jueves, 26 de noviembre de 2020

El festival de las mujeres

 "Lo que quiero es seguir contando historias, sea donde sea. A mí, me sueltas en Mongolia y hago una película", Isabel Coixet.

Que las mujeres cada día dirigen más (buenas) películas es una realidad; que las mujeres cada día interpretan papeles que les corresponden o que en otro momento hubieran sido tachados de masculinos, también. Que queda mucho camino por recorrer es incuestionable.

Hubo un tiempo en el que la argentina María Luisa Bemberg, la cubana Sara Gómez y la española Pilar Miró, eran casi las únicas directoras en un mundo de hombres; cada una de ellas se abrió paso no con mucha facilidad y todo en contra. Pero su osadía, su trabajo y su pertenencia abrieron paso a muchas mujeres que hoy se animan a dirigir y lo hacen muy bien, mejor que muchos hombres en algunos casos e igual de bien en otros.

Cuando hasta hace apenas una década, la presencia de mujeres era testimonial, en la recién finalizada 46 Edición del Festival de Huelva Cine Iberoamericano, hemos tenido una gran muestra de ellas. Si bien es cierto, que, en la Sección Oficial a Concurso de las 12 películas, solo dos están dirigidas por mujeres, en la Sección Sismos (que recoge estrenos de otros festivales), son siete de trece las mujeres directoras; mientras, en la Sección Talento Andaluz, las historias rodadas por mujeres son tres. Además, el Jurado Oficial también ha estado compuesto por tes mujeres, la directora Lucía Alemany, la actriz y guionista argentina Maria Sereseky, y la actriz Mina el Hammani.

Ya en otras secciones el número de directoras es mayoría; en la Sección Oficial de Cortometrajes Nacionales cinco de los nueve cortos están dirigidos por mujeres y en la de cortometrajes internacionales hay pleno, ocho directoras para ocho historias. Y en la Sección de cortometraje onubenses han sido cinco mujeres de un total de ocho participantes.

Pero esto no sucede por arte de magia. Esto sucede porque hay una mujer que dio el paso y, contra viento y marea, rodó una película por primera vez; hay, además, mucho, muchísimo trabajo detrás, mucho empeño, mucho tesón, mucha vocación y, sobre todo, hay una buena historia para contar por la que merece apostar, aunque no siempre. Contaba Nicol Ruiz, directora de La nave del olvido, durante su presentación en el festival, que la temática de su película, que habla de cómo una mujer de 70 años, tras quedarse viuda y en un entorno rural, decide ser libre, tener una relación con una mujer y luchar por su libertad, le supuso no recibir ninguna ayuda económica para su rodaje, la ayudaron su familia, sus amigos, el equipo que trabajó con ella.

La película, rodada en 2016 ahora está empezando a caminar y le ha valido a su directora el Colón de Plata a la Mejor Dirección, premio del que nos felicitamos. Nicol Ruiz tiene mucho talento, cultura y entusiasmo y, eso solo puede darle a ella y a nosotros como espectadores, buenas historias.

Como lo que no se nombra no existe, estas son algunas de las mujeres cuyas películas hemos podido ver, todas absolutamente recomendables. Marité Ugas (Contactado, Perú), Fernanda Valadez (Sin señas particulares, México), Sol Berruezo Pichón-Rivière (Mamá, mamá, mamá, Argentina), Bárbara Paz (Babenco: dime cuando muera, Brasil), Anabel Rodrígez (Érase una vez Venezuela, Venezuela) Cristina Navas (Las mil y una, Argentina), Juliana Fanjul (Silencio Radio, México), Laura Hojman (Los días azules, España).

Y no solo, si algo ha quedado demostrado en el recién finalizado festival es el enorme talento de actrices, jóvenes y menos jóvenes, que están pisando fuerte desde el otro lado del río.

Liliana Juárez, ganadora del Colón de Plata a mejor actriz por su papel de Lila en la ganadora del Colón de Oro al mejor largometraje Planta permanente, con un personaje que se queda con una mucho tiempo.

En La nave del olvido, la chilena Rosa Ramírez borda el papel de una mujer capaz de empezar de nuevo a los 70 años, construyendo un personaje que querrías que fuera tu amiga para toda la vida, no hay nada en su historia que no te creas, porque ella la dota de credibilidad.

La mujer amiga que interpreta Antonella Saldicco en la hermosa película argentina, La muerte no existe y el amor tampoco, es de las suponen un antes y un después en la carrera de una actriz. Su personaje transita por todas las emociones que te llevan a ser una mujer diferente después de hacerlo. Brilla con luz propia en el inhóspito y frío paisaje de una Patagonia helada en la que transcurre la historia.

Una madre que sale en busca de su hijo adolescente desaparecido mientras intenta cruzar a Estados Unidos desde México, es el personaje que compone la mexicana Mercedes Hernández, en la magnífica Sin señas particulares. Ella es la historia, la lleva sobre sus hombros, su mirada no engaña, su lenguaje corporal tampoco; la tristeza y, al mismo tiempo, la fortaleza que transmite en un momento vital sin esperanza hace que quieras sumarte a su búsqueda, sin importar los riesgos que corras, porque a ella no le importa, o eso transmite,  y básicamente en esto consiste ser una buena actriz.

Tengo debilidad por la película chilena Ella es Cristina, porque tengo debilidad por su actriz protagonista, Mariana Derderián, que ha supuesto un descubrimiento gozoso para mí. Quizás porque es el personaje con el que me siento más identificada; es una mujer de nuestro tiempo, trabajadora, feminista, libre, a la que una relación amorosa la pone frente a sus contradicciones. Contradicciones que ella muestra dejándola vulnerable y expuesta, con un final que le permite demostrar también su fortaleza. No debió ser un papel fácil de componer y ella lo logra de una manera brillante.

Y muchas más, Daniela Ramírez en Matar a Pinochet; Jazmín Stuart en La fiesta silenciosa; Elisa Carricajo en Un crimen común; las espléndidas niñas Agustina Milstein, Siumara Castillo, Chloe Cherchyk y Camila Zolezz en Mamá, mamá, mamá; Sofía Cabrera y Ana Carolina García en Las mil y una noches. En algunas de estas películas, las actrices están muy por encima de ellas y, con admiración lo digo, las salvan.

Podría seguir y seguir hablando de productoras, guionistas, fotógrafas, ayudantes de dirección, estilistas, montadoras, peluqueras, sonidistas maquilladoras, periodistas. Mujeres abriendo camino en un mundo de hombres, mujeres que no lo tienen fácil pero no se rinden, mujeres que no quieren competir con los hombres en sus aciertos y errores. Mujeres que quieren compartir en igualdad de condiciones. Que no es poco.

Viva el cine y las mujeres que lo hacen.

martes, 27 de octubre de 2020

La vuelta a los cines que no es

“En el fondo, hacer cine es una cuestión de sol”, Pier Paolo Pasolini

A diario escucho llamamiento para que volvamos a las salas de cines, por varias razones:

Que el sector del cine nos necesita.

Que las salas de cine son un lugar seguro.

Que volver forma parte de la nueva normalidad.

Y no tengo la más mínima duda que estas razones son auténticas. Que las salas de cine son un lugar seguro he podido comprobarlo varias veces; quiero agradecer aquí el trabajo de limpieza de todo el personal que en ellas trabaja, dedicado y constante después de cada función;  de que forma parte de la nueva normalidad, yo diría que de la nueva necesidad, una acude a una sala de cine como quien acude a un manantial en el desierto, sedienta.

Con todo, la que más me conmueve es la de que el sector del cine nos necesita; en contra de lo que forma parte del imaginario colectivo de algunas, la industria del cine es algo que va más allá que las estrellas y sus vestidos.

Dejo algunos de los muchos empleos que crea esta industria: directores, actores, escritores, productores, guonistas, fotógrafos, maquilladores, electricistas, montadores, sastres y modistas, musicos, especialistas, sonidos, tramoyistas, extras, limpiadores, medicos, catering, carpinteros, cocineros, camareros, compositores, abogados, asistentes, economistas, mensajeros, conductores, taquilleros, acomodadores. Se me olvidan algunos más, pero habrá quien no haya pensado en esto. La realidad es que las estrellas, sin todo esto detrás, no son nada.

Todo esto, que en realidad son personas con nombre y apellido, no cifras, es una de las razones por las que yo voy a ver cine en salas, más allá del placer de ver películas en pantalla grande.

Ocurre que no parece que todos estemos en el mismo barco; a veces, para mi, que vivo en una ciudad pequeña, es difícil ir a una sala; desde que se levantó el confinamiento he tratado de ir casi todos los fines de semana, aunque no siempre lo he logrado; incluso a ver películas que sabía que no me iban a gustar o que no son lo que esperaba, pero claro ¿quién no iría a ver el estreno de una historia firmada por Woody Allen?. No me arrepiento, cuando salgo del cine me digo a mi misma, al menos has contribuido economicamente en ayudar a la industria del cine. Y me vuelvo a mi casa deseando que llegue el miércoles para saber los estrenos que llegan el viernes y poder organizar mi tiempo.

Mientras todo esto ocurre en mi cabeza la realidad es otra; se están cerrando salas de cine que nunca han vuelto a abrir tras la cuarentena (algunos cines bien señeros, entre otros), en todos los lugares y en todos los idiomas.

