El mundo se derrumba y menos mal que nos queda el cine. No sólo, pero no menos importante para escapar a estos días en los que alguno parece peor que el anterior.
Desde que estoy suscrita a la plataforma Filmin
podemos disfrutar durante el verano del Atlàntida Film Festival, que
presencialmente en Palma de Mallorca entre los días 27 de julio y 2 de agosto y
virtualmente hasta el 28 de agosto.
Aunque quedan muchos días y películas para ver, ya os
puedo hablar de algunas de las que más me ha gustado.
Those Who Remainde (Akik maradtak,
Barnabás Tóth 2019, Hungría); una joven que vive con su tía en la Hungría de
posguerra no sabe gestionar las heridas causadas por el Holocausto, vive con
ella e inicia una extraña relación con un médico, que en última instancia le
salvará la vida emocionalmente.
Todo en esta película está bien, sin caer en
sentimentalismos baratos ni ficticios, nos va contando como el amor (cualquier
clase de amor), puede ayudar a cerrar heridas, a encauzar la vida, a normalizar
relaciones, a tejer complicidades, a superar barreras. A tener esperanzas y
futuro. Las guerras son devastadoras para todas las personas y aquí las
encontramos de todas las edades, peleando, llorando, riendo, viviendo, sabiendo
que se lo deben a quienes ya no están. Me he encantado la actriz protagonista,
Abigel Szóke, dueña de un rostro dulce que se transforma en seguro de sí mismo
a medida que avanza la película, lo que habla mucho y bien de su talento. Sin
duda es mi favorita de las vistas hasta ahora.
Moffie (Oliver Hermanu 2019,
Sudáfrica); en los años
ochenta, durante el conflicto fronterizo entre Namibia y Angola, la Sudáfrica
del apartheid decide mandar a sus jóvenes blancos a pelear en esa guerra con el
fin de mantener su influencia en la zona y para eso los somete a un duro
entrenamiento. Entre estos jóvenes está Moffie, con apenas 18 años, de buena
familia supremacista y racista y que oculta su homosexualidad, algo que los
boer sudafricanos tampoco toleraban, los blancos debían ser todos machos,
machos. Cuando llega al cuartel se enfrenta a unas rutinas de preparación que
incluyen maltrato, violencia física y verbal, abuso, racismo y homofobia.
La película no ahorra detalles y nos abre los ojos a
otras guerras que desconocemos porque solo conocemos las guerras protagonizadas
por los gringos; pero no sólo, está rodada con rigor y la sutileza suficiente
para que los rostros transmitan todas las emociones, los actores (la mayoría
debutantes en el cine y muy jóvenes) se dejan hasta el último centímetro de
piel para ser creíbles, el guion no deja lugar a suposiciones, la duración es
la justa y una banda sonora que se ajusta en cada momento a cada plano y que
tardarás horas en sacar de tu cabeza.
The Souvenir (Joanna Hogg 2019,
Reino Unido); una joven estudiante
de cine en la Inglaterra de los años ochenta celebra una fiesta en su casa y en
ella conoce a un tipo algo mayor que ella y que, a la par que elegante, está envuelto en un halo misterioso, pronto
se van a vivir juntos, la relación se vuelve dependiente hasta el extremo que
ella empieza a robar a su propia madre para realizar los caprichos de él. Pero él
no es caprichoso, es adicto.
Una historia turbia, desagradable, en la que se
confunden los sentimientos, si bien no al principio, conforme transcurre el
metraje es cada vez más claro. La protagonista, sin perder la compostura en
ningún momento, intenta sacar adelante su proyecto cinematográfico y su
relación personal, pero esta no es una relación justa y equilibrada, es
claramente uno relación de abuso por parte de él, que en todo momento parece
tener el control de la situación. Sin embargo, su adicción lo llevar a cometer
cada vez más errores y la convivencia se vuelve difícil, al mismo tiempo que la
madre de la protagonista pasa el tiempo tratando de tener respuestas al
comportamiento de su hija. La película es un claro ejemplo de como a veces
llamamos amor a lo que no lo es y todo el tiempo que nos toma entender qué
sucede. Desde mi punto de vista, la protagonista sale victoriosa, aunque el
final puede que haya personas que lo vean de otra manera.
Una muestra de lo bueno que puede llegar a ser el cine
inglés fuera de sus estrellas habituales, incluso contando con Tilda Swinton,
un retrato determinados ámbitos ingleses de los años ochenta y una muestra del
mucho talento de su directora, en lo que parece ser una película
autobiográfica. La película deja un buen sabor de boca en todos los sentidos.
Play Anthony Marciano 2029,
Francia); cuando Max
cumple 13 años en 1993 recibe una cámara de video como regalo y empieza a rodar
su vida durante 25 años. En la película podemos ver su adolescencia, su
juventud, su madurez, sus estudios, incluida una etapa Erasmus en Barcelona,
sus encuentros y desencuentros, sus relaciones familiares, sus relaciones
amistosas, su relación de pareja, su paternidad.
Y todo parece estar rodado sin editar, pero me ha
costado creer el resultado aunque la película en su conjunto se ve bastante
bien, no aburre pero tampoco entusiasma, al menos a mí. No hay actores y
tampoco parece haber guión, y esto puede parecer estimulante, aunque yo echo de
menos la magia del cine. La película ha cosechado muy buenas críticas, sobre
todo de críticos y directores de cine de la generación del director, supongo
que eso es lo que me falta, sentirme identificada con las personas de mi
generación, algo que por mi edad, es imposible. Diría que la película es
refrescante durante el rato que la ves.
El escritor de un país sin librerías
(Marc Serena 2019, España); Juan Tomás Ávila Laurel es el escritor más traducido
de Guinea Ecuatorial, tiene más de quince libros publicados y desde el año 2011
vive refugiado en España.
El documental nos cuenta la historia de cómo Juan
Tomás se hizo escritor en un país en el que no hay librerías, apenas un par de
cines cerrados, y una dictadura cruel, tenebrosa y duradera, que a nadie parece
importar, a pesar de que los derechos humanos son pisoteados día a día y la
pobreza campa a sus anchas mientras el dictador y su prole disfrutan de la
fortuna amasada esquilmando al país. Guinea fue colonia española hasta hace 50
años, así que parte de lo que el documental cuenta, aunque no dice, es que
nuestro país se ha lavado las manos y solo nos interesa su petróleo.
El escritor y el director del documental vuelven a
Guinea para que conozcamos a su familia y para que conozcamos la realidad de
manos de una narración sobre las imágenes y de algunos jóvenes que protestan a
ritmo de rap. La historia te deja con las ganas de leer todos los libros del
escritor.
He visto, al menos he intentado ver algunas películas
más que ni voy a mencionar porque no fui capaz de terminarlas. Me irrita
profundamente como parte del cine modernos es incapaz de concretar bien las que
se vislumbran como buenas obras hasta hacerlas añicos.
Por último quiero contar que la edición física del festival
se ha llevado a cabo respetando todas las medidas de seguridad y con un aforo
muy reducido por dichas medidas; sin duda es incansable el esfuerzo de la
plataforma Filmin por apostar por la cultura en la nueva realidad y eso es muy,
muy de agradecer.
Mientras cuidamos y nos cuidamos, sigamos viendo
películas.
Pd.: Esta entrada fue publicada originalmente en Cocalecas.net Las películas para antes de las salas de Cine