miércoles, 13 de febrero de 2019

Una carta de amor al Festival de Cine Global Dominicano


Aún no había finalizado la última edición del Festival de Huelva Cine Iberoamericano cuando había llegado a mi correo una invitación formal a ser jurado de la Selección Oficial de la Competencia de Opera Prima Ficción en el Festival de Cine Global Dominicano. Al empezar a leerla sentí tanto vértigo que paré y miré a mi alrededor para ver si tenía que dársela a alguien; me levanté de la cama, fui al mercado y luego al médico, en la sala de espera retomé la lectura y cuando terminé, el vértigo seguía ahí, intenso, tanto que la médico me dio una nueva cita para el mes de marzo y no fui capaz de articular una protesta por la demora.

De camino a la lectura del palmarés me escribió mi amiga Begoña para felicitarme y decirme que no le había contado nada (en realidad no había tenido tiempo), le dije que no lo creía y que nos veríamos en unos minutos, ella se había enterado por Fermín Cabanillas, la otra persona de Huelva invitada a ser jurado.

En poco rato, Omar de la Cruz (a quien respeto, admiro, quiero y tanto tengo que agradecer) me confirmó la invitación. Colapsé. Salvo Begoña y otra amiga, Che,  Manauel H. Martín, director del festival de Huelva, a quien se lo conté por mi sentido de la lealtad, nadie más supo durante días, temerosa yo que el hechizo se rompiera y la invitación desapareciera. Confieso que en algún momento de ese día me emocioné. En ninguna circunstancia dudaba que la invitación fuera real, dudaba de mí, no sabía por qué yo, creo que aún no lo sé, pero ya no tiene vuelta atrás. Un día, un diario local, lo publicó como noticia y entonces empezaron las preguntas por WhatsApp, confirmé su existencia y expliqué que me seguía pareciendo una cosa tan bonita, como increíble y volvía al "por qué yo".

La vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, pasaban los días y nada sucedía con respecto a comunicación con el festival y yo borré la invitación de mi mente, segura como estaba que se habían dado cuenta que yo no era la persona idónea.

Hasta que un día de diciembre empiezo a recibir correos para cumplimentar datos y volvió el vértigo, los nervios, la alegría, la emoción, la satisfacción y las dudas, por supuesto. Ya lo podía contar. Hice los trámites que me pidieron, hablé con mi jefe para pedir el permiso (esto era importante) me lo concedió y guardé el secreto durante unos días como en una celebración íntima; en la comida previa a las fiestas navideñas con mis amigos les conté que sí, que me iba y en la comida familiar del 1 de enero se lo conté a mi familia (mi madre es presa del pánico cada vez que vuelo). Las reacciones de todas las personas que me quieren parecían confirmar el acierto del festival de cine global al invitarme.

Y en lo más crudo del crudo invierno (figurado y literal) llegó el día de volar, qué alegría, aún sabiendo que apenas aterrizara iba a subirme a un escenario, ante decenas de personas que no conocía y hablarles en nombre de mis compañeros y compañeras de los distintos jurados. Tras un vuelo largo, una larga fila para pasar migración y casi dos horas de atasco, me subí a unos tacones de vértigo (que justificaban el mío) y directa a la fiesta del cine.


Porque eso es un festival, una fiesta para disfrutar de historias con distintos acentos en los que reconocernos, encontrarnos con personas que llenan las salas con el mismo interés que nosotros, una fiesta para lucir una credencial orgullosa como si fuera una medalla, una fiesta de una semana feliz llenando de cultura el ruido que a veces es inútil y ensordecedor. No se me ocurre mejor acción para tender puentes y derribar muros que esta apuesta cinematográfica.

Como ya dije en mi intervención, un festival de cine es una puerta abierta al mundo, una apuesta por la cultura, la educación, el empleo, el turismo y el Festival de Cine Global Dominicano cumple con creces esa tarea. De su potencial da buena medida la presencia de una estrella de Hollywood como Vin Diesel y un director del calibre de John Singleton (que a mí me hizo muy feliz).





Repasando la historia de este festival es impresionante lo que han hecho en tan solo 12 ediciones, habiéndolo visto y vivido durante una semana, sigue siendo impresionante pero no sorprendente. Desde la primera hasta la última persona que trabaja y/o colabora voluntariamente en el evento, la dedicación y el desempeño es enorme, sin descanso. Conviene destacar el empeño del presidente Leonel Fernández, un caso insólito en un político, de llevar a cabo tamaña apuesta cultural, no es algo que abunde hoy en día entre la clase política. Qué bueno que a un dirigente le guste el cine y que además quiera compartir ese amor por el séptimo arte con un país entero, ya quisiera yo algo así en mi país.