Mientras esta realidad se convierte en diaria mi cabeza piensa lo que de verdad ocurre; las grandes distribuidoras están aplazando los nuevos estrenos para el próximo año. La excusa o la razón es que los cines de Estados Unidos (la mayoría ubicados en Los Ángeles, Nueva Yor y Miami) aún no han reabierto sus puertas; parecen olvidar que en hay espectadores en Europa, donde las cifras de recaudación del único gran estreno, Tenet han sido estupendas, y en otros lugares, que también pagan sus entradas.

Así que puede que el próximo año nos hayamos cansado de esperar y  se tengan que comer con papas fritas algunas de sus películas y en medio del campo, si no tienen una sala de cine para estrenarla en muchas ciudades.

Supongo que los estudios de cine para seguir contando con actores y actrices tienen que pagarles sus elevados salarios y para pagarles sus elevados salarios, necesitan que las películas hagan muy buena taquilla y para hacer buena taquilla (más allá que la historia sea buena o mala, a veces sucede que la mala recauda mucho), necesitan que haya muchas salas en las que se proyecten las películas.

Con lo cual esta es la pescadilla que se muerde la cola. O la pesadilla que les morderá la cola.

Este texto es solo un desahogo, a la falta de estrenos, comerciales o no, y una llamada para que todos hagan su parte, los cines abrir, los espectadores comprar una entrada e ir a la sala y las distribuidoras, estrenar películas. ¿Para qué esperar?

Pd.: Este texto fue publicado originalmente en Cocalecas.net La vuelta a los cines que no es

 

martes, 29 de septiembre de 2020

El cine de Céline Sciamma

“Sugerí a las mujeres que estudiasen cine Les dije: “salid de las cocinas, de vuestras casas, haces con las herramientas para hacer películas”, Agnés Varda.

Hace unos meses en esta misma página publiqué un texto hablando sobre el feminismo y el cine y decía al final que se queríamos hablar del machismo en el cine habláramos del ninguneo a una de las mejores películas de pasado año, Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma), una de las mejores películas del cine francés de todos los tiempos y probablemente una de la que estará en las lista de una de las mejores películas de siempre cuando pasen algunos años.

Céline Sciamma tiene una larga trayectoria como guionista y como directora tiene un corto, Pauline (2010) y cuatro películas, Lirios de agua (2007), Tomboy (2011), Bande de filles (2014) y Retrato de una mujer en llamas (2019).

Días pasados, en una retrospectiva dedicada a ella en el Atlántida Film Festival de la plataforma Filmin he podido ver dos de ellas que me faltaban y he podido comprobar varias cosas.

Céline Sciamma es una directora que tiene muy claro lo que quiere contar y cómo quiere contarlo. Su universo es la mujer, desde niña, su mundo, su sexualidad, sus batallas, sus derechos, su libertad, no concibe el universo femenino sino es siendo libres e iguales y en contra de lo que pueda pensarse que para retratarlo y reivindicarlo, no necesita atacar a los hombres ni a las mujeres que no son feministas; ella simplemente cuenta lo que quiere contar y como quiere hacerlo. Y sí, podríamos decir que hace cine feminista. ¿Cuál es el problema? Luego vuelvo a esto, ahora voy a comentar sus películas.

Lirios de agua (Naissance des pieuvres, Water lilies 2007); en la relación de dos amigas adolescentes, compañeras de colegio y del club de natación, aparece una tercera que es un poco mayor y se siente atraída físicamente por una de las amigas, lo que ocasiona algunos desencuentros, no por esperados, menos dolorosos. En esta historia el universo adolescente está muy presente en todo momento, no se sabe muy bien cuál es la barrera que separa la amistad del amor o de la tracción física; la certeza o no de saber si te gustan los chicos o las chicas; el sentirte importante porque la recién llegada, que es mayor, se fija en una y no en otra; las miradas lascivas de los chicos, siempre escamados por la íntima amistad entre ellas; los problemas con los padres y una sana competición deportiva a la hora de nadar.

Todo en ella está contado con alegría, te crees a los personajes, la atmósfera adolescente es tal cual podamos recordarla, el guion (de la misma Sciamma) es fresco, poco convencional ya que pone el foco en lo que importa, las emociones.

Tomboy (2011); cuando Laurie y su familia se instalan en un barrio nuevo ella se integra en la pandilla del mismo haciéndose pasar por un chico con toda normalidad, pero todo se complica cuando una de las chicas del grupo empieza a sentirse enamora de Michael (que en realidad es Laurie). Esta es una historia tan vieja como la humanidad; recuerdo en mi pueblo como algunas chicas con aspecto de chicos sólo se querían juntar con estos, cosa que era muy mal vista y que casi siempre llevaba el adjetivo de “marimacho” dicho de manera despectiva. Lo que nos cuenta aquí Céline Sciamma es que Laurie vive su vida con total naturalidad, sin dar importancia a su sexo, hasta que es descubierta por el resto del grupo y este actúa como probablemente han escuchado en sus hogares que hay que actuar, acosando a quien osa desafiar el orden establecido de las cosas. Más toda la carga dramática de unos padres que no son tan modernos y tolerantes como quieren parecer. Lo mejor de la película es que Laurie no se achanta, defiende su territorio y su cuerpo como si le fuera la vida en ello y ojalá la directora un día nos cuente cómo va la vida de Tomboy habiendo crecido. Es una delicia de película.

Bande de filles (2014); Marieme es una adolescente negra francesa que vive en unos de esos barrios periféricos de una ciudad francesa donde siguen vigente algunos de los cánones que sus padres trajeron con ellos al emigrar. Su vida es un entorno, su familia, el colegio, la pandilla que manda y ordena en el barrio, que ella siente hostil. Un día conoce a un grupo de chicas que, supuestamente viven su vida en libertad y decide romper con lo anterior, integrándose en su nueva pandilla femenina, cambiando de peinado, de ropa e intentando cambiar de vida, pero nada es lo que parece.

Lo primero que llamó mi atención tras ver esta película es que se aleja totalmente de las dos anteriores y la posterior de la directora; en esta la identidad sexual no parece tener mucha importancia, toda se la lleva las ansias de libertad, eso no quiere decir que el sexo no aparezca,  de hecho las nuevas amigas  son muy sexys y ella sacará ese lado a relucir en algún momento, pero no es lo más importante, aunque es evidente el machismo de los chicos del barrio y el concepto de obediencia en algunas chicas con tal de sentirse parte de algo. Creo que la historia, además, quiere resaltar como muchos lugares en los que habitan franceses hijos de inmigrantes, acaban convertidos en guetos; todos los amigos de Marieme son negros como ella, no hay diversidad, y aunque se protegen y se cuidan, es inevitable ver en esta actitud una intención de controlar las vidas de las chicas.

Siento que Sciamma ha querido en esta historia dar voz a una generación que no parece que termine de encontrarla, pudiera parecer que no toma partido al situar a los protagonistas casi en el mismo plano de relevancia en la historia; cuando toma partido lo hace por la libertad individual, algo difícil de encontrar hoy entre las tribus con las que convivimos.

Retrato de una mujer en llamas (2019); una historia de amor entre dos mujeres destinadas a encontrarse y a perderse para quedarse una en la vida y en el corazón de la otra y con los cuerpos henchidos de placer por el amor carnal.

No sabría decir que es lo que más me gusta de esta película, todo. La historia, las actrices, la luz, la fotografía, la sororidad; mientras la veía pensaba que yo sería feliz si encontrara a alguien que me amara así unos pocos días, que tocara mi cuerpo así unos pocos días, que sacara lo mejor de mi unos pocos días. Para luego volver a la vida real, que siempre es otra cosa. Me gustan mucho las escenas de acercamiento entre ellas, es notable el juego de miradas entre las actrices, la complicidad con la criada, la escena del aborto me parece el mayor canto del derecho a la vida y del derecho de la mujer a decidir qué hacer con su cuerpo. La belleza, la belleza por dentro y por fuera que transmite esta película es de las que se quedan para siempre en nuestra retina como espectadores.

En esta película, Céline Sciamma retoma el tema de la identidad sexual que ya inició en sus dos primeras película y una vez más lo hace sin falsa moral y sin necesidad de fingir o esconder nada; desde que el mundo es mundo ha habido mujeres que han amado a otras mujeres y el planeta ha seguido girando. Es una película en la que yo me quedaría a vivir.

Quiero decir que es probable que esté equivocada, yo hablo siempre de las películas como espectadora, tal y como las percibo y las siento y la percepción y el sentimiento son algo muy personal, para analizarlas en profundidad ya están las personas expertas.

El cine de Céline Sciamma es tan honesto que probablemente esto sea algo que actúe contra ella en lugar de a favor. Como decía al principio, ella hace un cine con mirada feminista y femenina, no siempre es lo mismo, en este caso la directora aprueba con notable ese examen. Y definitivamente es un cine político, sin necesidad de ser panfletario ni estridente. Reivindica la libertad sexual y la igualdad en todos los ámbitos de la vida, como ella misma dice “la sororidad puede destruir la jerarquía y eso la hace muy contemporánea”.

