jueves, 21 de mayo de 2015

¿Individual o compartida?

Empiezo por lo obvio; tengo 50 años, estoy soltera y sin pareja. Me gusta viajar mucho. Me gusta mucho viajar. Me gusta viajar, mucho. Viajar me gusta mucho. Viajar  me gusta, mucho. Y todas las acepciones más que se puedan encontrar para estas cuatro palabras.

A veces viajo con parte de mi familia, sobre todo con mis sobrinos más pequeños, algo que a ellos les gusta cada vez menos, dicen que cuando se viaja es para descansar y a mí lo que me gusta es pasear.  También viajo con mis amigos y amigas, casi siempre suelo quedar de pico, y aquí apenas hay discusión, cada quien hace lo que quiere (ver museos, iglesias, ir a la playa, etc.)  y nos juntamos para la cerveza. En los últimos años he viajado con los grupos de alumnos que vienen a la universidad y con grupos de lectores de la biblioteca de Huelva. Y sola, la verdad es que viajo mucho sola; sola he cruzado el charco varias veces a ver a amigos, en ocasiones paseo con ellos y cuando no pueden acompañarme, paseo sola. Sola he ido a algunos sitios (nadie me podía acompañar o no encajaba en otros planes) para cambiar de aires. Y lo de viajar sola se da cada vez con más frecuencia, todos y todas van haciendo sus vidas y es más difícil coincidir. Y me gusta, viajar sola tiene o tenía el mal sabor de boca de que no puedes compartir in situ lo que te gusta, eso hoy en día, con las redes sociales, está más que resuelto; el resto es comodidad, decides dónde vas, a qué hora vas, como vas y hasta cuando vas.

No mentiré, siempre es mejor viajar acompañada que sola, pero una de las máximas que rige mi vida es  o lo haces sola o no lo haces, y yo siempre prefiero hacerlo, viajar, ir al cine, al teatro, a una exposición, a la playa, a pasear; no soy tan insensata como para poner mi vida en peligro, pero la elección siempre es hacerlo. Dicho todo esto que, quienes me conocen saben, voy a lo que quiero contar.

La habitación ¿individual o compartida? que no es tontería. En hostales y pensiones es muy fácil encontrar habitaciones individuales, unas mejores y otras peores, es fácil. Lo difícil viene en los hoteles, sean de dos, tres, cuatro o cinco estrellas. Ahí vas mal. Es imposible a veces encontrar una habitación individual, si la tienen, te dicen que tienes que pagar un suplemento aparte, y ese suplemento carece de sentido porque cuando llegas a tu habitación te das cuenta que no es individual, que es una habitación con una enorme cama de matrimonio (que a mí me encantan) o es una habitación con dos camas (que se supone pagas como individual) y en cuyos baños encuentras dos toallas de mano, dos toallas de baño, dos vasos, dos botes de gel, dos botes de champú, dos vasos de agua en la encimera, en fin, todo para dos, salvo tú (yo) que eres una.

Esto es algo que se da bastante en España y Portugal (aunque también me pasó en Jordania), no así en otros lugares. En Buenos Aires y Montevideo pagué habitación individual  y me dieron individual. Y creo que esto sucede en estos países por su larga trayectoria machista y masculina, donde aún les cuesta entender que las mujeres pueden hacer sola lo mismo o más que los hombres.  De hecho, hay veces que entras sola en el hotel y se quedan mirando, dudando si atenderte o no, como a la espera de que aparezca acompañante, sea hombre o mujer.

No puedo evitar pensar que quieren sacar provecho económico de esas circunstancias ¿tan difícil es que un hotel tenga habitaciones individuales, a precio individual para ser usada y disfrutada por una sola persona? No estamos obligados a tener pareja, viajar en pareja, tener amigos, viajar con amigos, tener familia, viajar con la familia, no estamos obligados a nada de esto. Quienes se dedican a la hostelería si están obligados a entender y ofrecer habitaciones individuales para las nuevas realidades personales. Digo yo.


Y como el fin de semana pasado estuve en Évora, en habitación doble compartida con mi amiga Mari Carmen, os dejo unas fotos de esa bonita ciudad. No dejéis de visitarla.