Y de él, para abajo, un capitán llamado Omar de la Cruz, multiplicado en todas partes, en todos los frentes, en todas las responsabilidades, en todos los afectos y un tipo con un gusto cinéfilo que es un genial compartir y sobre el que es un placer conversar.

Durante una semana cálida por dentro y fuera, el festival ha sido un torbellino de actividades, presentaciones de libros,  mesas redondas, conferencias, talleres para hablar de sexismo, de justicia social, del aceite de oliva, de nuevas plataformas, del trabajo de escribir un guion, de montar una película, de ser agente de actores, de mujeres en el cine, de distribuir películas, de dirigir películas, sesiones de Actors Studio con Jesse Terrero. Ha habido encuentros entre directores, productores, agentes, escritores, actores de los que saldrán historias que veremos en los próximos meses. El cine no es solo un arte, es una industria que genera empleo, consumo y por lo tanto riqueza, en Santo Domingo parecen tenerlo muy claro, ojalá cunda el ejemplo.


Durante una semana hemos visto las doce películas a concurso en la Competencia de Opera Prima, cinco documentales en Competencia en Opera Prima Documental y once cortos en el Concurso Corto Global, siendo difícil la elección de cada uno de los distintos jurados.

Durante una semana se han proyectado películas en distintas sesiones como País de honor, que este año en el festival ha sido Corea, Una parada documental, Miradas hispanas, Una muestra de cine y moda, Miradas del Caribe, Muestra gastronómica, Presentación especial, Pulso global y Soy dominicano. Una oferta cinematográfica que no palidece otros festivales más consolidados, más bien al contrario; una oferta que en lo personal me ha permitido disfrutar de títulos que no había podido ver en la ciudad en la que vivo porque no llegaron a sus salas. Una oferta excepcional e inabarcable que afortunadamente consigue hacer un mundo donde caben muchos mundos, para toda clase de público, para toda clase de inquietudes, para toda clase de gusto e interés. Una auténtica fiesta para los ojos, los sentidos y el saber. Ojalá haber tenido más tiempo.



Mención especial merece el amor de los dominicanos por su cine, hasta cinco veces se tuvo que proyectar la película Colours ante la alta demanda para ser vista, igual suerte corrió en la clausura Miriam Miente, quedándose el aforo realmente pequeño. Y no solo, cuando en la gala de clausura se anunció que el país invitado a la próxima edición sería España, la ovación fue atronadora, pudiendo una sentir una pizca de orgullo y mucha emoción.

Un festival de tal magnitud no está exento de caos, pero el caos, decía José Saramago, es un orden por descifrar y en ese orden por descifrar es donde sus responsables admiten todo tipo de sugerencias para mejorar de cara a la siguiente edición; la celebración de un festival no es más que la culminación del trabajo de todo un año, el momento en el que ya se respira porque la suerte está echada y la criatura camina sola.

En lo personal no estoy segura de ser imparcial con respecto a mi experiencia, realmente no quiero serlo, me parece el Festival de Cine Global Dominicano un festival por el que apostar, al que defender, al que agradecer y al que llevar en el corazón. Del que sentirse orgullosa de haber sido parte.

Yo he sido muchos años jurado en algunos de los premios paralelos que se otorgan en el Festival de Huelva y siempre he intentado serlo con honestidad y respeto a los creadores; la experiencia de ser parte de un jurado oficial, con Desiree Reyes, Alfonso Quiñones, Carlos Gómez Iniesta y Fermín Cabanillas, compañeros tan calificados y cualificados para la tarea exigía una alta dosis de responsabilidad. No es fácil juzgar con respeto, con rigor, afortunadamente fuimos un equipo como jurado, con sintonía y complicidad, esperamos haber acertado y deseamos que a todas las películas a concurso les vaya muy bien y tengan un largo recorrido en salas. En la gala de apertura prometimos ver, juzgar y disfrutar y creo que cumplimos.



Antes de empezar yo tenía la sensación de que este festival iba a ser una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, ahora tengo la certeza de que es así. La calurosa, en todos los sentidos, acogida en el aeropuerto por parte de los voluntarios, las atenciones a la llegada a la gala, las salidas al cine a ver la películas, las visitas a las oficinas de trabajo y prensa han sido de una calidad humana excepcional, siempre ha habido un abrazo, un halago, un café; Taína, Erika, Gabiana, Adriana, Aurora, Delia, Aurora, Rosa, Johny son solo algunos de sus nombres, ojalá me acordara del de todos y todas, porque, señoras y señores, sí, el Festival de Cine Global también es un espacio donde las mujeres son mayoría.