Es evidente que no hablo de una gran carrera, son solo cuatro películas y un corto como directora y algunas más como guionista; bien cierto es que hay muchos directores que con menos ya son llamado maestros. Ojala Sciamma pueda seguir haciendo el cine que quiere, como quiere y cuando quiere, porque necesitamos sus historias honestas que saben ver más allá de lo que se ve; ojalá no encuentre muchas piedras en el camino a la hora de rodar; ojalá más de ella y de su libertad, esa que tanto molesta al machismo del mundo del cine.

Pd.: Este texto fue publicado inicialmente en Cocalecas.Net El cine de Céline Sciamma

miércoles, 19 de agosto de 2020

Las películas para antes de las salas de Cine

El mundo se derrumba y menos mal que nos queda el cine. No sólo, pero no menos importante para escapar a estos días en los que alguno parece peor que el anterior.

Desde que estoy suscrita a la plataforma Filmin podemos disfrutar durante el verano del Atlàntida Film Festival, que presencialmente en Palma de Mallorca entre los días 27 de julio y 2 de agosto y virtualmente hasta el 28 de agosto.

Aunque quedan muchos días y películas para ver, ya os puedo hablar de algunas de las que más me ha gustado.

Those Who Remainde (Akik maradtak, Barnabás Tóth 2019, Hungría); una joven que vive con su tía en la Hungría de posguerra no sabe gestionar las heridas causadas por el Holocausto, vive con ella e inicia una extraña relación con un médico, que en última instancia le salvará la vida emocionalmente.

Todo en esta película está bien, sin caer en sentimentalismos baratos ni ficticios, nos va contando como el amor (cualquier clase de amor), puede ayudar a cerrar heridas, a encauzar la vida, a normalizar relaciones, a tejer complicidades, a superar barreras. A tener esperanzas y futuro. Las guerras son devastadoras para todas las personas y aquí las encontramos de todas las edades, peleando, llorando, riendo, viviendo, sabiendo que se lo deben a quienes ya no están. Me he encantado la actriz protagonista, Abigel Szóke, dueña de un rostro dulce que se transforma en seguro de sí mismo a medida que avanza la película, lo que habla mucho y bien de su talento. Sin duda es mi favorita de las vistas hasta ahora.

Moffie (Oliver Hermanu 2019, Sudáfrica); en los años ochenta, durante el conflicto fronterizo entre Namibia y Angola, la Sudáfrica del apartheid decide mandar a sus jóvenes blancos a pelear en esa guerra con el fin de mantener su influencia en la zona y para eso los somete a un duro entrenamiento. Entre estos jóvenes está Moffie, con apenas 18 años, de buena familia supremacista y racista y que oculta su homosexualidad, algo que los boer sudafricanos tampoco toleraban, los blancos debían ser todos machos, machos. Cuando llega al cuartel se enfrenta a unas rutinas de preparación que incluyen maltrato, violencia física y verbal, abuso, racismo y homofobia.

La película no ahorra detalles y nos abre los ojos a otras guerras que desconocemos porque solo conocemos las guerras protagonizadas por los gringos; pero no sólo, está rodada con rigor y la sutileza suficiente para que los rostros transmitan todas las emociones, los actores (la mayoría debutantes en el cine y muy jóvenes) se dejan hasta el último centímetro de piel para ser creíbles, el guion no deja lugar a suposiciones, la duración es la justa y una banda sonora que se ajusta en cada momento a cada plano y que tardarás horas en sacar de tu cabeza.

The Souvenir (Joanna Hogg 2019, Reino Unido); una joven estudiante de cine en la Inglaterra de los años ochenta celebra una fiesta en su casa y en ella conoce a un tipo algo mayor que ella y que, a la par que elegante,  está envuelto en un halo misterioso, pronto se van a vivir juntos, la relación se vuelve dependiente hasta el extremo que ella empieza a robar a su propia madre para realizar los caprichos de él. Pero él no es caprichoso, es adicto.

Una historia turbia, desagradable, en la que se confunden los sentimientos, si bien no al principio, conforme transcurre el metraje es cada vez más claro. La protagonista, sin perder la compostura en ningún momento, intenta sacar adelante su proyecto cinematográfico y su relación personal, pero esta no es una relación justa y equilibrada, es claramente uno relación de abuso por parte de él, que en todo momento parece tener el control de la situación. Sin embargo, su adicción lo llevar a cometer cada vez más errores y la convivencia se vuelve difícil, al mismo tiempo que la madre de la protagonista pasa el tiempo tratando de tener respuestas al comportamiento de su hija. La película es un claro ejemplo de como a veces llamamos amor a lo que no lo es y todo el tiempo que nos toma entender qué sucede. Desde mi punto de vista, la protagonista sale victoriosa, aunque el final puede que haya personas que lo vean de otra manera.

Una muestra de lo bueno que puede llegar a ser el cine inglés fuera de sus estrellas habituales, incluso contando con Tilda Swinton, un retrato determinados ámbitos ingleses de los años ochenta y una muestra del mucho talento de su directora, en lo que parece ser una película autobiográfica. La película deja un buen sabor de boca en todos los sentidos.

Play Anthony Marciano 2029, Francia); cuando Max cumple 13 años en 1993 recibe una cámara de video como regalo y empieza a rodar su vida durante 25 años. En la película podemos ver su adolescencia, su juventud, su madurez, sus estudios, incluida una etapa Erasmus en Barcelona, sus encuentros y desencuentros, sus relaciones familiares, sus relaciones amistosas, su relación de pareja, su paternidad.

Y todo parece estar rodado sin editar, pero me ha costado creer el resultado aunque la película en su conjunto se ve bastante bien, no aburre pero tampoco entusiasma, al menos a mí. No hay actores y tampoco parece haber guión, y esto puede parecer estimulante, aunque yo echo de menos la magia del cine. La película ha cosechado muy buenas críticas, sobre todo de críticos y directores de cine de la generación del director, supongo que eso es lo que me falta, sentirme identificada con las personas de mi generación, algo que por mi edad, es imposible. Diría que la película es refrescante durante el rato que la ves.

El escritor de un país sin librerías (Marc Serena 2019, España); Juan Tomás Ávila Laurel es el escritor más traducido de Guinea Ecuatorial, tiene más de quince libros publicados y desde el año 2011 vive refugiado en España.

El documental nos cuenta la historia de cómo Juan Tomás se hizo escritor en un país en el que no hay librerías, apenas un par de cines cerrados, y una dictadura cruel, tenebrosa y duradera, que a nadie parece importar, a pesar de que los derechos humanos son pisoteados día a día y la pobreza campa a sus anchas mientras el dictador y su prole disfrutan de la fortuna amasada esquilmando al país. Guinea fue colonia española hasta hace 50 años, así que parte de lo que el documental cuenta, aunque no dice, es que nuestro país se ha lavado las manos y solo nos interesa su petróleo.

El escritor y el director del documental vuelven a Guinea para que conozcamos a su familia y para que conozcamos la realidad de manos de una narración sobre las imágenes y de algunos jóvenes que protestan a ritmo de rap. La historia te deja con las ganas de leer todos los libros del escritor.

He visto, al menos he intentado ver algunas películas más que ni voy a mencionar porque no fui capaz de terminarlas. Me irrita profundamente como parte del cine modernos es incapaz de concretar bien las que se vislumbran como buenas obras hasta hacerlas añicos.

Por último quiero contar que la edición física del festival se ha llevado a cabo respetando todas las medidas de seguridad y con un aforo muy reducido por dichas medidas; sin duda es incansable el esfuerzo de la plataforma Filmin por apostar por la cultura en la nueva realidad y eso es muy, muy de agradecer.

Mientras cuidamos y nos cuidamos, sigamos viendo películas.

Pd.: Esta entrada fue publicada originalmente en Cocalecas.net Las películas para antes de las salas de Cine

miércoles, 22 de julio de 2020

El cine y el paso del tiempo

“El mejor director es el que no puedes ver”, Billy Wilder

A las películas, como a las personas y a algunos vinos, el tiempo también les pasa por encima, algunas veces para bien y otras no tanto, aunque eso tiene mucho que ver con los gustos personales de cada quien. A mí, películas que en su tiempo me parecieron maravillosas, hoy no me lo parecen tanto, otras veces, películas que no me terminaron de gustar, me han gustado mucho al volver a verlas, y algunas que me parecieron obras maestras, ahora me parecen imprescindibles.

Con la reciente vuelta a las salas de cine en algunos lugares, las carteleras se han poblado de reposiciones a falta de los estrenos más esperados, que cada día se posponen para más adelante. En mi país no ha habido muchos estrenos de los anunciados, algunos que ni esperábamos no están a la altura, así que mi vuelta a ver cine en pantalla grande ha sido para dos clásicos contemporáneos, Cinema Paradiso y Apocalypse Now, más un estreno infantil, Zapatos rojos y los siete trolls.

Aunque ahora que lo pienso, las películas son siempre las mismas, es una la que cambia; no es lo mismo ver Apocalypse Now con dieciséis años que es la edad que yo tenía cuando se estrenó, o Cinema Paradiso con veinticuatro, que verlas con cincuenta y cinco que es mi edad actual. Ahora, no sólo tengo más experiencia en la vida, es que ya he visto decenas de películas más, he leído muchísimas críticas y algunos libros de cine, aunque esto no quiere decir que sepa más, el arte (séptimo) en este caso, siempre es un misterio y un aprendizaje. También es cierto que en algo han cambiado mis gustos, mis percepciones y que sigo llena de contradicciones, para con la vida y el séptimo arte.