Cualquier calle del centro

Mercado o paraíso, no se yo

La vinoteca con más gusto que he visto en mi vida 

Entrada o salida a La Judería


Patio de la Universidad de Évora, impresionante como toda ella

Templo romano, que algunas leyendas llaman de Diana

Plaza de Giraldo, desde ahí o te pierdes o te encuentran 

Catedral de Évora 

Claustro de la catedral de Évora


Patio de la catedral

Puerta Mudejar 

Típica fachada de Évora

Acueducto

Grafiti realizado por el 40 aniversario de la revolución de los claveles, 25 de abril

martes, 5 de mayo de 2015

La madre. Coraje

La verdad es que muchos días no tengo tiempo para digerir tanta información como se produce y como además casi no existe posibilidad de distinguir la verdadera de la falsa, casi nadie contrasta y todo el mundo quiere ser el primero en contarlo, pues me estoy perdiendo un montón de cosas, casi todas de hecho, y más que casi todas, todo lo que suele ser destacado en las redes sociales,  pero de esto igual escribo otro día.

Pero no se me han escapado las noticias sobre Toya Graham, la que han dado en llamar madre coraje de Baltimore (que es una ciudad que últimamente es noticia por los graves disturbios raciales producidos tras la muerte de un chico negro a manos de la policía, otro más).

Partiendo de la base de que no soy madre y nunca lo voy a ser,  he de confesar que cuando vi esas imágenes me espantaron, me dolieron, me dejaron fuera de juego, no me resultaron una visión agradable. Y no considero ese comportamiento de la madre a su hijo, nada, nada ejemplarizante y mucho menos digno de destacar como actitud positiva.

A mí la violencia me repugna, sea cual sea y venga de donde venga, y aunque en muchos momentos de mi vida he manifestado que estaría más que justificada, lo cierto es que no es eso lo que pienso; por una razón muy sencilla, no soporto el dolor físico y es esto lo que trae la violencia. Tampoco soporto la violencia verbal y me resulta igual de insoportable el dolor que esta causa también. Y por encima de cualquier cosa no tolero las humillaciones en público,  porque dejan indefenso al humillado y retratado (casi miserablemente diría yo) al humillador.

No me gusta que mis hermanos riñan a sus hijos delante de mí, no me gustan que mis amigos tengan discusiones de parejas delante de mí. Me parece bien y normal que los padres riñan a sus hijos y que las parejas discutan (siempre que no se sobrepasen límites) pero eso pertenece al ámbito de la intimidad; si le riñes a tu hijo delante de personas que desconocen probablemente la próxima vez lo haga peor, o se encierre en sí mismo como un caracol.

No, no me parece que liarte a mamporros con tu hijo y que sea mundialmente televisado vaya a evitar que Michael (que así se llama el chico) se meta en problemas si quiere hacerlo, en cuanto pasen los minutos de fama, el chico probablemente sea objeto de burla de sus compañeros y eso no traerá nada bueno. Y entiendo a la madre, vio a su hijo en la tele en mitad de las revueltas y pensando que podría ser el siguiente, salió dolorida a buscarlo y rescatarlo.

Mucho me temo que, una vez más, la clave está en la educación; una joven madre soltera con seis hijos no ha de tener tiempo nada más que para trabajar y poder sacarlos adelante, en duras condiciones, viviendo en un barrio marginal y en una ciudad en la que las diferencias raciales parecen aumentar cada día.

No recuerdo que mi madre nos haya puesto nunca una mano encima a ninguno de sus hijos (y somos seis). Cuando éramos pequeños e íbamos a algún sitio de visita nos decía “ya sabéis, los niños hablan cuando las gallinas mean, ¿y cuando mean las gallinas mamá? nunca, las gallinas no mean nunca”; nos ha reñido muchas veces, miles a lo largo de nuestra vida, aún lo hace,  creo que nunca en público, y había veces que habiendo hecho algo mal, no tenía ni que llamarnos la atención, solo con la mirada ya sabíamos lo que había. En mi caso en concreto, cada vez que llegaba tarde a casa, la mirada que encontraba decía “ya sabes que mañana estás castigada sin salir” y no se me ocurría chistar, ni salir al día siguiente claro. 

Lo cierto es que ella siempre nos ha hablado mucho, nos ha preguntado, nos ha explicado, siempre la he sentido muy partidaria del diálogo (incluso cuando a veces por la edad rebelde, creía que nunca estaría de acuerdo con ella)muy paciente y muchas veces muy enfadada, no la recuerdo violenta jamás y como a ella, muchas madres  de mis amigas y amigos, e incluso a muchas amigas que ya son madres, las veo hablando mucho con sus hijos. Una palabra es mejor que un mamporro y dos palabras son mejor que un mamporro humillante. 

Mi madre no es perfecta, ninguna lo es, y tampoco Toya, la violencia contra los hijos (que nunca está justificada, nunca) no da buenos resultados y ¿sabéis que os digo? preferiría que esas imágenes no se hubieran visto, porque me dejaron la sensación que no era la primera vez que sucedía esa situación entre ellos dos, ojalá sea la última.