Chile (toma 4)
Ya llovió y justo el fin de
semana, sábado y domingo, sin parar, o casi, parando a ratos pequeños, muy
pequeños. Lluvia fría, la más fría que haya sentido nunca. Dicen algunos
habitantes de Valdivia que en primavera no debería llover tanto, y yo sonrío y encojo
los hombros.
El viernes fui a escuchar música de
la región, no era un concierto; son un grupo de amigos que hacen folclore de
manera teatral, y lo que vi el viernes fue la representación de una boda por
estos lares, con una novia embarazadísima por cierto, muy divertida y la música,
muchas cuecas, daban ganas de salir a bailar. Al finalizar, los miembros del
grupo se ponen en la puerta del auditorio para agradecer a las personas que han
acudido a verlos y escucharlos. Personas humildes, actores y público.
El sábado íbamos a pasear para
conocer, el aguacero cambia los planes, nos invitan a una parrilla de carne,
mucha carne, más de la que puedo digerir, regada con vino chileno y
conversación. Nos animamos a salir a pasear un poco, aunque el día invita a
todo lo contrario. Vamos al Océano pacífico, a Niebla, Los Molinos, la isla de
Mancera a lo lejos. Apenas nadie se ha animado a salir.
Es reconfortante comprobar como
en localidades pequeñas, las costumbres son las mismas; las personas se cruzan
y se saludan, se conozcan o no, eso nos pasa en la costa, siempre hay un “buenas
tardes” y una sonrisa.
En la playa de Niebla hay lo que
aquí llaman mercado costumbrista, es un
lugar donde venden artesanías, pocas y comidas, muchas; todo tipo de empanadas,
panes, sopaipilas, chichas, hasta donde los sentidos empiezan a confundirse por
querer probarlo todo, todo. No hay mucho público, la lluvia.
Al leer sopaipila pregunto qué
es, así me paso el día, preguntado que es todo, al menos todo lo relacionado
con la comida y me dicen que es una masa de pan frita a la que por encima se le
pone una salsa de tomate picante, me la pido sin picante con una infusión de
manzanilla, la ingesta de parrilla no deja espacio para mucho más. Mientras la
preparan, mi acompañante dice “ella viene de España” y la señora que nos
atiende dice “¿de España? y ¿quién la mando a venir a Valdivia? acá no viene
nadie de fuera de Chile, pué “ sonrío, lo hago mucho estos días, me parece una
buena tarjeta de visita, y le respondo “no me ha mandado nadie, he sido yo la
que ha querido venir y estoy muy contenta de haberlo hecho”, le pido la receta
de la sopaipila y dice que no puede dármela, es secreto, no es la primera vez
que responden algo así relacionado con la comida; pagamos, nos despedimos y nos
sentamos a saborearla.
Nos volvemos a Valdivia, se celebra la fiesta de la primavera y hay que conocerlas, difícil, llueve. Así que de vuelta en la ciudad decido ir a
comprar un paraguas, entro en varias tiendas y en ninguna los venden, solo en
una que ya está cerrada; lo mejor de esta búsqueda es un señor que me ha
llamado dama (bueno, yo lo he sentido
como si lo pronunciara en mayúsculas) dos veces, al preguntar que quería y al
indicarme donde queda la tienda y despedirse, eso me ha gustado mucho. Por el calor y ayer lo necesitaba.
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Las reinas de las fiestas de la primavera, se celebró a pesar de la lluvia |
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Ojo cuidao! |
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Museo Philippi |
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Bar Argentino |
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Cruce de calles y de cables |
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¡Sopaipilas! |
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Puesto de Chichas |
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Isla Mancera |
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Niebla, al frente Japón
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Los Molinos |
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