Sólo una cosa tengo por cierta, el gusto por el cine es una cosa muy íntima, elegir una película es como elegir la ropa interior, una decisión unilateral, puedes leer y escuchar opiniones, pero en última instancia es una sola persona quien decide y yo soy particularmente terca para tomar una decisión sobre ambas cosas.

Podríamos definir los estados de las películas y de nosotros mismo como caliente, templado y frío, y para eso voy a hablar de tres películas que he visto recientemente.

Caliente.

Apocalypse Now (Francis Ford Coppola 1973, Estados Unidos); la búsqueda del coronel Kurtz (Marlon Brando), huido a Camboya y atrincherado convertido en un peligroso líder de una secta, se le encomiendo a un joven capitán Wilard (Martin Sheen), preso de sus propios demonios, iniciando una travesía desde Vietnam y encontrándose en el camino con todos los obstáculos posibles mientras la guerra no para ni un segundo. Esta película para mí está en los niveles de obra maestra, no tiene ni un descosido a pesar de los años pasados por ella. Nos sigue contando los horrores y los errores de una guerra que puede ser todas las guerras, una podría pensar que los protagonistas se están divirtiendo, pero la realidad es que están perdiendo la cabeza. Todos los personajes están al límite y cuando piensas que no van a dar más, lo siguen haciendo en la siguiente escena. No recordaba lo magistral que es el reparto, si bien es cierto que Brando se lleva los honores, para mí uno de los actores  más inolvidables es Robert Duvall, un ejemplo de locura elegante y con clase, de tener claro que nunca hay que perder el glamour y aún sigo queriendo tener un sombrero como el que luce en todas sus escenas. Realmente no hay un solo protagonista que no esté a una altura muy superior, muchos de los cuales no han vuelto a brillar nunca de una forma tan espectacular. El mérito corresponde en gran parte al director, que en ningún momento desistió de rodar esa historia a pesar de los inconvenientes  y cuya dirección es una lección magistral sobre como dirigir cine, que todos los aspirantes a hacerlo deberían revisar una y otra vez. Fui a verla con mi sobrino de 19 años y salió impactado por la historia y la maestría para contarla. Doy por hecho que quienes siguen esta página la han visto, si no es así, ahora hay una nueva oportunidad de hacerlo en pantalla grande. Apocalypse Now es un banquete de cine del que nunca tienes bastante.

Templado.

Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore 1988, Italia); una carta de amor al cine de principio a fin. Un niño tan pobre y travieso que solo encuentra su espacio en ayudar a Alfredo, el señor que proyecta las películas previa censura del cura, en el único cine del pueblo durante los difíciles días de la Italia de posguerra. La película es una tragicomedia llena de momentos tiernos, divertidos, entrañables y, alguno que otro complicado que añade la dosis de dramatismo necesaria. Recuerdo que la primera vez que la vi me pareció una película maravillosa, aplaudimos en la sala al final y haber dicho a todo mundo que no se la perdiera, cosa que sucedió en todos los lugares. Si preguntas, millones de personas te dirán que es su película favorita. Y es la que yo elegí para volver a una sala tras el cierre por la cuarentena. Me emocioné y lloré mucho, pero eso no me impidió ver todas las costuras que tiene la película años después; es una historia bonita, hecha para llegar directamente al corazón de las personas y emocionarlas, pero dista mucho de ser una gran película, es buena, pero algunos actores son poco creíbles y el montaje deja mucho que desear, algunos planos se ven forzados y como si estuvieran metidos con calzador. Sigue siendo impresionante la banda sonora del recientemente desaparecido Ennio Morricone, pero difícilmente hoy conseguiría las buenas críticas cosechadas en su estreno. A pesar de todo, si alguien no la ha visto, que la busque, te reconcilia con la vida.

Frío.

Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany`s, Blake Edwars 1961, Estados Unidos);  dos jóvenes sin oficio ni beneficio, ella (Audrey Hepburn), aspirante a rica que desayuna contemplando el escaparate de Tiffany`s y él George Peppard), aspirante a escritor famoso mientras vive a costa de una mujer madura, acaban viviendo en el mismo edificio y uniendo su destino en unas aventuras tan rocambolescas que no te las crees. Resulta difícil entender que una estrella como la Hepburn rodará esta película y que desde su estreno no deje de cosechar en ningún momento buenas críticas, es algo, que después de volver a verla, no consigo asimilar. No hay química entre la pareja, los escenarios se ven de más cartón piedra del que deben mostrar y en todo momento parece que están deseando terminar el rodaje, irse cada quien para su casa y olvidar que han participado en un rodaje así, más que huir de sus vidas y parece que quieren huir del set. Realmente cuesta creer un solo fotograma, por no hablar del plano final. Bien es cierto que esta es una opinión muy personal y es raro encontrar alguien que la comparta, pero yo siento que ya he tenido bastante de ella.

 Y, así, vuelvo a estas Cocalecas, un lugar en el que tan cómoda me siento, para seguir compartiendo la emoción del cine. Ojalá pronto volver a las salas en todos los lugares y en todos los idiomas. Cuídense y sigan cuidando, también al cine como parte de la cultura.

Pd.: esta entrada fue publicada inicialmente en Cocalecas.net El cine y el paso del tiempo


jueves, 9 de julio de 2020

Mi vuelta a las salas de cine

Uno de los hábitos que tenía en nuestra vida anterior, era, cuando llegaba el miércoles, revisar las carteleras de los cines de mi ciudad para ver los estrenos y organizar mi tiempo libre durante el fin de semana para no perderme nada.

La última vez que vi una película en pantalla grande fue el 1 de marzo, se acababa de estrenar The Gentelmen de Guy Richie y en la tarde del sábado, ahí estaba yo.

Hasta que el 13 de marzo todo cambio y las salas de cine también entraron en cuarentena. Nunca pensamos que fuera a ser tan larga y nos dedicamos a ver cine en pantallas pequeñas.

Los miércoles iban pasando y las carteleras no se actualizaban salvo en las distintas plataformas, y coincidirán conmigo es que no es lo mismo, si amas el cine, no es lo mismo; las plataformas son una opción, un complemento, pero no una emoción.

Hace dos semanas, coincidiendo con la última del Estado de Alarma, algunos cines abrieron; en la pequeña ciudad donde vivo, abrieron hace una semana. La cartelera se pobló de reposiciones y películas infantiles en un par de horarios entre la tarde y la noche, en lo que llaman cine de verano, que yo siempre asocio al aire libre y no a una sala cerrada. No me cuadraron los tiempos y lo dejé pasar, ahora sé que mi momento de volver no había llegado.

Mi esperado, deseado y añorado reencuentro con el cine en pantalla grande se produjo unos días después, el pasado viernes.

Por la mañana había escuchado en la radio un programa de cine hablando de los estrenos de la semana y, para mi sorpresa, supe que se iba a reponer en 150 salas de España Cinema Paradiso para celebrar los 35 años de su primer estreno. Me dije, es el momento.

¿Qué mejor película que esta, que es una carta de amor al cine?

Visité la página del cine de Huelva en la que estaba programada, vi los horarios y compré una entrada, por internet, así hay que hacerlo ahora, con grave daño para quien trabajaba en la taquilla y con la ilusión de una nueva primera vez. De hecho, en el transcurso de la tarde miré varias veces el teléfono para asegurarme que lo había hecho bien, así de nerviosa estaba.

Una hora antes de la sesión, me vestí como para una cita muy esperada, me pinté los labios de rojo y fui paseando hasta el multicine, con la sensación y el deseo de quien va a encontrarse con el mejor de los amantes y al que hace mucho tiempo que no ve, preguntándome si nos reconoceríamos.

Soy una mujer de rituales, así que llegué con tiempo suficiente para tomar un café antes de entrar en la sala. No me gusta comer en el cine, así que cuando quedaban diez minutos para el inicio de la película, me fui hasta el cine asegurándome de llevar la entrada lista en el teléfono para no perder tiempo; entré y me quede mirando la pantalla casi como una primera vez, es tan grande como recordaba, pensé. Le hice un par de fotos y me dirigí a mi asiento (siempre que puedo, medio patio de butacas, esquina, pared). Quité el sonido al teléfono y eché varios vistazos a mi alrededor, reconociendo el espacio, como si estar ahí fuera estar en uno de mis lugares en el mundo. Al momento llegó un señor que se sentó al otro lado, solo estábamos él y yo, aun así mantuve la mascarilla puesta todo el tiempo y me sirvió como paño de lágrimas.

Hice una foto al fotograma en el que sale el título de la película y me dispuse a disfrutar.

A los pocos minutos de empezar la película, la música de Ennio Morricorne llenó la sala de la magia que solo él es capaz de crear y parecía que nos quería abrazar para darnos la bienvenida; creo que a la media hora ya estaba llorando, la película se presta y estaba dando rienda suelta a mis emociones. Lloré el resto del metraje, hasta la última palabra que salió en pantalla y mucho tiempo después, cuando volvía a mi casa envuelta en la sensación de quien acaba de pasar dos furtivas horas maravillosas y apasionadas con el mejor de los amantes y con la certeza de necesitar volver a verlo muy pronto porque el deseo nunca ha dejado de crecer.

