miércoles, 29 de abril de 2015

Cien palabras


Sabéis que muchas veces no estoy en mis cabales y no le temo al ridículo. Días pasados Focus on Women que es una organización para mujeres que gustan de viajar solas y/o solidarias y ver el mundo a través de los ojos de otras muejres, hizo público la cuarta edición del concurso de microrrelatos para contar en cien palabras la historia de una mujer conocida en algún viaje y que nos hubiera impresionado. 

Y allá fui yo, sin encomendarme ni a dios ni a diablo, recordando a una mujer que conocí hace dieciocho años y que nunca me he sacado de la cabeza. Es la primera vez que me presento a un concurso de relatos, evidentemente no he ganado y sí he perdido, el miedo a hacerlo. Las primeras veces, las importantes primeras veces. Espero que os guste, o no.

Era una indígena tzotzil de La Garrucha  (Chiapas, México),  me miró desde sus treinta años ajados. Tenía cuatro hijos, el más pequeños mamaba de su pecho en ese momento.  Preguntó cuántos años tenía, treinta y dos dije, ¿tienes marido, hijos? no, contesté.
Abrió sus ojos  mucho, sonrío de una manera entre condescendiente e irónica y se llevó una mano a la cabeza. Dijo que ya era mayor. No entendía que una mujer no aspirara a ser madre y esposa, por más que le conté que hay más cosas que las mujeres hacen, no cabía en su cabeza. Me pareció valiente.


Pd.: Aquí la página web de Focus on Women Viajar solo, viajar sola por si queréis echarle un vistazo, espero algún día poder hacer algunos de esos maravillosos viajes.

lunes, 27 de abril de 2015

Málaga

Casi sin darme cuenta este es el tercer post que dedico en mi blog a un viaje, y eso me gusta;  cuando un viaje sale bien y haces muchas fotos (bueno, unas pocas) y te sientes a gusto y lo disfrutas y te cuidan durante la estancia, dan muchas ganas de contarlo. Yo, cada día más, siento que los lugares son personas. Antes presumía de tener memoria gastronómica de los viajes, esto es, si vas al lugar más bonito del mundo y la comida es una mierda, el lugar se convierte una mierda, o en un recuerdo de mierda. Así que sí, los lugares son personas, con las que compartes espacio, tiempo, lugares, comidas, risas…

Y  el pasado fin de semana, aprovechando que era fiesta en la localidad donde trabajo, me fui hasta Málaga, allí está mi compañera y amiga Layla y muchas cosas por hacer que no estaban la última vez que fui. Me gusta viajar, mucho, casi lo que más y me gusta viajar a ciudades o pueblos (vamos, que mucho de turismo rural no soy) me gusta visitar librerías, ver museos, mercados, edificios y bares. Y Málaga tiene de todo esto en abundancia, no voy a ésta ciudad por el mar, tengo un océano al lado (y no es por comparar), así que lo que busco en ellas es otra cosa, que también incluye comodidad, es decir, poder ir a casi todos los sitios andando.

Aquí dejo algunas fotos que encontré de grafitis, que como sabéis, me encantan!
Alameda Principal

Alameda Principal
Entorno Teatro Cervantes
Entorno Teatro Cervantes
Soho (entorno Centro de Arte Contemporáneo)









Como buena cateta, soy lo que muchos llaman una turista cultural, me gustan los museos y me gustas los museos que están en edificios que también son museos y me gusta el arte contemporáneo, basicamente porque es el que entiendo, aunque no todo, ni casi todo, el arte lo entiendo como el amor, el que llega a mi estómago. El Centro de Arte contemporáneo está en un barrio que ahora llaman Soho, es gratuita la entrada todos los días y esa es una magnífica noticia junto con el rico café de su restaurante.
Andy Warhol en el Centro de Arte Contemporáneo

Exposición del artista chino Yan Pei Min en Centro de Arte Contemporáneo (muy recomendable)
Mujeres inclinadas y vacías creadas con papel aluminio por el artista francés Kader Attia en el Centro Pompidou
Exposición el cuerpo político en el Centro Pompidou
Centro Pompidou
El Centro Pompidou Málaga se inauguró la pasada semana santa como una sucursal del original que está en Paris, aún no está completo, faltan las colecciones temporales y que abran el bar. ahora mismo encuentras allí obras de Frida Kahlo, Picasso, Luis Arroyo y toda una serie de obras plásticas de autores para mi desconocidos que me han dejado con ganas de más. A esto hay que añadir el Museo Picasso, el museo Carmen Thyssen, así como lugares alternativos como La Térmica y la Invisible. 

Entrada casa calle Marqués de Larios

cruce de calles

Málaga castiza

Edificios bonitos y desabitados *
la bella y glamurosa Leonor Watling en el festival de Málaga cine español

Pablo Berger, director de Blancanieves y creo que la única que lo reconoció fui yo.
Javier Cámara, todo amor


El Mediterráneo
* Por esta calle, que no recuerdo como se llama, se llega a la Iglesia de la Victoria (muy bonita, por cierto) y justo antes de llegar a esta hay un bar que se llama "er compá" que en contra de lo que pueda parecer, es un bar italiano, donde no sirven pizza, ni canelones, sirven tapas andaluzas aderezadas como si fueran italianas y merece mucho la pena, por calidad y precio.

