“Toda la gente creativa busca hacer lo inesperado”, Hedy Lamarr
Todas las películas que he visto
últimamente me han gustado mucho o muchísimo, comento unas y dejo algunas para
otra ocasión; qué dilema es siempre elegir historias para compartir, como la
vida misma. Sigo descubriendo países con gran filmografía.
Bacarau (Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles 2019, Brasil); la
rocambolesca historia de un pueblo que, mientras celebra el funeral de la
matriarca local, siente que empieza a desaparecer del mapa y algunos de sus
habitantes asesinados. Esperaba con tantas ganas poder ver esta película que me
preguntaba qué haría si no cubría mis expectativas, y claro, luego no supe qué
hacer con ellas al ver que habían sido superadas, solo recomendarla mucho. Una
tragicomedia con olores a realismo mágico, con un reparto espléndido, rodada en
un lugar que es tan bello como árido, que sin embargo te atrapa y al finalizar
todo lo que tienes es ganas de visitarlo y quedarte a vivir allí una temporada.
Hay quien dice que es una distopía, yo pienso que es la constatación de una
realidad, con aire de Western y Sonia Braga, que siempre mejora cualquier
película incluso si ya es buena. La película se te queda en la cabeza muchos
días.
Pause (Pafsi, Tonia Mishiali
2018, Chipre); una mujer casada con un hombre machista y violento que apenas la
deja respirar, con una hija que vive lejos y una amiga que parece estar siempre
alegre. La realidad es que para ella, su escape es imaginar una vida paralela. Si
no fuera porque el machismo no entiende de fronteras, esta película resultaría
un tanto divertida. La directora, en el que es su debut cinematográfico,
muestra una solidez sin fisuras en lo que quiere contar, teniendo además a su
disposición un elenco de actrices y actores (desconocidos en nuestros países)
que parece haberse puesto con placer y confianza en sus manos. Ojalá esta
película pudiera verse en muchos lugares, en todos iba a ser perfectamente
entendida, y si bien el cine no sirve para educar, que al menos sirva para
mostrar y concienciar. Cine chipriota que deja muy buen sabor de boca y ganas
de más.
El amigo de mi hermana (Your Sister´s Sister, Lynn Shelton 2011,
Estados Unidos); la típica historia de amor y amistad inquebrantable entre
dos hermanas, una de ellas recién abandonada por su novia y un amigo que acaba de perder a su hermano,
así que la otra hermana le deja la llaves de su cabaña y ahí empieza el lio. Cualquiera
podríamos reconocernos en esta historia de malentendidos, verdades a medias,
una mala noche de borrachera con estado de ánimo precario y hacer cosas que a
la mañana siguiente harán que nos queramos arrepentir, porque la confianza
puede romperse y lazos sentimentales que parecían inquebrantables pueden saltar
por los aires. Y sabemos que una vez estamos enojadas, lo mejor es poner
distancia, pensar y volver al núcleo afectivo para, empatizando, tratar de
entender, resolver y volver a la normalidad. El reparto con Emily Blunt a la
cabeza, parece haber nacido para interpretar (y ser) estas personas, provocan
risas, simpatías, ternura y una termina queriendo ser parte de sus vidas. La
directora, Lynn Shelton, ha fallecido recientemente y sus películas y series
son un buen legado para verlas y rendirle homenaje.
Parking (Tudor Giurgiu 2019, Rumania); el romance entre un
ciudadano rumano, que trabaja de vigilante sin papeles para un vendedor de
coches, en el que también vive, y se enamora de la cantante de un grupo a la
que conoce casualmente. Con esta premisa, vemos en esta película rodada en
España, una historia de inmigración ilegal, de problemas económicos, de abusos
disfrazados de solidaridad, de desamor y
desesperación y de esperanza en un futuro mejor. No es fácil retratar la
situación de los migrantes de países del Este en España sin caer en una mirada
paternalista de las que no nos aclaran nada. Adrián, el protagonista es un
hombre culto, lee, escribe, no se queja mucho, quizás porque tiene amplitud de
miras, y cuando se enfrenta a su jefe siempre termina cediendo. Mihai
Smarandache, el actor que le da vida, es absolutamente creíble y querible en su
papel. La película se deja ver bastante bien, sin alardes, pero con la
consistencia suficiente para terminar creyendo que lo que nos cuentan es la
vida real.