PD.: este texto fue publicado originalmente en la revista digital Sensacine México Regresar a mi cine y llorar con 'Cinema paradiso' (crónica) a quienes agradezco la invitación y el honor.


jueves, 2 de julio de 2020

Las películas de mi cuarentena. Fin.

“Vas demasiado limpia para ser alguien a quien le gusta el cine”, de la película Soñadores.

A bizcocho, él sabe quién es porque me lee.

Se acabó la cuarentena, que no la pandemia y el peligro. Y mientras llega la hora de volver a una sala de cine, prometo que cuando llegue el momento, estaré limpia y  me pondré guapa para hacer los honres a la vuelta del séptimo arte a la pantalla grande. Mientras, os cuento algunas de las películas que vi la última semana de encierro a medias.

Casablanca (Michael Curtiz 1942, Estados Unidos);  Casablanca es una ciudad de Marruecos a la que durante la Segunda Guerra Mundial llegaban personas a refugiarse del nazismo, entre ellas está Victor Lazklo, héroe de la resistencia en Checoslovaquia con su esposa Ilsa; cuando llega la Gestapo a buscarlo, la única esperanza para huir es pedir ayuda a Rick Blaine, propietario de un café del mismo nombre y que fue amante de su esposa. Esta película es  historia de amor y resistencia, de amor y solidaridad, de amor y generosidad, de amor y principios, de amor y honestidad. No hay un solo fotograma que te deje indiferente, la vives, la sientes, la sufres, la disfrutas; es imposible permanecer indiferente  a esta obra maestra. Debería ser de obligado cumplimiento para quienes aman el cine y también para quienes no lo hacen y empiecen a sentir amor. Una vez al año, siempre vas a descubrir algo nuevo que te dejará con ganas de volver a verla.

Continuar (Continuer, Joachin Lafosse 2028, Bélgica); una madre decide invitar a su hijo, bastante problemático, a un viaje a caballo por Kirguistán, en un intento de reconducir su relación que nunca ha sido fácil. La aventura se convierte en un viaje duro que transforma la película en un western; los paisajes, las personas de distintas tribus que los habitan, el modo de vida, las tradiciones y costumbres que tienen, hacen posible que la historia te vaya atrapando y pienses que estás de viaje con ellos dos. El buen guion, la impecable interpretación de madre e hijo (Virginie Efira y Kacey Mottet Kelin)  y la mejor banda sonora, la convierten en una historia muy apetecible. Y recomendable para quienes piensan que en Bélgica nunca pasa nada en ningún ámbito.

Antes de seguir he de confesar que los conflictos raciales en Estados Unidos me han llevado a las siguientes películas.

Da 5 Bloods: hermanos de armas (Spike Lee 2020, Estados Unidos); cuatro veteranos negros de la guerra de Vietnam y el hijo de uno de ellos, vuelven a ese país a buscar los restos del jefe del escuadrón al que pertenecían y encontrar un tesoro que escondieron. El choque con el país actual desemboca  en el desconcierto. Durante todo el metraje no sabía si estaba viendo una comedia, un drama, una tragicomedia, un docudrama, aún sigo sin saberlo, me parece un despropósito de principio a fin. Para mí, lo único que se salva de la película son los actores y siento que en ella está la historia que quizás yo contaría y es la de la hija de uno de los combatientes y una mujer vietnamita, creo que se han explorado poco esas historias en el cine y de toda esta historia, es la de esta mujer la que me gustaría conocer. Quizás el nexo de unión con el actual momento en USA es ver como el estado abandona también a los negros que estuvieron en esa guerra. Ver el cine de Spike Lee es una especie de religión, así que como esta, también puede decepcionar.

Detroit (Kathryn Bigelow 2017, Estados Unidos); encontramos aquí una historia que sucedió en el verano de 1967 en la ciudad que da nombre a la película. Después de una redada en un bar ilegal en el que los negros se encuentran habitualmente, este hecho da lugar a una fuerte revuelta civil, siendo esta seguida por un estallido definitivo cuando la policía y la guardia nacional acuden a un motel del que salieron unos disparos de fogueo. Lo que sucede en el motel es el horror y lo sientes en la piel, hay momentos en los que te preguntas qué haces viendo eso, tal es el sufrimiento y la rabia que causa. La directora parece haber puesto la cámara en cada una de las estancias y dejar  que graben todo lo que sucede, si bien ahorra algunos detalles en la descripción, eso no disminuye el valor de lo que quiere contar, porque lo que no ves, lo imaginas. Me gusta especialmente el trabajo realizado sobre el rostro de actores y actrices, todo el miedo, la rabia y la indignación está en sus caras y,  curiosamente, también en lasl de  quienes interpretan a los policías, saben que lo que están haciendo está mal y aun así, no pueden parar. Un episodio más en la historia racista de Estados Unidos, que por desgracia no fue el último. Mejor no la veas en fin de semana, te dejará mal sabor de boca.

Wawes, un momento en el tiempo (Trey Edward Shults 2019, Estados Unido); una familia normal de pronto ve su vida saltar en pedazos cuando su hijo mata a una chica con la que había roto una relación y tienen que aprender a vivir de otra manera. Es una película con dos historias, la del chico deportista que no quiere decepcionar a su padre y que deja embarazada a su novia, lo que desencadena la tragedia y la de su hermana tratando de rehacer su vida cuando el hermano desaparece de sus vidas; en medio unos padres aun jóvenes que no terminan de entender que ha sucedido con la modélica familia que había creado. Hay una parte en la que la violencia física y psicológica te sobrecoge y otra en la que cuesta encajar la voluntad de salir adelante, hasta que terminas entendiendo y encajando las piezas. Ni la familia era tan modélica, ni eran tan felices y no sabemos si volverán a serlo, a pesar de ponerle empeño. Si bien la historia del hijo se encaja como normal, no es el primero ni será el último en hacer lo que hizo, la actitud de resistencia ante la realidad de los padres se antoja honesta, debe ser difícil aceptar la nueva situación del hijo; en cambio la historia de la hermana, incluso siendo creíble, se antoja un poco forzada. La película se salva sobre todo por la actuación del reparto y una estupenda banda sonora.

No soy tu negro (I am not your negro (Raoul Peck 2016, Estados Unidos); en este documental el escritor negro Jame Baldwin cuenta su vida de manera poética aunque fuera dura en muchos momentos. El mismo narra a los líderes negros que conoció (Martin Luther King, Malcolm X), su vida difícil hasta abrirse paso como escritor reconocido y, como aun así, siguió padeciendo episodios racistas. “No puedo ser pesimista porque estoy vivo, ser pesimista significa que la vida humana es un asunto académico, así que estoy obligado a ser optimista, estoy obligado a creer que podemos ser cualquier para; para los negros de este país, su futro, será exactamente tan brillante u oscuro como sea el país”, dice el escritor casi al final de este retrato. Y en este principio que lo ayudó a vivir, está todo. También en sus libros, que debemos leer o releer.

Y para terminar, una bonita historia.

El amor es extraño (Love is strange, Ira Sachs 2014, Estados Unidos); una pareja de señores mayores se casa cuando se legaliza el matrimonio homosexual en Nueva York y, este hecho de reconocimiento hace que todo se desmorone. A uno de ellos, profesor en una escuela católica lo despiden y empiezan los problemas económicos que los lleva a tener que vender su casa y tener que vivir separados  acogidos entre familia y amigos, lo que trae situaciones personales y colectivas para que las que no estaban preparados, tampoco para no estar juntos a estas alturas de la vida. Esta es una maravillosa historia de amor, quizás del que ya no existe, el que supera vicisitudes, el que no se rinde, el que persevera; incluso en momentos tristes de la película, nunca dejas de creer. También es cierto que una parte de la película te enseña cómo nos ponemos a prueba cuando decimos que estaremos siempre para lo que te haga falta, que es más fácil decir que hacer y eso es lo que diferencia a personas buenas y honestas de las que no lo son, en estar cuando dices que vas a estar. Y el amor es creíble gracias a la maravillosa actuación de dos señores actores, como son Alfred Molina ya John Lithgow, dan lo mejor de sí mismos y sí, yo si me los traería a mi casa y hasta les cedería mi cama.

Hasta aquí han llegado las películas de mi cuarentena. Mentiría si no dijera que tengo un pellizco de tristeza en el estómago (que es el lugar donde de verdad se sienten las emociones), al escribir esta última entrega.

Infinitas gracias Rubén Peralta Rigaud por cederme este espacio, un día me invitó a escribir en su página y es probable que ya se haya arrepentido. Mil gracias a los lectores, si no existieran y leyerán, esto no habría tenido sentido. Y muchas gracias a quienes han compartido algunas entradas en sus redes sociales y han dejados algunos comentarios agradables.

Ha sido un honor, un placer y una responsabilidad intentar estar a la altura, espero que volvamos a vernos. Cuídense y sigan cuidando.

¡Viva el cine!