Las calles antiguas, los edificios modernos, el mar y las personas. Málaga, con sus luces y sus sombras es atractiva y digna de ser visitada varias veces en la vida; y al menos una vez, hazlo con lugareños, estos ven la ciudad de otro modo a través de tus ojos y tu la vez a través de los suyos y créeme, se ve de otra manera.  Y si viajas solo o sola, lleva a alguien tu corazón. Ha sido un gran fin de semana, porque al fin y al cabo, la vida es disfrutar y compartir, que es otra manera de amar.

jueves, 16 de abril de 2015

El tren

A Che, Layla y Paca que serán madres este año.

Días pasados andaba paseando por Faro, pequeña gran ciudad el Algarve portugués a la que suelo ir muy a menudo, y como siempre me llamó la atención la vía del tren que se ve desde el puerto dejando la ciudad a un lado y el mar a otro. No conozco otra ciudad en la que sea así, probablemente exista, pero yo no la conozco. Ese día además, al otro lado de la vía había unos regatistas entrenando. La vida.


Lo que se me vino a la cabeza en ese momento es con que facilidad nos han tatuado en la piel y en la cabeza esa frase tan repetida a diario de “el tren solo pasa una vez en la vida” y como la hemos asumido. Y es mentira, me atrevo a decir con toda rotundidad que es falso de toda falsedad. El tren pasa todos los días, a todas horas, en todos los lugares donde haya una estación de tren, hay uno que llega y otro que sale, y en todos te puedes subir y/o bajar. Y puedes que encuentres una estación sin parada, entonces te vas al siguiente pueblo.

El pasado uno de diciembre, día de mi cumpleaños, agradecía todas las felicitaciones desde el corazón aclarando que habían sido lo mejor del día porque no había sido un día bueno. Y recuerdo que dije “lo será cuando todo acabe bien”.

Ahora quiero contarlo; ese día estuvimos en una reunión desde la mañana hasta la tarde el comité de empresa de la universidad en la que trabajo y del que formo parte y la gerencia de la misma. Una reunión tensa, desabrida, amarga, sin acuerdo. No era la primera, ni tampoco la última.

Las negociaciones para una nueva y mejor relación de puestos de trabajo de la universidad habían comenzado hace un año, poco después de yo ser designada representante por y de mis compañeros tras la dimisión del anterior, empezamos trabajando mucho, seguíamos trabajando mucho y no nos poníamos de acuerdo (al parecer es lo habitual, pero yo era nueva en esto). El desacuerdo fue creciendo hasta casi una ruptura de negociaciones, los compañeros se inquietaban, el nerviosismo y el desanimo se apoderaba de nosotros, estábamos trabajando mucho y no se veía la luz.

El paréntesis navideño supuso un descanso pero no una desconexión total. A la vuelta habíamos elaborado un calendario de principios, trabajo y prioridades y sobre esa base empezamos de nuevo hasta que las elecciones andaluzas se interpusieron y vinieron las prisas. Aún así nos pusimos manos a la obra, trabajamos muchísimo más, más reuniones, más discusiones y a finales de febrero conseguimos llegar a un acuerdo con la gerencia. Llevamos el acuerdo a nuestros respectivas sedes, tuvimos asambleas, unos estaban contentos, otros lo estaban menos y otros lo estaban nada, algunos compañeros del comité bromeábamos con la frase “¿qué hay de lo mío?” convertida ya en leyenda en nuestras conversaciones y quizás hasta en camisetas.  Con un apoyo mayoritario pero no unánime el acuerdo salió adelante y finalmente la pasada semana el consejo de gobierno de la universidad lo aprobó. No es el final, es solo un principio, hay que seguir trabajando.

En lo personal ha sido toda una experiencia; es la primera vez que soy representante de los trabajadores y no sabía que encontraría. Mentiría si dijera que ha sido fácil, mentiría mucho, ha sido por momentos triste, duro, solitario. Y ha sido posible sobrevivir a esto porque los compañeros del comité estamos todos a una (esto no garantiza que vaya a seguir siendo así, pero de momento es). 

Los desvelos, las pesadillas, las lágrimas, el miedo a no ser capaz y los malos momentos que he tenido han sido menos porque mi familia y mis amigos más cercanos han estado siempre ahí, los dos últimos meses de la negociación no estaba yo en mi mejor momento personal  (por otras razones) y es gracias a ellos que todo ha sido más llevadero, con sus hombros para llorar, sus cervezas para reír y sus abrazos para reconfortar.

Dos cosas he aprendido. Los derechos de los trabajadores se defienden y se mantienen si los trabajadores están unidos y la reivindicación es unitaria. Casi nadie ha venido a dar las gracias, aunque fueron muchos los reclamos; no importa. Lo que si importa en la vida es la coherencia y si te pasas la vida diciendo que hay que luchar por la clase obrera, cuando te toca vas y lo haces, no vale esconderse.

