“Vas demasiado limpia para ser alguien a quien le gusta el cine”,
de la película Soñadores.
A bizcocho, él sabe quién es porque me lee.
Se acabó la cuarentena, que no la
pandemia y el peligro. Y mientras llega la hora de volver a una sala de cine, prometo
que cuando llegue el momento, estaré limpia y
me pondré guapa para hacer los honres a la vuelta del séptimo arte a la
pantalla grande. Mientras, os cuento algunas de las películas que vi la última
semana de encierro a medias.
Casablanca (Michael Curtiz 1942, Estados Unidos); Casablanca es una ciudad de Marruecos a la que
durante la Segunda Guerra Mundial llegaban personas a refugiarse del nazismo,
entre ellas está Victor Lazklo, héroe de la resistencia en Checoslovaquia con
su esposa Ilsa; cuando llega la Gestapo a buscarlo, la única esperanza para
huir es pedir ayuda a Rick Blaine, propietario de un café del mismo nombre y
que fue amante de su esposa. Esta película es
historia de amor y resistencia, de amor y solidaridad, de amor y
generosidad, de amor y principios, de amor y honestidad. No hay un solo
fotograma que te deje indiferente, la vives, la sientes, la sufres, la
disfrutas; es imposible permanecer indiferente
a esta obra maestra. Debería ser de obligado cumplimiento para quienes
aman el cine y también para quienes no lo hacen y empiecen a sentir amor. Una
vez al año, siempre vas a descubrir algo nuevo que te dejará con ganas de
volver a verla.
Continuar (Continuer, Joachin Lafosse 2028, Bélgica); una madre decide
invitar a su hijo, bastante problemático, a un viaje a caballo por Kirguistán,
en un intento de reconducir su relación que nunca ha sido fácil. La aventura se
convierte en un viaje duro que transforma la película en un western; los
paisajes, las personas de distintas tribus que los habitan, el modo de vida, las
tradiciones y costumbres que tienen, hacen posible que la historia te vaya
atrapando y pienses que estás de viaje con ellos dos. El buen guion, la
impecable interpretación de madre e hijo (Virginie Efira y Kacey Mottet
Kelin) y la mejor banda sonora, la
convierten en una historia muy apetecible. Y recomendable para quienes piensan
que en Bélgica nunca pasa nada en ningún ámbito.
Antes de seguir he de confesar
que los conflictos raciales en Estados Unidos me han llevado a las siguientes
películas.
Da 5 Bloods: hermanos de armas (Spike Lee 2020, Estados Unidos);
cuatro veteranos negros de la guerra de Vietnam y el hijo de uno de ellos,
vuelven a ese país a buscar los restos del jefe del escuadrón al que
pertenecían y encontrar un tesoro que escondieron. El choque con el país actual
desemboca en el desconcierto. Durante
todo el metraje no sabía si estaba viendo una comedia, un drama, una
tragicomedia, un docudrama, aún sigo sin saberlo, me parece un despropósito de
principio a fin. Para mí, lo único que se salva de la película son los actores
y siento que en ella está la historia que quizás yo contaría y es la de la hija
de uno de los combatientes y una mujer vietnamita, creo que se han explorado
poco esas historias en el cine y de toda esta historia, es la de esta mujer la
que me gustaría conocer. Quizás el nexo de unión con el actual momento en USA
es ver como el estado abandona también a los negros que estuvieron en esa
guerra. Ver el cine de Spike Lee es una especie de religión, así que como esta,
también puede decepcionar.
Detroit (Kathryn Bigelow 2017, Estados Unidos); encontramos aquí
una historia que sucedió en el verano de 1967 en la ciudad que da nombre a la
película. Después de una redada en un bar ilegal en el que los negros se
encuentran habitualmente, este hecho da lugar a una fuerte revuelta civil,
siendo esta seguida por un estallido definitivo cuando la policía y la guardia
nacional acuden a un motel del que salieron unos disparos de fogueo. Lo que
sucede en el motel es el horror y lo sientes en la piel, hay momentos en los
que te preguntas qué haces viendo eso, tal es el sufrimiento y la rabia que
causa. La directora parece haber puesto la cámara en cada una de las estancias
y dejar que graben todo lo que sucede,
si bien ahorra algunos detalles en la descripción, eso no disminuye el valor de
lo que quiere contar, porque lo que no ves, lo imaginas. Me gusta especialmente
el trabajo realizado sobre el rostro de actores y actrices, todo el miedo, la
rabia y la indignación está en sus caras y,
curiosamente, también en lasl de
quienes interpretan a los policías, saben que lo que están haciendo está
mal y aun así, no pueden parar. Un episodio más en la historia racista de
Estados Unidos, que por desgracia no fue el último. Mejor no la veas en fin de
semana, te dejará mal sabor de boca.
