Chile (toma 3)
En la universidad paso el día
entre las diez de la mañana y la seis de la tarde; es una estancia de trabajo,
no son vacaciones. No contaré mucho de lo que hago porque tengo que preparar un
informe cuando termine y entregarlo a la vuelta, si diré que todas y todos
están siendo muy colaboradores y atentos y están haciendo que la estancia sea
grata en lo profesional y en lo personal, tal y como prometieron. Ah! comer
en el comedor universitario mola.
Por cierto, la universidad es el
verdadero motor económico de la ciudad, ¿imagináis algo así en alguna de
nuestras ciudades? Según me cuentan el turismo viene en verano y cuando en
fiestas familiares vuelven quienes residen fuera, el resto del tiempo la vida
económica y cultural gira en torno a la universidad y parecen estar muy
orgullosos de eso. Ya pueden.
Me alojo en una residencia
universitaria que la Universidad Austral está acondicionando para profesores
invitados, doctorandos, y personas con movilidad entre universidades. En este
momento residimos dos personas, Fredy y yo.
Fredy es un chico nicaragüense
que estudia veterinaria, y es responsable de la residencia cuando no está en la
facultad. Sin apenas conocernos, me ayudo a conectar el ordenador y cuando este
se quedó sin batería y no podía cargarlo por incompatibilidad con el enchufe,
le faltó tiempo para decir que iba a comprarlo y lo traía, así fue; de hecho,
tardó un poco más de lo que pensaba en traerlo y lo primero que hizo fue
disculparse. Solo un pero, no consigo que me hable de tú, estás canas mías imponen,
creo.
Fredy ha prometido buscar
plátanos para hacer patacones, que es una comida deliciosa que hacen en su país
y que no como desde que estuve allí, así que por eso, feliz.
También está Patricia, es la
señora que limpia la residencia. Desde el primer día me ofreció un café y al
saber que yo iba a desayunar fuera de la residencia, decidió que no, y hoy ha
traído pan para tostadas y mantequilla para cuando nos levantemos. También me
habla de usted, claro que es más joven que yo, tiene cuatro hijas y es muy
bonita.
Patricia ha resuelto esta mañana
lo del desayuno; ha traído pan de molde y mantequilla, que dice que ya no
quiere que ande vagando temprano por la ciudad buscando donde desayunar; ahora
ya saldré un poco más reconstituida gracias a ella, así que por eso, feliz.
Tengo que decir que también he
descubierto un lugar cerca del mercado fluvial, que se llama “la princesita”
muy coqueto y diminuto, donde hacen comida casera, con rico pan, de las que
engordan, que aquí eso de las tostadas
me parece que es considerado poco
nutritivo, a tenor de los panes con carne y las empanadas rellenas que se meten
entre pecho y espalda desde bien temprano. En ese lugar pides un café con
leche, te preguntan si ¿azúcar o endulzante? y ya te lo dan con el azúcar
movido, como si lo preparara tu madre.
Y sigo aprendiendo; la residencia
universitaria está empezando a caminar y de momento no dispone de lavadora, así
que lavo algunas cosas a manos, qué podría llevarlas a que las laven, pero es
como hacer cosas que ya no sueles y que te enseñaron de pequeña. También me
siento volver a la niñez cuando recorriendo la ciudad veo cosas que me llaman
la atención y hasta provocan ternura, creo que Valdivia se parece más a mi
pueblo que a la ciudad. Es muy pueblerina y todos coinciden en que en eso
radica su encanto, no quieren ser lo que no son.
Sigue sin llover. Se acerca el fin
de semana y parece que el tiempo transcurre lento e igual lo hace rápido; ya hace una semana que estoy aquí. Veo a las personas caminar muy abrigadas, no siento tanto el frío y eso que es como el de Huelva, frío húmedo que te llega a los huesos, aunque he pasado del bikini a las botas y de las tirantas al chaquetón, la temperatura la siento agradable, claro que los lugareños dicen que en verano hace un calor insoportable y ¡¡no pasan de los 30 grados!! Quizás, el hecho de que vayan tan abrigados los convierte en tan cálidos.
A veces, en la noche, tras el paseo, cenar algo y charlar con Fredy, es el momento de retirarse. Ver la tele chilena, escribir, leer y es entonces cuando llega la melancolía y nos acompañamos, hasta que a la mañana siguiente suena el bosque y es el momento de volver a empezar.
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Mercado Artesanal |
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Jardín botánico de la universidad |
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Faro en el puerto que dentro tiene un péndulo de Foucault |
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Y así... |
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La globalización
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La reina Leticia omnipresente |
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Teatro Cervantes, del año 1935 y al parecer en proceso de restauración |
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Plaza Central |