sábado, 6 de junio de 2020

Fragilidad (semana doce)

"Tenemos que sacar todos nuestros arrestos éticos y morales y enfrentarnos al futuro con gallardía, porque si no mucha gente va a quedar sufriendo por el camino y a eso no hay derecho", Adela Cortina, filósofa.

Después de escribir la entrada de la semana pasada, disfruté de un rato en la playa con mi hermana Marta, mi cuñado Lolo y mi sobrino Martín.

El pasado domingo dormía en casa de mi madre, el lunes no trabajé y pasamos el tiempo juntas, caminé por mi pueblo temprano y vi a mi sobrina Victoria, que me envía fotos de todo lo que siente que es belleza y sabe que me va a gustar, también a mi sobrino Pablo.

Mi hermana Mari Carmen me ha regalado una mascarilla que me permite lucir glamour en mis salidas a la calle, no salgo mucho, pero cuando lo hago, me veo mejor.

He tenido ocasión esta semana de volver a desayunar con un par de amigas y merendar con otros de mis sobrinos; anoche salí por primera vez un rato a tomar algo con mis amigas y amigos, tenía muchas ganas de verles, la que más guapa ha salido de la fase cero, uno y dos, es Adela; pasamos un buen rato de risas, aunque debo confesar que estaba nerviosa. 

También fui a comprar bragas nuevas.

Me sorprende el ruido tras tanto silencio y me parten por la mitad mis contradicciones. 

Volvemos a la nueva realidad; que ya conté que no me gusta el término nueva normalidad, la normalidad es vivir, con elegancia y educación, a ser posible, a lo que nos enfrentamos es a una nueva realidad, absolutamente diferente a la que teníamos y a mí se me antoja que hay cosas que antes hacíamos mucho y ahora quiero hacer de otra forma, entre ellas compartir con quienes quiero mi tiempo en otros espacios. No sé, tengo que ver a qué me lleva esto, me muero por estar con mi familia y amigos, pero me aterran un poco los lugares comunes de antes, quizás tiene que ver con que todos los días nos dicen que tenemos que ser cautos, que esto no ha terminado, que hay días que hay un repunte en los ingresos hospitalarios y en las personas fallecidas. 

También es que mientras algunas personas podemos seguir con nuestra vida, cada día hay más que no pueden hacerlo, es difícil manejar esto para mí emocionalmente, pero no me gusta abstraerme de la realidad y vivir como si estuviera instalada en una burbuja. Lo he escrito en todas las entradas y quiero seguir haciéndolo, no puede ni debe quedar nadie atrás después de este tiempo, no podemos ni debemos dejar nadie atrás después de este tiempo; y ya había demasiadas personas que estaban atrás. Hemos pasado lo doloroso, ahora viene lo difícil, construir el futuro.

He hablado estos días con algunas personas que se han incorporado a sus trabajos saliendo del Erte y se debaten entre su alegría personal y de estar preocupadas por los compañeros que aún siguen ahí; me provoca ternura la solidaridad entre ellos, la alegría sincera cuando te ven llegar después de tanto tiempo y el cuidado que ponen. Esta es la parte buena, como he dicho otras veces, quien es buena persona, saldrá más buena después de esto, quien es mala, saldrá peor, a las pruebas me remito.

No consigo entender que todas las prisas hayan sido para abrir bares, restaurantes y hoteles, que me parece bien, y permanezcan cerrados colegios, institutos, universidades, bibliotecas, lo peor es que parece no haber un plan para la reapertura de estos lugares y los que hay, son un lío.

Se ha recomendado desde el Ministerio de Educación que en los colegios que haya bibliotecas y gimnasios, estos se habiliten como aulas para que el alumnado pueda estar con la distancia física correcta, entiendo que, por ahora, no hay más opción (que la hay), pero no es correcto trasmitirles a los estudiantes, de cualquier edad, la idea de que se puede prescindir de las bibliotecas y los gimnasios, ni correcto, ni bueno.

