sábado, 4 de abril de 2020

Fragilidad (semana tres)


Lo fácil hubiera sido ir de la mano de la queja
embozarnos con la capa del desengaño.
Eso nos hubira dejado menos arañazos.
Eso sería lo fácil.
Lo difícil fue hacerte, dolor, un cuarto propio.
Lo fácil, Carmen Ramos en Las estrellas han hallado otra forma de morir.

El pasado domingo se hizo de noche una hora más tarde, salimos a aplaudir a ventanas y balcones y nos vimos las caras.

Ha llovido y hecho frío toda la semana, como si fuera un invierno largo, solo un día ha salido el sol y pudimos sentirnos afortunados.

Apenas ha comenzado el mes de abril y ya queremos que este año acabe; un amigo, Rubén, decía estos días en twitter "me pregunto si el 31 de diciembre de dos mil veinte habrá gente llorando por el año viejo", no sabría yo predecir nada más allá de saber qué voy a almorzar hoy, pero es una buena reflexión. Apenas hace un par de meses lo que nos horrorizaba eran los incendios de Australia, la locura continua de Trump y un poco la nueva huida de miles de refugiados de Turquía a Grecia.

Pienso mucho en las personas que no tienen tanto bienestar como nosotros, que tienen problemas para llegar a fin de mes, problemas para pagar la luz, problemas para que sus hijos tengan acceso a las plataformas virtuales de sus colegios, todas las mujeres que sufren violencia de género, justo cuando escribo esto escucho un nuevo asesinato, todo lo que estaba mal antes de la pandemia y todo lo que urge arreglar cuando esta acabe.

Hace unos días mi madre me contó que bailaba, todas las mañanas y las tardes, pone un canal musical en la tele y baila, dice que la gimnasia que dan es muy difícil para ella; ante mi asombro, me dice que ella siempre ha bailado mucho, con razón he salido yo tan bailona, le respondo. Además me avisa cuando hay algo en la programación televisiva si sabe que me puede gustar, por ejemplo Españoles por el mundo en Chiapas. No poder ir a verla sigue siendo lo más duro de este tiempo en el terreno personal. Echo de menos sus torrijas estos días.

Estamos viviendo unos nuevos tiempos con respecto a las relaciones familiares, nadie estaba acostumbrado a pasar las veinticuatro horas del día juntos, las personas mayores no estaban acostumbradas a pasar tanto tiempo sin salir de casa y las personas que vivimos solas, estamos aprendiendo de nuevas soledades, hubiera sido mejor no tener que hacerlo. Siempre he dicho que soy una urbanita total, me encanta vivir en una ciudad y sus sonidos, cuando me molesta alguno solo espero que pase, por eso este silencio constante es abrumador, lo salva el trinar de los pájaros cada día y los aplausos de la tarde.

Me pregunto qué pensarán los niños de estos días, de esta experiencia con la que no contaban, sé que asisten a sus clases virtuales, que están dibujando mucho, que hacen videollamadas con sus compañeros, pero ¿Qué pensarán? ¿Cómo les va a afectar esto? Nos contaba Che el otro día que su hija Carla (cuatro años) se había despertado en la madrugada, les había cantado una canción de Frozen entera y se había vuelto a dormir.

Esta semana me he de depilado las cejas, sentía que empezaba a parecerme al rey león, no ha quedado mal, creo; no tengo muchas ganas de comer, quizás porque no siento ansiedad, solo tristeza. También he aumentado los kilómetros en la azotea, ya vamos por cuatro; estos días he visto a una pareja en otro edificio abrazándose bajo un rayo de sol, también he descubierto nuevos vecinos, nuevos saludos, nuevas sonrisas, nuevos besos al aire de edificio a edificio. Hablaba con Linda estos días y comentábamos que en este momento nos queda la palabra, y las miradas, añadiría yo.

A veces no tengo ganas de reír, ni de sonreír, hay cosas que ya no me parecen graciosas, otras consiguen arrancarme una sonrisa, muchas veces parecemos estar saturados, hartos, todo normal, vamos aprendiendo a actuar cada día. Pocas cosas me espantan más que la mediocridad, pero ya está muy por encima la maldad, debe ser agotador odiar tanto y desear tanto mal.

Siento que todo empieza a pesar, pesan las cifras diarias de personas fallecidas, las de nuevos ingresos, pesa pensar en la soledad en los hospitales sin que la familia te pueda acompañar, pesa no poder dar a los muertos un entierro digno, pesan los hospitales llenos y desbordados, pesan las personas mayores solas, pesan la tristeza, la angustia, la inquietud, la preocupación por todas las personas que tienen que ir a trabajar porque si no, no hay sustento, el desasosiego. Compensa el esfuerzo ingente de los equipos sanitarios, limpiadoras, cajeras, profesores, transportistas, trabajadores en el campo y en la mar, cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, empresas que han puesto su maquinaria al servicio de todos, compensa el trabajo de todas las personas que están en primera línea. Y compensa sobre todo la cifra de altas hospitalarias que cada día son más.

Después de tres semanas trabajando desde casa, ahora tocan unas vacaciones, diferentes, pero vacaciones. Ojalá dormir, sé que no soy la única que duerme mal y poco, quienes padecían insomnio, ahora es peor, quienes no lo conocíamos, llegó el momento. Y las pesadillas, que traen consigo el desvelo.

Nos sigue rescatando en estos días ver a la familia, en la mía, mis sobrinos más pequeños compiten entre sí en leer cuentos y recitar poemas a los amigos de manera virtual; siempre aparece alguien de quien no sabías hace tiempo y qué bonito resulta, nos sigue rescatando los chistes, las risas, las complicidades, nos sigue rescatando las buenas iniciativas solidarias, los cumpleaños feliz en los balcones, la radio con su trabajo diario para hacer más llevadero el encierro, las películas, un día os voy a contar todas las que estoy viendo y los libros, en mi caso, por fin esta semana, los libros me han rescatado. Y cocinar, he hecho bizcochos.

Sé que esta entrada no se siente tan animosa como las anteriores, esta semana ha tenido demasiados altibajos emocionales y poco descanso. Pero se me ha ocurrido que os voy a dejar algunas de las lecturas que más me han gustado, reconfortado, entretenido y hasta enojado estos días, alguna son largas, aviso, aquí van.


El presidente del gobierno nos ha comunicado que se prorroga el estado de alarma dos semanas más. Siguen siendo momentos para cuidar y cuidarnos, para hacer lo que nos dicen, para tener salud, paciencia, empatía y amor. Ánimo, seguimos.

Acabo de saber que ha muerto Luis Eduardo Aute, y qué tristeza, una de sus maravillosas canciones. 




2 comentarios:

  1. Yo, que necesitaba ir deprisa con las fases de mi vida, me veo obligada a parar y pensar en los demás. Un ejercicio de generosidad después de haber dicho que me tocaba ser egoísta.

    Pero los demás lo merecen.

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  2. Un ejercicio de honestidad, enorme, además. Cuídate,bonita.
    Un abrazo

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