Pd.: Esta entrada fue publicada inicialmente en Cocalecas.net Las películas de mi cuarentena. Fin

lunes, 29 de junio de 2020

Las películas de mi cuarentena (VIII)

“El cine te hace estar en lugares imposibles”, Alex de la Iglesia

Y, por eso, cuando la cuarentena avanza a su final, he seguido viajando a través del cine; os voy a contar en qué lugares he estado.

Mi nombre es Baghdah (Meu nome é Bagdá, Caru Alves de Souza 2020, Brasil); Baghdah es una joven de dieciséis años, a la que le encanta el Skate y que vive en un barrio de una ciudad brasileña. Su entorno está lleno de afecto en una casa de mujeres fuertes de todo tipo y edad y que casi siempre se relaciona con chicos porque se supone que son quienes practican el deporte que a ella le gusta, su pelo corto y las sudaderas grandes no le restan un ápice de glamour ni cuando la policía los acosa. Esta es una historia maravillosa de amor, amistad y convivencia, en la que siempre hay lugar para la esperanza, la protagonista, una sorprendente Grace Orsato, hará que te enamores de ella sin remedio, es toda fortaleza, ternura, principios y personalidad. La película es una muestra de que con respeto podemos convivir juntos en cualquier circunstancia y adversidad porque cada quien pone al servicio de lo colectivo lo mejor que tiene y es.

Queen Lear (Pelin Esmer 2019, Turquía); unas mujeres campesinas de un lugar remoto en Turquía que convierten al Rey Lear en reina a través de un grupo de teatro que da otro sentido a sus vidas. Este documental lo vi todo el tiempo con sorpresa y alegría. Ver a un grupo de mujeres de distintas edades, sin formación teatral, con el rostro surcado de arrugas porque no han hecho otra cosa en su vida que trabajar en el campo, es todo un viaje. Ante los atónitos ojos de los vecinos de pueblos pequeños a los que no llega ni el agua, ellas se transforman en personajes masculinos y a los hombres en personajes femeninos, dando la vuelta a todo el estereotipo machista que podamos imaginar en el pueblo turco. Los ochenta y cuatro minutos que dura hacen las delicias de cualquier mente abierta y ávida de un descanso para el alma y el corazón.

La casa de verano (Les estivants, Valeria Bruni Tedeschi 2018, Francia); una directora de cine y su hija Anna llegan a una maravillosa casa en la Costa Azul para recuperarse de su separación matrimonial e intentar escribir el guion de su nueva película. En dicha casa se encuentra con su familia, amigos y empleados, pero nada es lo que parece. No conozco a ningún director y tampoco a ninguna directora de cine que sepa tratar el tema de la locura como enfermedad de la manera en que, también como actriz, lo hace Valeria Bruni Tedeschi; es capaz de hacer que seamos conscientes de lo dura que es y al mismo tiempo, que sintamos empatía hacia las personas enfermas, sin caer en el miedo que a veces nos causan sus actitudes, es imposible estar más locos y a la vez parecer tan cuerdos, como si nos estuvieran diciendo que es la sociedad la que no anda bien. Yo diría, sin temor a equivocarme, que es como si los protagonistas de La gran belleza hubieran decidido salir de Roma y pasar unos días en la Costa Azul mezclados con el servicio. Bien es cierto que yo tengo devoción por esta directora y actriz, capaz de abordar con resultado notable todo lo que se proponga.

Soñadores (The dreamers Bernardo Bertolucci 2003, Reino Unido); dos hermanos de una aristocrática familia se quedan solos durante el verano del 68 francés y, mientras sus padres están de vacaciones, y tras conocer a otro joven en una revuelta, deciden tener su propia revolución emocional y sexual. Honestamente he de reconocer que esta película me ha impactado más ahora que cuando la vi por primera vez, y ese impacto tiene que ver con la certeza de que la moralina que envuelve a la sociedad hoy en día, haría imposible rodar una historia así. Las personas de mi generación éramos (seguimos siendo algunas), más libres emocional y sexualmente hace veinte años de lo que ahora es la generación del siglo 21. Cierto que la historia se centra en una aristocracia rancia y alejada de la realidad, lo que hace que todo parezca sucio por perverso, como si la perversidad, en forma de experimento y disfrute, fuera solo un derecho de ricos. Una joven Eva Green haciendo una declaración de principios de lo que es capaz de hacer como actriz, en manos de un Bertolucci que se atrevió a casi todo en el cine y a quien no deberíamos juzgar con los parámetros de hoy, por nuestro bien y el de la cultura. Debajo de los adoquines no estaba la playa, pero qué bonito fue soñar.

Los informes sobre Sarah y Saleem (Muayan Alayad 2018, Palestina); una mujer israelí, un hombre palestino y la pasión, hasta que todo salta por los aires al ser descubiertos. Llegué a esta película con curiosidad y cierto temor a encontrarme una historia en tonos pastel en medio de un conflicto tan doloroso como el que hace años mantienen el estado de Israel y Palestina. Descubrí una película muy bien armada, con una dirección potente, un guión extraordinario y un elenco que funciona de manera espectacular. Todo el tiempo la historia de ellos dos está atravesada por el conflicto político, del que si no tienes idea, vas a salir con una clara, no hay matices en el desarrollo;  una guerra sucia puede saltar por encima de las pasiones y narrar también la corrupción y los manejos burdos a la hora de encontrar culpables, y salvarlos o condenarlos, en ambos bandos, lo sean o no. Destaca en ella la fortaleza y la integridad de dos mujeres (espléndidas Hanan Hillo y Sivane Kretchner), a las que la búsqueda de justicia las une irremediablemente por encima del dolor,  razas y credos, lo que hace el final más inesperado que podamos encontrar.  El director, palestino de Jerusalén, sabe bien de lo que  habla y hay que estar al pendiente pues tiene mucho que decir.

Ya no estoy aquí (Fernando Frías de la Parra 2019, México); un joven mexicano de 17 años, al que le encanta bailar cumbia con sus amigos, se ve obligado a huir de Monterrey a los Estados Unidos por las amenaza de un cártel y una vez allí intenta adaptarse sin conseguirlo, por lo que se plantea volver a su ciudad. Esta es una historia de amistad, de soledad, de migración física y sentimental, de cómo bailar es un consuelo, de cómo se construye una amistad que en algunos momentos te salva, a pesar de que ninguna de las dos personas hablan el mismo idioma y no se entienden. El director no necesita más que paisajes totalmente urbanos y un magnifico actor, Juan Daniel García, que constantemente lleva en su rostro la nostalgia por todo lo que dejó atrás, la indefensión que le causa el desarraigo y la alegría que le produce la música que le es familiar. No es una película de muchos diálogos, porque no los necesita, las imágenes y el lenguaje corporal de los actores, lo dicen todo. Es una historia que te va a acompañar por días en tu cabeza y puede que también en tu corazón.

 La cuarentena va llegando a su fin, parece que todo va mejor, ojalá que sea así. Aún nos quedan películas por y para ver. Hasta la próxima entrega. Cuidad y cuidaos, también por dentro viendo cine.

Pd.: este texto fue publicado inicialmente en Cocalecas.net La películas de mi cuarentena (VIII)

sábado, 20 de junio de 2020

Fragilidad (semana catorce)

"Caminante, son tus huellas

el camino y nada más.

Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace camino

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino

sino estelas en la mar". Antonio Machado

 

Esta ha sido la última semana que hemos vivido bajo el Estado de Alarma; curiosa paradoja que acabe justo cuando están empezando a saltar todas las alarmas por nuevos brotes de coronavirus en todo el mundo.

La vida se abre paso y trae consigo alegrías. Esta mañana muy temprano hemos recibido la noticia de que una de las alumnas, que está en la residencia universitaria del lugar donde trabajo ha sido madre de una niña, Victoria, ambas están bien. Qué experiencia dar a luz lejos de tu familia. ¡La vida se abre paso!.

Han sido estos días de ver mucho a la familia, a amigos que viven lejos y vuelven a visitar a sus familiares y de mucho trabajo. Es difícil seguir trabajando desde casa sin todos los medios disponibles, casi me he sentido desbordada y desanimada. Esperemos que eso que llaman nueva normalidad (y que yo llamo nueva realidad), llegue también a la educación en todos los niveles.

Las calles ya están ocupadas, el uso de la mascarilla casi generalizado y las distancias se guardan de manera irregular, claro que siempre nos queda parecer que vamos huyendo de un lado a otro de las aceras, a quienes nos empeñamos en guardarlas.

Puede que esta semana haya bajado el tono de crispación en la política en todas partes, pero no he estado muy pendiente, me resulta agotador. Siento que nos ha cogido la peor crisis sanitaria y económica mundial de este siglo con los peores líderes políticos al mando y eso es un desconsuelo enorme, rayando en la desesperanza.

Ha sido este un tiempo muy duro. Duro pensar en las personas fallecidas y en las personas ingresadas en hospitales en soledad, en las personas que ni siquiera llegaron a los hospitales y fallecieron casi abandonas, bien en residencias o en sus propios hogares; duro pensar en todas las vidas perdidas entre el personal sanitario entregado a su trabajo sin límites. Duro pensar en todas las personas que han perdido su trabajo y no saben cuándo podrán volver a trabajar para sacar adelante a sus familias. Duro pensar en todos esos hogares en los que los niños y jóvenes no han podido seguir con sus tareas escolares.