Bien es cierto que ya están abriendo los museos, centros de arte, yo misma visité ayer una pequeña exposición en Huelva, que me supo a gloria bendita, porque además lo hice en buena compañía. Ni que decir tiene que estoy loca porque abran las salas de cine, guardar la distancia en ellas nunca ha sido problema para mí. 

Hay un asunto que me vuela la cabeza y es el teletrabajo y la teledocencia, la tentación de que esta última haya venido para quedarse en nuestras vidas, me produce escalofríos, me espanta; no digo que no se haga, lo que digo es que no sea la única. El contacto humano, el conocimiento, compartir risas, hacer amistades, jugar en el patio, los primeros amores, intercambiar opiniones, mirarnos a los ojos, tomar un café, todas estas cosas y más son esenciales para crecer como personas, no podemos reducirlo todo a que la Internet funcione bien; no es esa la lectura que debemos aprender de esta experiencia. Y no sé si somos conscientes que la igualdad de oportunidades que supone la educación pública, al volverse no presencial y virtual, ha dejado de ser posible, porque en la vida real no todas las familias tienen la misma oportunidad.

En esta nueva realidad y sus contradicciones me gusta más consumir en comercios pequeños y cercanos a mi casa, han hecho un esfuerzo enorme, no han cerrado ni estado desabastecidos en todo este tiempo, bien es cierto que conozco a todas las chicas que trabajan en el super más cercano a mi casa y también compro allí. 

Me pregunto a menudo qué ha pasado con el tiempo que hemos vivido; voy a intentar hacer una lista de agradecimientos y cosas buenas que han sucedido estas semanas y son las que me han permitido (nos han permitido), mantener la esperanza en que podemos llevar a cabo un mundo mejor. Es gracias a todas esas cosas y las personas que las llevan a cabo que aquí seguimos. Han cuidado, nos han cuidado, se han cuidado, de todas las maneras imaginables y yo no las quiero olvidar, en todos los ámbitos laborales, en todos los lugares, en todos los idiomas. Lo siguen haciendo. Gracias.

Estos días el mundo parece haberse vuelto pequeño, hostil y peligroso para algunas personas en muchos sitios, cercanos y lejanos, parecemos, más que un planeta una bomba de relojería, qué desconcierto de siglo veintiuno. Cuánto dolor innecesario, evitable; cuánta insensatez, cuánta irresponsabilidad. Hagamos un mundo donde quepan muchos mundos, no existe un mandato mejor para otro mundo posible.

Es probable que lo aquí escrito no tenga mucho sentido, pero a mí me sirve de desahogo y de espacio de recuerdo y por eso me gusta compartirlo, son pequeñas notas de un cuaderno que tengo en la mesa desde que todo esto empezó. Y sé que me quedan largas (aquí debería ir un emoticono de mano en la cabeza).

Para terminar os voy a dejar algunos artículos que al leerlos me han aportado y que quizás os interesen; una entrevista con Adela Cortina “La sociedad va a cambiar radicalmente después de esta crisis” ; un texto de Isaac Rosa que explica mejor las emociones que he intentado describir más arriba No tienes "síndrome de la cabaña", es que no quieres volver a la vida de mierda  ; una historia de mi admirada Silvia Cruz Lapeña, a propósito de lo que está viviendo Estados Unidos  La historia (electoral) se repite: James Powell, el adolescente tiroteado por un policía que dio lugar a los distrubios de Harlem en 1964, en el que hay un párrafo que se me ha quedado grabado. "Pero que los políticos decidieran, aún a costa de unos votos, dialogar y dar confort a las víctimas hizo más por la paz social que amenazar a los manifestantes con despegar al ejercito, como hace Donad Trump con una biblia en la mano". Por último, esta historia maravillosa Frente al mar tras 50 días en la uci por el coronavirus.

Y, en esta semana, que he visto a muchos abuelos reencontrarse con sus nietos manteniendo las distancias y en la que nos hemos permitido algunos abrazos, una canción de Zenet, para que no olvidemos lo que han sido nuestros balcones y ventanas, la salida a la vida en medio de tanta tristeza. Sigamos teniendo salud, paciencia, empatía y amor. Sigamos cuidando y cuidándonos y así cuidar a quienes nos cuidan.





 









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