones familiares, nadie estaba acostumbrado a pasar las veinticuatro horas del día juntos, las personas mayores no estaban acostumbradas a pasar tanto tiempo sin salir de casa y las personas que vivimos solas, estamos aprendiendo de nuevas soledades, hubiera sido mejor no tener que hacerlo. Siempre he dicho que soy una urbanita total, me encanta vivir en una ciudad y sus sonidos, cuando me molesta alguno solo espero que pase, por eso este silencio constante es abrumador, lo salva el trinar de los pájaros cada día y los aplausos de la tarde.

Me pregunto qué pensarán los niños de estos días, de esta experiencia con la que no contaban, sé que asisten a sus clases virtuales, que están dibujando mucho, que hacen videollamadas con sus compañeros, pero ¿Qué pensarán? ¿Cómo les va a afectar esto? Nos contaba Che el otro día que su hija Carla (cuatro años) se había despertado en la madrugada, les había cantado una canción de Frozen entera y se había vuelto a dormir.

Esta semana me he de depilado las cejas, sentía que empezaba a parecerme al rey león, no ha quedado mal, creo; no tengo muchas ganas de comer, quizás porque no siento ansiedad, solo tristeza. También he aumentado los kilómetros en la azotea, ya vamos por cuatro; estos días he visto a una pareja en otro edificio abrazándose bajo un rayo de sol, también he descubierto nuevos vecinos, nuevos saludos, nuevas sonrisas, nuevos besos al aire de edificio a edificio. Hablaba con Linda estos días y comentábamos que en este momento nos queda la palabra, y las miradas, añadiría yo.

A veces no tengo ganas de reír, ni de sonreír, hay cosas que ya no me parecen graciosas, otras consiguen arrancarme una sonrisa, muchas veces parecemos estar saturados, hartos, todo normal, vamos aprendiendo a actuar cada día. Pocas cosas me espantan más que la mediocridad, pero ya está muy por encima la maldad, debe ser agotador odiar tanto y desear tanto mal.

Siento que todo empieza a pesar, pesan las cifras diarias de personas fallecidas, las de nuevos ingresos, pesa pensar en la soledad en los hospitales sin que la familia te pueda acompañar, pesa no poder dar a los muertos un entierro digno, pesan los hospitales llenos y desbordados, pesan las personas mayores solas, pesan la tristeza, la angustia, la inquietud, la preocupación por todas las personas que tienen que ir a trabajar porque si no, no hay sustento, el desasosiego. Compensa el esfuerzo ingente de los equipos sanitarios, limpiadoras, cajeras, profesores, transportistas, trabajadores en el campo y en la mar, cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, empresas que han puesto su maquinaria al servicio de todos, compensa el trabajo de todas las personas que están en primera línea. Y compensa sobre todo la cifra de altas hospitalarias que cada día son más.

Después de tres semanas trabajando desde casa, ahora tocan unas vacaciones, diferentes, pero vacaciones. Ojalá dormir, sé que no soy la única que duerme mal y poco, quienes padecían insomnio, ahora es peor, quienes no lo conocíamos, llegó el momento. Y las pesadillas, que traen consigo el desvelo.

Nos sigue rescatando en estos días ver a la familia, en la mía, mis sobrinos más pequeños compiten entre sí en leer cuentos y recitar poemas a los amigos de manera virtual; siempre aparece alguien de quien no sabías hace tiempo y qué bonito resulta, nos sigue rescatando los chistes, las risas, las complicidades, nos sigue rescatando las buenas iniciativas solidarias, los cumpleaños feliz en los balcones, la radio con su trabajo diario para hacer más llevadero el encierro, las películas, un día os voy a contar todas las que estoy viendo y los libros, en mi caso, por fin esta semana, los libros me han rescatado. Y cocinar, he hecho bizcochos.

Sé que esta entrada no se siente tan animosa como las anteriores, esta semana ha tenido demasiados altibajos emocionales y poco descanso. Pero se me ha ocurrido que os voy a dejar algunas de las lecturas que más me han gustado, reconfortado, entretenido y hasta enojado estos días, alguna son largas, aviso, aquí van.


El presidente del gobierno nos ha comunicado que se prorroga el estado de alarma dos semanas más. Siguen siendo momentos para cuidar y cuidarnos, para hacer lo que nos dicen, para tener salud, paciencia, empatía y amor. Ánimo, seguimos.

Acabo de saber que ha muerto Luis Eduardo Aute, y qué tristeza, una de sus maravillosas canciones.