Ha sido duro pensar en muchos padres y muchas madres viviendo el confinamiento en soledad y no quebrándose nunca, al menos haciendo que sus hijas e hijos no lo supiéramos. 

Ha sido duro saber que ha habido mujeres asesinadas por sus maridos; que el negocio de la prostitución en su faceta más sórdida no se ha detenido; que miles de personas siguen atravesando desiertos y mares para buscar refugio y una vida mejor; que las que ya están entre nosotros siguen viviendo de manera infrahumana; que muchas otras siguen siendo asesinadas y discriminadas por su raza, sexo o condición.

Es muy duro lo que se viene económicamente, en todos los lugares y en todos los idiomas. La más cruda realidad golpea a las puertas y yo no me siento capaz de seguir viviendo como si nada hubiera sucedido, eso sería abandonar la esperanza de hacer un mundo mejor y no creo que vayamos a tener una oportunidad mejor que esta.

Mientras, la fortuna de los 23 españoles más ricos ha crecido un 16% desde el 18 de marzo, quienes más tienen no han perdido el tiempo y salen de esta situación mucho mejor, probablemente sin dar un palo al agua y sin que el futuro les quite el sueño. Las brechas se hacen más hondas y desequilibradas, demasiada injusticia.

Hay muchas heridas que cerrar, hay que seguir alerta; hay que fortalecer la sanidad pública, los servicios sociales, la educación, la investigación científica, la cultura. Hay que parar un momento, encontrar a las personas más válidas y sentarlas para diseñar el futuro más cercano que ya es presente. Se lo debemos a quienes se han ido y a quienes ya crecen. Nos lo debemos a todas y a todos. En todos los lugares, en todos los idiomas.

Porque no podemos ni debemos pensar que como nosotros lo hemos pasado ya, el resto del mundo no importa; durante estos meses se volvieron a cerrar fronteras, las misma que físicamente se van a volver a abrir, sobre todo para que entre dinero, pero son las fronteras mentales que se han creado las que hay que derribar, no podemos convertir esta pandemia y su derrota en cosa de cada uno, seamos un todo, será más fácil salir adelante, no podemos inventar otra forma de guerra, porque estas no nos llevan a ningún buen lugar.

En el lado frívolo de la balanza han estado todas esas invitaciones a participar en eventos virtuales, como si no supiéramos que hacer con el tiempo libre y la única libertad de elegir que hemos tenido ha sido no aceptarlas, quedando en algunas ocasiones mal cuando quien te ha invitado es uno de tus jefes.

Es curioso, yo me he resistido a usar toda esa nueva gama de aplicaciones que se han puesto de moda, lo que me ha convertido en alguien fuera del tiempo que vivimos. Ni siquiera he leído todos los libros que tenía pendientes y que ya son más. He visto muchas películas, pero no todas las que siguen en la lista. He confirmado en el cambio de armario por el cambio de temporada que tenemos más ropa de la que necesitamos, más zapatos de los que necesitamos y quizás más carmín del que necesitamos para resistir. Ojalá en la nueva realidad sepamos hacer de la necesidad virtud. 

Y todo lo que tenía pendiente de hacer en mi casa, lo dejo para vacaciones, porque este tiempo no lo han sido, por mucho que haya quien diga que así ha sido.

A veces pienso qué bonito ha sido cuidar y cuidarnos, lo que hicimos los dos primeros meses de confinamiento puro y duro, es un ejemplo de toda la bondad que las personas somos capaces de generar, había que hacerlo y se hizo, no lo parece, pero hemos salvado muchas vidas. Y las vidas de quienes no están no las debemos olvidar y nada mejor para hacerlas presente que seguir cuidando y cuidándonos.

Y esto me recuerda un artículo de Patricia Simón en La Marea en febrero de 2018 y que me parece absolutamente vigente y hermoso Ser buena persona no es de tontos.

Y una canción, No ha sido fácil con Haydee y Pablo Milanés. 


viernes, 19 de junio de 2020

Las películas de mi cuarentena (VII)

“Toda la gente creativa busca hacer lo inesperado”, Hedy Lamarr

Todas las películas que he visto últimamente me han gustado mucho o muchísimo, comento unas y dejo algunas para otra ocasión; qué dilema es siempre elegir historias para compartir, como la vida misma. Sigo descubriendo países con gran filmografía.

Bacarau (Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles 2019, Brasil); la rocambolesca historia de un pueblo que, mientras celebra el funeral de la matriarca local, siente que empieza a desaparecer del mapa y algunos de sus habitantes asesinados. Esperaba con tantas ganas poder ver esta película que me preguntaba qué haría si no cubría mis expectativas, y claro, luego no supe qué hacer con ellas al ver que habían sido superadas, solo recomendarla mucho. Una tragicomedia con olores a realismo mágico, con un reparto espléndido, rodada en un lugar que es tan bello como árido, que sin embargo te atrapa y al finalizar todo lo que tienes es ganas de visitarlo y quedarte a vivir allí una temporada. Hay quien dice que es una distopía, yo pienso que es la constatación de una realidad, con aire de Western y Sonia Braga, que siempre mejora cualquier película incluso si ya es buena. La película se te queda en la cabeza muchos días.

Pause (Pafsi, Tonia Mishiali 2018, Chipre); una mujer casada con un hombre machista y violento que apenas la deja respirar, con una hija que vive lejos y una amiga que parece estar siempre alegre. La realidad es que para ella, su escape es imaginar una vida paralela. Si no fuera porque el machismo no entiende de fronteras, esta película resultaría un tanto divertida. La directora, en el que es su debut cinematográfico, muestra una solidez sin fisuras en lo que quiere contar, teniendo además a su disposición un elenco de actrices y actores (desconocidos en nuestros países) que parece haberse puesto con placer y confianza en sus manos. Ojalá esta película pudiera verse en muchos lugares, en todos iba a ser perfectamente entendida, y si bien el cine no sirve para educar, que al menos sirva para mostrar y concienciar. Cine chipriota que deja muy buen sabor de boca y ganas de más.

El amigo de mi hermana (Your Sister´s Sister, Lynn Shelton 2011, Estados Unidos); la típica historia de amor y amistad inquebrantable entre dos hermanas, una de ellas recién abandonada por su novia  y un amigo que acaba de perder a su hermano, así que la otra hermana le deja la llaves de su cabaña y ahí empieza el lio. Cualquiera podríamos reconocernos en esta historia de malentendidos, verdades a medias, una mala noche de borrachera con estado de ánimo precario y hacer cosas que a la mañana siguiente harán que nos queramos arrepentir, porque la confianza puede romperse y lazos sentimentales que parecían inquebrantables pueden saltar por los aires. Y sabemos que una vez estamos enojadas, lo mejor es poner distancia, pensar y volver al núcleo afectivo para, empatizando, tratar de entender, resolver y volver a la normalidad. El reparto con Emily Blunt a la cabeza, parece haber nacido para interpretar (y ser) estas personas, provocan risas, simpatías, ternura y una termina queriendo ser parte de sus vidas. La directora, Lynn Shelton, ha fallecido recientemente y sus películas y series son un buen legado para verlas y rendirle homenaje.

Parking (Tudor Giurgiu 2019, Rumania); el romance entre un ciudadano rumano, que trabaja de vigilante sin papeles para un vendedor de coches, en el que también vive, y se enamora de la cantante de un grupo a la que conoce casualmente. Con esta premisa, vemos en esta película rodada en España, una historia de inmigración ilegal, de problemas económicos, de abusos disfrazados de solidaridad, de desamor  y desesperación y de esperanza en un futuro mejor. No es fácil retratar la situación de los migrantes de países del Este en España sin caer en una mirada paternalista de las que no nos aclaran nada. Adrián, el protagonista es un hombre culto, lee, escribe, no se queja mucho, quizás porque tiene amplitud de miras, y cuando se enfrenta a su jefe siempre termina cediendo. Mihai Smarandache, el actor que le da vida, es absolutamente creíble y querible en su papel. La película se deja ver bastante bien, sin alardes, pero con la consistencia suficiente para terminar creyendo que lo que nos cuentan es la vida real.

Museo (Alonso Ruizpalacios 2018, México); el robo de piezas de arte prehispánicas en el Museo Nacional de Antropología de México (uno de los mejores del mundo) y su autoría, trae de cabeza a las autoridades del país azteca que, al descubrir que los autores son dos jóvenes sin experiencia y casi marginales, se muestran perplejos. A partir de aquí, la película nos muestra el robo, cómo se fraguó, la huida del museo y los intentos de vender el botín, aderazada en todo momento con las historias paralelas de las familias de los rateros, en una amalgama de emociones imprescindibles para saber que los llevó a tomar esa decisión. Esta historia no te da un respiro para pensar en otra cosa que en esos muchachos y su loca aventura, querrás estar allí  y no al mismo tiempo, transmite frescura, ironía, emoción, ternura y, a veces, muchas risas, ganas de bailar y de abrazar al reparto al final, por hacerte sentir parte. Si has visto Güeros, del mismo director, esta película no te va a sorprender, aunque si te va a gustar mucho y querrás que todo mundo lo sepa.