Wawes, un momento en el tiempo (Trey Edward Shults 2019, Estados
Unido); una familia normal de pronto ve su vida saltar en pedazos cuando su
hijo mata a una chica con la que había roto una relación y tienen que aprender
a vivir de otra manera. Es una película con dos historias, la del chico
deportista que no quiere decepcionar a su padre y que deja embarazada a su
novia, lo que desencadena la tragedia y la de su hermana tratando de rehacer su
vida cuando el hermano desaparece de sus vidas; en medio unos padres aun
jóvenes que no terminan de entender que ha sucedido con la modélica familia que
había creado. Hay una parte en la que la violencia física y psicológica te
sobrecoge y otra en la que cuesta encajar la voluntad de salir adelante, hasta
que terminas entendiendo y encajando las piezas. Ni la familia era tan
modélica, ni eran tan felices y no sabemos si volverán a serlo, a pesar de
ponerle empeño. Si bien la historia del hijo se encaja como normal, no es el
primero ni será el último en hacer lo que hizo, la actitud de resistencia ante
la realidad de los padres se antoja honesta, debe ser difícil aceptar la nueva
situación del hijo; en cambio la historia de la hermana, incluso siendo
creíble, se antoja un poco forzada. La película se salva sobre todo por la
actuación del reparto y una estupenda banda sonora.
No soy tu negro (I am not your negro (Raoul Peck 2016, Estados Unidos);
en este documental el escritor negro Jame Baldwin cuenta su vida de manera
poética aunque fuera dura en muchos momentos. El mismo narra a los líderes
negros que conoció (Martin Luther King, Malcolm X), su vida difícil hasta
abrirse paso como escritor reconocido y, como aun así, siguió padeciendo
episodios racistas. “No puedo ser pesimista
porque estoy vivo, ser pesimista significa que la vida humana es un asunto
académico, así que estoy obligado a ser optimista, estoy obligado a creer que
podemos ser cualquier para; para los negros de este país, su futro, será
exactamente tan brillante u oscuro como sea el país”, dice el escritor casi
al final de este retrato. Y en este principio que lo ayudó a vivir, está todo.
También en sus libros, que debemos leer o releer.
Y para terminar, una bonita
historia.
El amor es extraño (Love is strange, Ira Sachs 2014, Estados Unidos);
una pareja de señores mayores se casa cuando se legaliza el matrimonio
homosexual en Nueva York y, este hecho de reconocimiento hace que todo se
desmorone. A uno de ellos, profesor en una escuela católica lo despiden y
empiezan los problemas económicos que los lleva a tener que vender su casa y
tener que vivir separados acogidos entre
familia y amigos, lo que trae situaciones personales y colectivas para que las
que no estaban preparados, tampoco para no estar juntos a estas alturas de la
vida. Esta es una maravillosa historia de amor, quizás del que ya no existe, el
que supera vicisitudes, el que no se rinde, el que persevera; incluso en
momentos tristes de la película, nunca dejas de creer. También es cierto que
una parte de la película te enseña cómo nos ponemos a prueba cuando decimos que
estaremos siempre para lo que te haga falta, que es más fácil decir que hacer y
eso es lo que diferencia a personas buenas y honestas de las que no lo son, en
estar cuando dices que vas a estar. Y el amor es creíble gracias a la maravillosa
actuación de dos señores actores, como son Alfred Molina ya John Lithgow, dan
lo mejor de sí mismos y sí, yo si me los traería a mi casa y hasta les cedería
mi cama.
Hasta aquí han llegado las
películas de mi cuarentena. Mentiría si no dijera que tengo un pellizco de
tristeza en el estómago (que es el lugar donde de verdad se sienten las
emociones), al escribir esta última entrega.
Infinitas gracias Rubén Peralta Rigaud
por cederme este espacio, un día me invitó a escribir en su página y es
probable que ya se haya arrepentido. Mil gracias a los lectores, si no
existieran y leyerán, esto no habría tenido sentido. Y muchas gracias a quienes
han compartido algunas entradas en sus redes sociales y han dejados algunos
comentarios agradables.
Ha sido un honor, un placer y una
responsabilidad intentar estar a la altura, espero que volvamos a vernos.
Cuídense y sigan cuidando.
¡Viva el cine!
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