El tren de la familia, los amores, los amigos, la vida pasa todos los días por las estaciones de cada persona. No te creas la milonga de “el tren solo pasa una vez en la vida”, esto te llevará a salir corriendo sin necesidad o a quedarte en la estación derrotada y sin esperanza. Quizás es el momento de empezar a celebrar.

Hazme caso, ya tengo cincuenta años J

martes, 7 de abril de 2015

Los silencios

El próximo día 14 de abril se cumple un año del secuestro de más de doscientas niñas secuestradas en un colegio de Chibok, un colegio situado al nordeste de Nigeria por una banda de terroristas  denominada Boko Haram, que dicen actuar en nombre de Alá, que al parecer es un dios.

Y digo más de doscientas porque nadie saber decir una cifra exacta, después de algunas hayan escapado y otras hayan muerto. Cuentan las crónicas, que ya no son diarias, ni semanales, ni mensuales, que las que siguen secuestras son usadas como esclavas sexuales  y obligadas a contraer matrimonio con quienes el líder decide.

Todas esas niñas escolarizadas tienen padres, hermanos, primos, amigos y podrían ser cualquier de nuestras hijas, sobrinas, hermanas y amigas de alguna de estas. Y nombres, sobre todo tienen nombres, las personas tienen nombres.

El próximo 26 de abril se cumplen siete meses de la desaparición de 43 alumnos de la escuela normal de Ayotzinapa en el estado de Guerrero (México), solo uno de ellos ha sido identificado (Alexander Mora Venancio) de unos restos calcinados y convertidos en irreconocibles en un basurero con una dosis de violencia inconcebible. Y hablo de desaparición porque sus padres aún mantienen la esperanza de que aparezcan con vida, ya que nadie les entrega sus cuerpos.

La escuelas normales de México son unos colegios que se fundaron en México después del triunfo de la revolución son el fin de que los hijos de los campesinos con menos recursos pudieran estudiar para ser maestros y así pudieran volver a las comunidades de origen y poder impartir enseñanzas. Un circulo vicioso de educación que en el México moderno parece haberse convertido en un estorbo, porque cuantas menos oportunidades tengas los hijos de los más pobres, mejor para los hijos de lo más ricos. Lo más terrible de todo es que esta desaparición es responsabilidad de las fuerzas de seguridad del estado, que al parecer no necesitan ningún dios en el que refugiarse para actuar.

Todos esos estudiantes tienen padres, esposas, novias, hijos, hermanos, amigos.  Y nombres, sobre todo tienen nombres, las personas tienen nombres.

El próximo jueves se cumplirá una semana de que ciento cuarenta y ocho estudiantes universitarios fueron asesinados en la universidad de Garissa (Kenia). Los autores de la matanza unos terroristas llamados Al Shabab que también dicen matar en nombre de Alá, que al parecer es otro dios, parecido al del grupo anterior.

Se cuentan por centenares los heridos en los hospitales y no todos los estudiantes que resultaron ilesos han aparecido, al parecer muchos huyeron y se escondieron presos de terror. He visto fotos de ese día en esa universidad y me produjo una sensación agridulce ver a una chica aterrorizada y herida vestida como yo  (y cuando digo vestida como yo quiero decir que no iba cubierta de los pies a cabeza) quizás estos que matan en nombre de Alá y la paz mundial hubieran preferido verla vestida así.

Todos esos estudiantes tienen padres, novias,  hermanos, amigos.  Y nombres, sobre todo tienen nombres, las personas tienen nombres.

Deberíamos ser capaces de ver en estos asesinatos y desapariciones el vínculo que tienen con la educación.  Si acabas con la educación se impone la religión y yo pienso que es al revés, más educación y menos religión. Por no hablar de acabar con el negocio de la compraventa de armas, que merece un capítulo aparte. Como la geopolítica, sometida a intereses bastardos.

No haré postureo, ni fingiré que todas las muertes me duelen igual porque no es así. Todas las muertes violentas, sean o no en nombre de un dios, son dolorosas, pero a mi todas no me afectan de la misma manera. Hay lugares en el mundo que siento cerca y otros que siento menos cerca y no afectan de la misma manera a mi estado de ánimo, como no afecta la muerte de escritores, actores, músicos o premios nobeles, tampoco las de  personas que conozco más o menos, igual esto me convierte en mala persona, pero no en mentirosa.

Días pasados, tras el último accidente de avión, se decidió que en todas las instituciones públicas de España se guardara un minuto de silencio, también en la universidad donde trabajo. Confieso que no participé de él, creo que se puedo contar con los dedos de una mano los minutos de silencio que he guardado en mi vida, porque no creo en ellos. Creo y pienso, que cuando se comete una injusticia no hay que callar, hay que gritar, gritar por los que ya no pueden hacerlo.

Y a modo de posdata diré que me produce estupor el silencio de la comunidad universitaria, incluida a la que pertenezco, estupor y vergüenza. Como dijo Eduardo Galeano “la solidaridad es la ternura de los pueblos”.