Ema (Pablo Larraín 2020, Chile); tras separarse de su marido y entregar en adopción a su hijo, que ambos habían adoptado, Ema quiere encontrar su lugar en el mundo y lo intenta de todas las maneras posibles en el amor, el trabajo, el sexo y sobre todo en el baile. No cualquier baile, el reggaetón, tan denostado como amado intelectual, moral y físicamente. Qué fácil y placentero es ver esta película en la que no está permitido despegar los ojos de la pantalla;  hay en ella una batalla generacional importante, hay una manera de ser y compartir en la que casi todo está permitido con amor y ternura, hay una rebeldía latente en cada plano, una siente que la libertad también es vivir al día. Tenemos que agradecer a su director, Pablo Larraín, el hecho de atreverse con cualquier género a la hora de contar historias, esta supone un nuevo giro en su cinematografía y sale con muy buena nota de él. Mención especial merece la actriz protagonista, Mariana Di Girolamo, es un portento de la cabeza a los pies, hasta el punto de comerse en cada plano compartido a un Gael García Bernal, interpretando a un hombre inadaptado a la nueva sociedad y que ya es un actor mayor aunque él no lo pretenda. Desde que vi esta película quiero ir a bailar con Ema y sus amigas, porque bailando el mundo se hace mejor.

Bombshell: The Hedy Lamarr Story (Alexandra Dean 2017, Estados Unidos); Hedy Lamarr más allá de una cara bonita y el cine; aquí nos cuentan la maravillosa historia de una mujer que aportó a la humanidad algo más que su belleza, su talento. Y no sólo para el cine; desarrolló un instrumento de comunicación que fue vital para la derrota del nazismo e la Segunda Guerra Mundial y muchas patentes para el ejército. Nunca apareció su nombre hasta finales de los años en que fue reconocido su enorme trabajo. El documental repasa su vida como mujer, madre, actriz e inventora y vas de sorpresa en sorpresa, fue una mujer inmensa en un tiempo pequeño para el sexo femenino. No estaba bien visto ni reconocido que una mujer pudiera ser tanto o más brillante que algunos hombres. Y qué mala prensa tenía (y tiene) una mujer libre en todos los sentidos. He visto este documental dos veces, sobre todo por el mensaje final, lo pondría íntegro aquí, mejor lo veis. Es un viaje para disfrutarlo.

Parece que la cuarentena más rigurosa va tocando a su fin en todo el mundo, eso o significa dejar de ver cine. Sigamos haciéndolo. Y cuidando y cuidándonos. Salud.

Pd.: esta entrada fue publicada inicialmente en Cocalecas.net Las películas de mi cuarentena (VII).


sábado, 13 de junio de 2020

Fragilidad (semana trece, o doce más uno, por lo de la superstición)

"En política se pueden hacer dos cosas: seguir el miedo e incentivarlo, o no temer perder apoyos haciendo lo que crees correcto. Afrontar el tema de los últimos de la tierra, de los que no votan, no aporta apoyo electoral. Pero el deber de la política no es seguir consignas de la calle, sino construir caminos que lleven a la gente a reflexionar sobre los asuntos de la acción de gobierno útil para un país que no se enfrente todo el tiempo creando heridas", Teresa Bellanova, ministra de agricultura de Italia.

Mi sobrino Lucas me acompañó el sábado pasado el mercado y me ayudó a traer la compra a casa, ya es mayor. Lo invito a desayunar y hablamos de lo que vivimos desde que empezó la cuarentena, es un niño muy lúcido, tanto que a veces parece no tener esperanza y yo no sé muy bien qué decirle.

Vamos de fase en fase sin saber muy bien al encuentro de qué. Los pájaros insisten en seguir con sus trinos a nuestro alrededor como si no quisieran abandonarnos a nuestra suerte o como si supieran algo que los humanos no sabemos. Es una extraña sensación, a veces parece como si los dos primeros meses de cuarentena no hubieran existido y otras una siente que sigue confinada interiormente y se asoma a la calle con miedo; lo reconfortante de esto es que no soy la única en sentirme así.

Somos tan egoístas a menudo que para poder seguir haciendo nuestras vidas hacemos como si nada hubiera sucedido y nos damos excusas banales: al final el virus no existe, no sabemos si es verdad, nos quieren encerrados y controlados, nos están engañando, son algunas de las lindezas que escucho de vez en cuando (cuando presto atención y abandono mi abstemia informativa). Con lo duro que ha sido esto, es y será para miles, millones de personas, en España y en el mundo, más allá de nosotros mismos. 

Hay personas que ya han podido enterrar a sus familiares después de días y hasta meses esperando, hay personas que reciben el alta médica después de pasar cincuenta o sesenta días en el hospital, algunas con terribles secuelas, el coronavirus actúa de manera diferente en cada cuerpo, por lo tanto cada recuperación también es distinta; hay personas que han podido incorporarse a sus trabajos saliendo del desempleo. Esto, después de tanta oscuridad es una pequeña luz en el día a día, un rayo de esperanza que no nos debe hacer perder el horizonte.

Yo no lo puedo evitar, pero a diario se me vienen a la mente muchas personas que lo están pasando mal y van a seguir pasándolo mal. Presinto una normalidad en la nueva realidad muy difícil.

¿Qué va a pasar ahora con toda esa gente que vivía en la calle y fueron recogidas en albergues y residencias existentes o improvisadas? ¿Volverán a las calles? ¿No hay más oportunidades? ¿No tienen derechos? ¿No viven entre nosotros? Y no sólo aquí, en todos los lugares y en todos los idiomas.

¿Qué va a pasar con todas esas mujeres que trabajaban de asistentas en casas, de manera ilegal y ahora vuelven a la misma situación, sin cobertura ni derechos? ¿Qué va a pasar con todas esas personas migrantes que han estado recogiendo la fruta de nuestros campos mientras nos cuídábamos en casa? ¿Qué va a pasar con todos los hijos de familias con pocos recursos que no han podido seguir las clases de forma virtual? ¿Qué va a pasar con todos esos estudiantes universitarios que no han tenido acceso a la docencia virtual y ahora se arriesgan a perder la beca que les permite estudiar para pensar en un futuro mejor? ¿Qué va a pasar con todas esas personas sobre cuyas casas pesa una orden de desahucio? Y no sólo aquí, en todos los lugares y en todos los idiomas.

¿Qué va a pasar con el reforzamiento de los servicios sanitarios?¿Qué va a pasar con la reindustrialización de este país? ¿Qué va a pasar con la educación, con la cultura, con el medio ambiente? ¿Qué va a pasar con las mejoras laborales y salariales de quienes durante este tiempo han estado en primera línea sin desfallecer? Aun perdiendo la vida, como en el caso del personal sanitario. ¿Qué va a pasar con un futuro que ya es presente inmediato? Y no sólo aquí, en todos los lugares y en todos los idiomas.

No lo sé y a veces siento que no va a pasar nada, que moriremos lentamente, primero por dentro y luego por fuera. No es posible que vayamos a volver a la casilla de salida en derechos tan fundamentales, no es posible que hayamos llegado al siglo 21 y parezca que queremos volver atrás. No es posible que no hayamos aprendido nada, pero así es. Todas las buenas personas que durante este tiempo han sido y son ejemplo de lo quedemos ser sociedad han quedado en la anécdota. No tenemos ningún ejemplo a seguir, no tenemos a nadie que lidere un cambio, no tenemos calma y sosiego para pensar y organizar, no tenemos tiempo para nada más que hacer oídos sordos a quienes están todo el día gritando y haciendo un ruido insoportable que además no aporta nada.

No podemos seguir instalados en la mediocridad y en la vulgaridad, y esto no tiene que ver con el dinero, tiene que ver con parar, templar, leer, entender, ir más allá del titular, de escuchar y escucharnos, de empatizar, de entender. Es insoportable que los malos vayan ganando.

El lunes volví al lugar donde trabajo, la universidad, sentí una mezcla de emoción y tristeza; emocionante fue entrar en el patio, volver a sentarme en la silla frente a la mesa que normalmente ocupo, ver a los compañeros que han seguido trabajando día a día, a algunos alumnos, desayunar en el bar de siempre, trabajar desde allí. Y tristeza por la ausencia de actividad física al ser toda virtual. Ojalá volver pronto.

Han vuelto las pesadillas, no sólo en la noche, también en las pequeñas siestas que hago para reponer fuerzas, también el cansancio.  

He visto a personas escuchando misas fuera de las iglesias guardando las filas correctamente.

Bonito ha sido ver a casi todos mis amigos, al menos los más cercanos y desayunar, pasear o cenar con ellos y compartir risas, también un poco de resaca. La vida que sigue. 

Aquí os dejo una entrevista muy interesante con la ministra cuyas palabras cito arriba La exjornalera que da voz a los invisibles en Italia. Y aquí un reportaje sobre la otra función de la sede del Parlamento Europeo   Un ‘albergue’ llamado Parlamento Europeo y que lo acerca más a la ciudadanía más vulnerable, a la que también representan.

Y una canción para los deseos de buena semana, la Sencilla alegría de Luz Casal. Sigamos cuidando y cuidándonos, esto no ha terminado.