Museo (Alonso Ruizpalacios 2018, México); el robo de piezas de arte
prehispánicas en el Museo Nacional de Antropología de México (uno de los
mejores del mundo) y su autoría, trae de cabeza a las autoridades del país
azteca que, al descubrir que los autores son dos jóvenes sin experiencia y casi
marginales, se muestran perplejos. A partir de aquí, la película nos muestra el
robo, cómo se fraguó, la huida del museo y los intentos de vender el botín,
aderazada en todo momento con las historias paralelas de las familias de los
rateros, en una amalgama de emociones imprescindibles para saber que los llevó
a tomar esa decisión. Esta historia no te da un respiro para pensar en otra
cosa que en esos muchachos y su loca aventura, querrás estar allí y no al mismo tiempo, transmite frescura,
ironía, emoción, ternura y, a veces, muchas risas, ganas de bailar y de abrazar
al reparto al final, por hacerte sentir parte. Si has visto Güeros, del mismo
director, esta película no te va a sorprender, aunque si te va a gustar mucho y
querrás que todo mundo lo sepa.
Ema (Pablo Larraín 2020, Chile); tras separarse de su marido y
entregar en adopción a su hijo, que ambos habían adoptado, Ema quiere encontrar
su lugar en el mundo y lo intenta de todas las maneras posibles en el amor, el
trabajo, el sexo y sobre todo en el baile. No cualquier baile, el reggaetón,
tan denostado como amado intelectual, moral y físicamente. Qué fácil y
placentero es ver esta película en la que no está permitido despegar los ojos
de la pantalla; hay en ella una batalla
generacional importante, hay una manera de ser y compartir en la que casi todo
está permitido con amor y ternura, hay una rebeldía latente en cada plano, una
siente que la libertad también es vivir al día. Tenemos que agradecer a su
director, Pablo Larraín, el hecho de atreverse con cualquier género a la hora
de contar historias, esta supone un nuevo giro en su cinematografía y sale con
muy buena nota de él. Mención especial merece la actriz protagonista, Mariana
Di Girolamo, es un portento de la cabeza a los pies, hasta el punto de comerse
en cada plano compartido a un Gael García Bernal, interpretando a un hombre inadaptado
a la nueva sociedad y que ya es un actor mayor aunque él no lo pretenda. Desde
que vi esta película quiero ir a bailar con Ema y sus amigas, porque bailando
el mundo se hace mejor.
Bombshell: The Hedy Lamarr Story
(Alexandra Dean 2017, Estados Unidos); Hedy Lamarr más allá de una cara bonita
y el cine; aquí nos cuentan la maravillosa historia de una mujer que aportó a
la humanidad algo más que su belleza, su talento. Y no sólo para el cine;
desarrolló un instrumento de comunicación que fue vital para la derrota del
nazismo e la Segunda Guerra Mundial y muchas patentes para el ejército. Nunca
apareció su nombre hasta finales de los años en que fue reconocido su enorme
trabajo. El documental repasa su vida como mujer, madre, actriz e inventora y
vas de sorpresa en sorpresa, fue una mujer inmensa en un tiempo pequeño para el
sexo femenino. No estaba bien visto ni reconocido que una mujer pudiera ser
tanto o más brillante que algunos hombres. Y qué mala prensa tenía (y tiene)
una mujer libre en todos los sentidos. He visto este documental dos veces,
sobre todo por el mensaje final, lo pondría íntegro aquí, mejor lo veis. Es un
viaje para disfrutarlo.
Parece que la cuarentena más
rigurosa va tocando a su fin en todo el mundo, eso o significa dejar de ver
cine. Sigamos haciéndolo. Y cuidando y cuidándonos. Salud.
Pd.: esta entrada fue publicada inicialmente en Cocalecas.net Las películas de mi cuarentena (VII).
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