Los reencuentros con quienes ya habían estado en el Festival de Huelva, Celia Rico, directora del Viaje al cuarto de una madre, Oriol Estrada, Natalia Cabral y la pequeña Lya, directores de Miriam miente, Rafael Martínez Moreno y Manuel Álvarez, director y protagonista de El Piedra, llenos de abrazos, risas y recuerdos. Qué orgullo que quienes han pasado por nuestra ciudad estén deseando volver y quienes no han estado, tengan muchas ganas de venir. No se me ocurre nada mejor que la cultura para tender puentes en tiempos de muros.

Los encuentros derivados en complicidad, risas compartidas y deseos de futuros reencuentros con Rubén, Linda, Ximena, Kaliah, Gonzalo, Antonio, personas todas ligadas al mundo del cine y que contagian la pasión por él y por la vida. Gracias por todos los buenos momentos.

Mención especial para Desiree y Martín, su esposo. Una noche nos invitaron a cenar en su casa, una cena espectacular cocinada por Martín y acompañada de buen vino, buenos postres y muy buena compañía. Nos dieron calor de hogar y nos hicieron muy felices.

Una de las palabras más bonitas en castellano y, a veces, más difícil de decir es gracias. Gracias al Festival de Cine Global Dominicano, por existir, por ser, por apostar a la cultura, por todo y por tanto. Y una de las palabras que más me gusta decir es felicidades. Felicidades al Festival del Cine Global Dominicano. Os deseo todos los años del mundo para esta fiesta.

He sido muy feliz en él y he querido escribir una carta de amor al festival. Y bailar.

Pd.: En esta página del Festival de Cine Global Dominicano está toda la información y podréis observar que me he quedado corta en el relato.





lunes, 11 de febrero de 2019

Memoria de ti

Sé que coincidimos en el escenario, pero yo no recuerdo casi nada de ese momento, salvo el vértigo.

Creo haberte visto pululando por la planta dos.

Fue el sábado, en el que al compartir espacio, sonreíste y todo se iluminó; sí, sonreías para las fotos y yo no recordaba haber visto una sonrisa tan esplendida hace mucho tiempo, te lo dije, es más, me acerqué y te dije, a una persona que le llega la sonrisa a los ojos, es una persona de fiar, me diste tu tarjeta y la guardé en el bolso, por alguna razón, más tarde la rescaté y la guarde en la funda de mi teléfono, ahí sigue.

Ese mismo día, en la noche, nos cruzamos en el cine y dijiste, usted me está persiguiendo y me parece bien, yo respondí, no, pero podría, luego te dije que estaba esperando a un compañero para entrar el cine y sonreí.

El domingo, sintiéndome presa de una torpeza infinita, bajé a la planta dos a pedir ayuda tecnológica y ahí estabas tú, yo llevaba una camiseta ajustada y con escote y me miraste de esa manera, no solucionamos el problema y conseguí salir ilesa de esa mirada; más tarde, solucionado el problema, te di las gracias y te dije que iba al cine, dan Cold War, respondiste; esa es la que tenía intención de ver.

El martes, estábamos en el almuerzo con varias personas y apareciste, creo que con tu hermano, parecías serio y preocupado, se escuchaban nuestras conversaciones y creo recordar que en algún momento cruzamos miradas; más tarde te sentaste a mi lado, apenas quedábamos tres o cuatro personas, hablamos de varias cosas, te he empezado a seguir, dijiste, yo he empezado antes, dije yo  y fuimos a tomar un café, quedamos en ir a cenar chicharrón.

Fuimos a cenar, querías hacer una historia con mi abanico y no fue, las meigas, nunca hay que minusvalorar el poder de las meigas; cenamos, reímos, volvimos la hotel y subimos a la terraza en una noche húmeda. Nos sentamos juntos en el sofá, me hubiera acurrucado sobre ti, quería hacerlo, nos despedimos y quedamos para desayunar.

El miércoles íbamos a ir a bailar y mi cuerpo me traicionó. Aún sigo furiosa con él. Me hubiera gustado tener sexo rápido contigo, me hubiera encantado tener sexo lento contigo. Conjugando el presente, me encantaría. Y bailar.

Ahora lo escribo para que no se me olvide.